«18»

161 28 3
                                    

¿Hola?

—¡Mara! ¿Cómo estás? Pasó mucho tiempo... —Se escuchaba claramente que la llamada no ocurría en su hogar, lo que aumentó su interés respecto al paradero de su mejor amiga. —¿Saliste de tu casa, después de tanto tiempo? ¿Dónde estás?

Estoy buscando un trabajo por el momento, y un lugar donde quedarme. ¿Algo nuevo para contarme? —Preguntó con alegría reflejada en su voz. Extrañaba escuchar la delicada pero melodiosa voz de Marlena.

—De hecho, sí. Es una gran noticia. ¿Te acuerdas que te hablé de Randor? —Aquella mención la dejó un poco descolocada. Buscó en su mala memoria y pudo encontrar aquel nombre. Su novio, quien, se enteró la última vez, le había propuesto matrimonio y pensaban casarse el año entrante, dejando unos 3 meses de espera.

Sí, ¿Qué ocurre con él?

—Estoy embarazada de 3 semanas. —El silencio invadió la llamada. Mara procesó la información y saltó de alegría, riendo a carcajadas con pequeñas lágrimas adornando su rostro.

¿Es en serio? ¡Marlena, felicidades! ¿Se mudaron? ¿Dónde estás? Quiero ir ya mismo a verte y poder saludar a esa preciosura en tu pancita.

—Te paso la dirección por mensaje. —Estando a nada de cortar la llamada, fue interrumpida. —¡Espera! Trae tus cosas, que hay lugar para que te quedes un tiempo acá.

¿Eh? Marlena, no puedo hacer eso, estás con Randor viviendo ahí y no... ¿Hola? —El pitido le indicó que la llamada había sido finalizada. Suspiró, nunca va a poder ganarle.

Llegando a la casa, notó que era mucho más grande que la anterior. Pasó por el porche junto a su maleta y tocó el timbre, escuchando los pasos apresurados y las pequeñas risas que los acompañaban.

La puerta se abrió, sin darle oportunidad de ver el interior de la sala, un cuerpo se abalanzó sobre ella, el cuál recordaba a la perfección.

Había cambiado mucho, y eso la alegraba. Había ganado peso y se veía inclusive más alegre de lo normal.

—Estás igual que siempre, Mara, querida. —Bromeó, luego de regresarle el espacio a la castaña. 

—Y tú, Marlena, querida, estás radiante. —Como si fuese posible, la sonrisa en la mujer rubia se ensanchó más. Jaló del brazo de la menor y la llevó dentro de su hogar, brindándole un recorrido por la casa y ofreciéndole la habitación de invitados para que logre acomodar sus cosas ahí en lo que conseguía trabajo y un lugar para quedarse.





—¿Sabes qué? —Ambas amigas se encontraban en el patio que se extendía detrás de la casa con unos columpios y una casita con tobogán, sentadas en un mantel sobre el césped mientras disfrutaban de la cálida puesta de sol.

—Dime.

—Agradezco mucho el tenerte en mi vida. —La confesión tomó desprevenida a la rubia, por lo que la miró extrañada, pero no comentó al respecto. —Me habló Esperanza.

—¿Otra vez?

—Quiere que nos veamos en un café, quiere hablar conmigo. Pero... No sé cómo sobrellevarlo.

—¿Ella te gusta?

—No sé...

—Es obvio que a ella le gustas.

—¿Decís de manera romántica? —El sarcasmo expresado en el rostro de la rubia fue hasta cierto punto agobiante para Mara.

—No, como prima. —Soltó con burla. —Entiendo que por qué crees que no estaría bien y que no debes. Tiene 17 años y no sabe qué le espera. Pero tampoco tienen mucha diferencia de edad, tienes 19. No creo que te consideres vieja...

Detrás de rejas [Catradora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora