Por primera vez en muchos años, un movimiento popular revolucionario había tenido éxito a gran escala en el país. Por primera vez en décadas, el pueblo francés había logrado expulsar a la monarquía de su gobierno e instaurado un régimen republicano, la que sería su Segunda República, con vistas a una política más libre, diversa y progresista.

El movimiento, que había comenzado en París y repercutido después en otras poblaciones, se extendió por toda Francia durante los días inmediatos a la abdicación del ex monarca Louis-Philippe, hasta que, con la proclamación de Alphonse de Lamartine y otras figuras del nuevo gobierno provisional, la República se convirtió en una realidad oficial. Las cosas estaban cambiando: había un nuevo modelo político y los gobernantes, cuyo puesto era temporal —solo hasta que se pudieran convocar elecciones—, habían empezado con sus propuestas de transformación a dar forma a esa flamante etapa de su patria. Una etapa en la que los ciudadanos y ciudadanas confiaban ciegamente, embebecidos por la oportunidad de afianzar las libertades de las que no habían podido disfrutar desde los tiempos de la Revolución; aunque, esta vez, pretendían aprender de los errores pasados y trazar un camino mejor.

Así, con la familia real exiliada para no volver jamás al poder y nuevas leyes reformistas en el tintero, dio comienzo en el país el punto álgido de la que sería llamada la "Primavera de los pueblos": una corriente revolucionaria que se extendió por los territorios de Europa correspondientes a las futuras Alemania, Austria, Hungría, Polonia... y que, con mayor o menor éxito, desataría todo un vendaval de cambio en la historia occidental.





Los últimos días del mes de febrero y los primeros de marzo fueron muy ajetreados en la política interior. Fue en ese margen de tiempo que los miembros del gobierno provisional se repartieron los distintos ministerios —Ministerio de Asuntos Extranjeros Lamartine, Ministerio del Interior Ledru-Crollin, Presidente del Consejo de Ministros Dupont de l'Eure...— para designar sus responsabilidades durante los primeros meses del régimen. A comienzos de marzo, con todo, el cambio ya había empezado a dar resultados: el día cuatro, apenas una semana después de proclamarse la República, se aprobaron legalmente la libertad de prensa y la libertad de reunión, dos derechos fuertemente restringidos durante los tiempos de Louis-Philippe, y se formó una Comisión para la abolición de la esclavitud que trataría la prohibición de la misma en las colonias del país.

Aquel próspero comienzo extendió el contento entre los colectivos republicanos y el pueblo, que, si bien con la inevitable incertidumbre del futuro desconocido, entregó su entusiasmo a la causa. Las nuevas libertades contribuyeron rápidamente a reforzar ese entusiasmo, al tiempo que el interés por la participación política aumentaba; a Enjolras y Grantaire les sorprendió enterarse de que Dominique y Francis, dos antiguos colegas de la fábrica de los Pirineos en la que Enjolras había trabajado años atrás, habían decidido trasladarse a París para seguir de cerca los acontecimientos, igual que otras muchas personas que aprovecharon la ocasión para buscarse una nueva vida en la industria de la capital.

Enjolras estaba contento. Contento y orgulloso de lo que estaban consiguiendo como nación, de todo lo que tanto él como las personas al frente del país lograban sacar adelante poco a poco, día a día, para mejorar la vida de la gente. Enjolras no era un miembro oficial del gobierno, no como tal, a pesar de haber destacado en las jornadas revolucionarias de febrero; sin embargo, sí tenía un papel en él, el mismo que había ejercido y perfeccionado a lo largo de quince años de trayectoria profesional: el de consultor social. A ojos de los nuevos dirigentes de Francia, su experiencia, junto con su gran dedicación y la presencia que había demostrado tener entre la multitud al derrocar a la monarquía, le concedía un crédito especial, uno que le permitía participar en las asambleas ejecutivas como una especie de vínculo entre el pueblo y el consejo de ministros.

"Amor, tuyo es el porvenir"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora