Cap. 7: Por supuesto, tecnología avanzada.

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—¿No dijiste que los expulsaste a todos? —susurré.

—¡Lo hice! Además sellé la entrada en las profundidades de la montaña, aunque ha pasado mucho tiempo... Quién sabe que habrá ahí.

Ante lo desconocido Dandel empezó a temblar.

—Bueno, sólo tenemos que caminar esquivando el sonido y todo irá bien —dijo Shaena.

«Las aventuras no funcionan así, pero intentémoslo».

Asentimos y empezamos a bordear el sonido a oscuras. A veces se incrementaba por los pasillos y a veces se perdía, pero parecía constante hasta que se alejó lo suficiente. El problema ahora era saber dónde estábamos. Protea además tenía razón: me estaba empezando a agobiar bajo tierra.

—Tendríamos que haber bordeado la montaña —se quejó con miedo Shaena mientras se apretaba contra mí, y Dandel emitió una afirmación en forma de "¡Hm!", al otro lado.

—Ahhh... ¡Aquí es! ¡Nos encontré!

Ziev empujó una puerta que crujió haciendo demasiado ruido. Cerró la puerta cuando pasamos volviendo a hacer un estruendo y encendió otros candelabros con fuego.

Nos encontrábamos en una larga sala llena de mesas y bancos de piedra; parecía un comedor comunitario, aunque como todo, había vivido tiempos mejores.

Cogimos entre todos escombros para tapar la puerta y decidimos explorar la estancia. La sala parecía tener sólo una salida, la puerta doble que habíamos usado. El techo tenía pequeños respiraderos pero nada que nos permitiera entrar o salir.

Estábamos protegidos, pero encerrados.

Cuando nos sentamos a esperar comiendo un ruido llamó nuestra atención. Algo intentaba empujar la puerta sin éxito. Después, se limitó a llamar. Sea lo que sea era inteligente. Gritó algo en otro idioma, sin lugar a dudas, parecía que sí que serían enanos.

—¡No queremos problemas, sólo cruzar Karth! —grité.

-Jojojo... ¿Y cómo pensáis salir? —como sólo hubo silencio por repuesta, siguió —: ¡Apartaos de la puerta, os abriré!

Sin esperar un segundo una explosión derribó la puerta y nuestra barricada improvisada. Cuando el humo se dispersó, los dos bandos estaban claros, por un lado estaban las chicas conmigo, detrás del escudo de Vento que había improvisado y en el umbral de la puerta se veían las sombras de un enano sin armas y lo que parecía una joven. Le brillaban los ojos de añil.

—¿Estáis bien? venid, venid, hablemos en un sitio más cómodo. —Y empezaron a caminar de vuelta.

Parecía excéntrico pero no violento, así que decidimos seguirles con cautela, la chica de ojos brillantes iba acompañándole haciendo las veces de linterna con su mirada.

* * *

Tras unos minutos llegamos a una habitación iluminada y entonces vi a nuestros anfitriones. El aspecto de él era el de un mendigo harapiento a excepción de cuatro detalles. Bajo su ropa llena de agujeros y mugrienta se podía apreciar que su brazo derecho era de color dorado y completamente mecánico, llevaba unas gafas con lentes en la frente que parecían ser de aumentos para trabajos de precisión. Completamente calvo y con una barba roja que le llegaba hasta el suelo, costaba discernir su edad.

La chica por otro lado tenía la piel de un gris metálico y sus articulaciones totalmente artificiales dejaban claro que era un androide. Su mirada inexpresiva y sus ojos brillantes terminaban de confirmarlo. Su pelo sintético de un blanco casi níveo le caía en una trenza baja por detrás. Tenía una altura similar a la mía, con unos brazos y piernas finas. Se encontraba en una pose de sirvienta perfectamente elaborada y a juego con su traje de criada de falda media, manga corta y juego completo de accesorios, incluida cofia y medias. Las suaves curvas de su cuerpo le acentuaban el traje sin llegar a ser obsceno.

Lo que sucede cuando morimos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora