Hablando con el universo

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Andaban sueltos por París los fríos vientos del navideño diciembre.
Ella cerraba su jornada en la querida editorial; tomó sus libros y salió a andar.
Su blancura hacía juego con su vestimenta negra,que bien la abrigaba en aquella tarde gris;mientras que la brisa revoloteaba con su suave cabellera ella disfrutaba cerrando sus ojos, sonriendo,inspirando el aire fresco.

Él,como buen doctor,se despedía de aquellos a quienes le regalaba sonrisas ayudándoles a vivir.
Así,con su portafolios colgando del hombro decidió perderse en las entrañas de la ciudad,con la esperanza de encontrarse con un trozo de paz.

Ambos distraídos no se imaginaban que caminaban hacia un mismo punto.
De pronto,en un choque tierno se terminaban horas de despiste;los libros cayeron de sus manos y sin quitar la vista de sus ojos él se agachaba a recogerlos;ya de pie y totalmente perdido en aquella mirada preguntó:
-Cómo te llamas?
Ella,sin poder renunciar a los ojos  que tenía en frente,le daba las gracias y le respondió:
-Me llamo Laura.
-Es un gusto enorme Laura,dijo Marcos mientras le extendía su mano diestra;y al parecer,era así de literal,en todo el sentido de la palabra.
-Me llamo Marcos,precisó.
Y sin pensar dos veces la idea,Marcos invitó a Laura a sentarse en el Bar- Café de la esquina,para que un capuchino les diera temperatura a sus cuerpos;y mientras él apostaba por la delicada apariencia de un lirio azul,Laura aceptaba su gentil propuesta.

Y así,en medio de un vendaval de palabras,risas y miradas brillantes comenzaba una historia,de esas que van cargadas de magia,de buenas vibras,de conexiones siderales;una historia que luego bautizara la Pasarela de Solferino en una puesta de Sol,allí,donde los candados pretenden eternizar a las uniones.

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