21. Desesperación

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- Esto es todo. - dije soltando la última maleta en el suelo. Richard miraba todo lo que había traído y había ido dejando desperdigado por el suelo.
- ¿No traes más cosas de las que te llevaste?
- Qué va, aún tengo mucha más ropa en mi apartamento, así que no me retes... - bromeé. Cualquiera pensaría que volver a vivir con tu ex tan solo para interpretar un papel y hacer que un acosador te deje en paz era una situación difícil; de hecho lo era, pero yo me sentía feliz sin saber muy bien por qué. Estaba de buen humor y la compañía de Richard ya no me parecía tan terrible. Quizás más adelante me arrepentiría, pero nos vendría bien para la niña.

- Te ayudo a subir todo esto. - dijo de camino a la planta de arriba. Me molestó bastante cuando dejó mis cosas en la habitación de invitados. "Tonta" pensé. Era obvio que no íbamos a dormir juntos, teníamos que hacer ver que habíamos vuelto, no volver de verdad. Además, ahora cada uno tenía una relación, aunque la mía estuviera en pausa en realidad... Quería estar con Merlin pero los días pasaban y yo no me sentía con fuerzas de empezar de cero con él. Su intento de esconderme su infidelidad me hacía pensar que quizás no era tan maduro como pensaba, y eso me frenaba. Richard se fue a hacer otro viaje para subir el resto de mis maletas y cuando pasé por delante de nuestro antiguo dormitorio, me colé como la última vez que estuve allí para ,para mirar en el armario: mi mitad seguía vacía. Al menos, la rubia tonta aún no se había instalado.
"¿Por qué te importa tanto? Tú te divorciaste." me recriminé. Las voces en mi cabeza eran un remolino de discusiones entre "Lo odio" y "Lánzate a por él". La última vez que estuvimos juntos, enseguida le dejé claro que había sido un error y que nunca más volvería a ocurrir, pero ahora que estaba con otra, los celos me corroían. Hasta entonces, no me había podido imaginar cómo se habría sentido él cada vez que me veía con Merlin.
- Te dejo esto en tu habitación. - su voz me sacó de mis pensamientos. "Cómo que MI habitación? Yo ya tengo habitación, idiota..."
- Sí, gracias, voy a ver a Emma, creo que se ha despertado. - me fui refunfuñando en silencio a buscar a mi pequeña que me esperaba con los brazos abiertos. La acuné un poco en mis brazos mientras se terminaba de despertar y después le di un baño. Incluso Richard apareció por allí y me acercó una toalla. Entonces lo vi: un segundo cepillo de dientes, y no era el mío.

- Vaya, se está instalando rápido ¿eh? - no pude evitar hacer el comentario; sabía que sobraba, pero seguía sin entender qué le había visto a ese bicho palo con cabeza de fregona y labios hinchados.
- Si no te conociera diría que estás celosa... - dijo mirándome a través del espejo. Se estaba divirtiendo.
- ¿De la ruski esa? Puedes hacer lo que quieras, ya lo sabes...
- No es rusa, es letona.
- Lo que sea. Mientras no se acerque a Emma me da igual. No quiero que mi hija tenga nada que ver con ella.
- Tranquila, no le gustan los niños... - explicó.
- Sí, ya me lo dejó muy claro el otro día, ser madre supone ser gorda y no deseable según ella...
- ¿Por qué la odias tanto?
- ¿Por qué tú no? - pregunté extrañada. Lo de salir con modelos iba mucho con él, pero que fueran tan tontas, no me lo esperaba. - Mira, si te hace feliz, pues ya está. - me encogí de hombros y aparté la mirada. Me sentía la persona más despreciable del mundo porque no podía alegrarme por él.
Richard no confirmó ni desmintió lo que le dije, se limitó a mirar como vestía a Emma y después incluso me ayudó a hacer la cena.

- No tienes algún disco que grabar o algo? - gruñí mientras lo esquivaba llevando platos a la mesa. No me había dado cuenta de lo molesto que era tener a alguien en la cocina que solo mira.
- Ahora mismo no, lo tenemos todo muy adelantado. Parece que te moleste mi presencia...
- Lo que me molesta es que mientras estábamos juntos no venías ni a por agua, y ahora... - pensé lo que iba a decir, pero a la mierda, estaba enfadada aunque no era mi intención que se me notara. -...ahora que estás con otra parece que dispones de todo el tiempo del mundo para estar en medio. Pero para nosotras nunca había tiempo.
- Ya, pero es que es ahora cuando tengo un respiro del trabajo.
- Pues ya podrías haberlo tenido antes. - Yo solo quería hacerle ver cuan diferente habría podido ser nuestra vida de haber pasado más tiempo juntos, pero él se lo tomó bastante mal y no entendió que yo lo decía más como un lamento y no como un reproche.
- Haga lo que haga siempre te quejarás de mí, hay cosas que no cambian, ¿no? ¿Alguna vez te gusté tal y como era o pensabas que ya me cambiarías?
- Pero,  ¿a qué viene todo esto? - pregunté sorprendida.
- Siempre te encargas de recordarme que no estoy a tu altura... al final tenías razón y divorciarnos era lo mejor que podíamos hacer.
"No me digas eso..." pensé. Que yo lo dijera era una cosa, pero oírselo decir a él, reconocer que separados estábamos mejor, me dolió más que el parto sin epidural... Mi corazón se encogió y sentí un nudo en la garganta.
Richard se levantó arrastrando la silla diciendo que ya no tenía hambre y que se iba a dormir. Yo me quedé en silencio mirando cómo se alejaba. Mi intento de acercarme a él dejaba bastante que desear, pero no iba a dejarlo ahí.

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