-Tía, creo que ya vale de llorar, ¿no crees?
Levante la cabeza un poco de la almohada, la cual estaba empapada. Llevaba ya varios días de veacaciones que casi no salia de la cama, no comía casi y no paraba de llorar. Mis tres mejores amigas estaban en mi habitación, una sentada en el suelo al lado del cabecero, acariciándome la cabeza. Era Carmen. A mis pies estaban Laura y Ester. Llevaba poco tiempo con ellas, un par de años, pero me había dado cuenta de que las buenas amigas no son aquellas que llevan toda la vida a tu lado, son aquellas que sabes que vas a tener en tus peores momentos toda la vida.
-Si no quieres hacer caso a Laura hazme caso a mi, nos quedan un par de días para acabar las vacaciones de Semana Santa y para el tercer trimestre ya sabes que casi no vamos a salir. Esta noche da una fiesta Marcos en su casa y nos han invitado, vamos a ir si o si y tú vas a venir con nosotras.
Decía Carmen mientras me acariciaba la cabeza.
-Chicas, en serio, no me apetece mucho irme de fiesta, tengo que cuidar de mis hermanos pequeños o se lo dirán a mis padres cuando vuelvan del crucero. Además no tengo nada que ponerme, todo me queda mal.
-No seas imbécil, han dicho de ir en plan monas y arregladas. Te ayudamos si quieres a saber que ponerte. Y tus hermanos tienen 16 años, saben cuidarse perfectamente solos y no van a decir nada.-Continuó Carmen.
-Chicas, en serio, no tengo ninguna gana...
-¡¡No me lo puedo creer!! ¿La gran Iciar diciendo que no quiere salir de fiesta? Chicas, creo que estoy soñando o algo porque esto no es posible ehhh.-Comento Ester en un tono sarcástico.
Empezamos a reír todas. Ellas me hacen sonreír en mis peores momentos. Son las tres tan diferentes... Carmen es un cacho pan. Es mas o menos alta, delgada y con un pelo castaño claro y rizado, muy rizado. Carmen es la que se preocupa por todas al 100% pero cuando salimos de fiesta y te tropiezas es la primera que se empieza a reír de ti como si no hubiera mañana. Laura es una chica pelirroja con pequitas en los mofletes, los cuales se le sonrojaban siempre que hacíamos alguna locura de las nuestras (casi siempre Ester y yo), es la mas bajita de las tres y las más pijilla. Pero va a estar ahí para todo, incluso si te tiene que dar una ostia. Y por último está Ester. Al principio parece callada y buena, como si no hubiera roto un plato en su vida...Dale un cubata y ya verás como cambia. Cuando me he ido de fiesta ha sido con quien mas locuras me ha tocado vivir y os juro, que no las cambiaría ni por todo el oro del mundo. Ahí las tenía a las tres, mirándome con caras tristes pero las tres sabían que finalmente esta noche aceptaría irme de fiesta con ellas.
-Vale, nos vamos de fiesta esta noche pero yo comparto ron con Ester. -Dije mientras sonreía.
-¡Vamos que nos vamos! Esta noche se goza! -Dijeron las tres a la vez mientras se me tiraban encima mio.
Empecé a reírme mientras me hacían cosquillas. Olvidé por un instante todo lo que me estaba haciendo llorar. Y en ese momento, en ese preciso momento me di cuenta de que los verdaderos momentos que importan son aquellos que nos hacen dejar de pensar todo, aunque sea por un segundo. Así que los iba a empezar a valorar mucho más. Quedamos en mi casa dentro de un par de horas, les iba a invitar a cenar y así podría cenar con mis hermanos. Mis hermanos tenían los dos 16 años, se llaman Enrique y Adán. Los dos son bastante responsables pero hay veces que cuando se ponen en plan pesados me sacan de mis casillas. Pero bueno, como todos los hermanos pequeños. Eran las 21:30 y todavía no habían aparecido por mi casa. Siempre llegan tarde. Al final, decidí ponerme un pantalón corto de cintura alta y una camisa metida por dentro. Sonó el telefonillo y abrí la puerta. Pedimos unas pizzas y cenamos todos juntos. Mis hermanos aunque eran mas pequeños que nosotras hablamos con ellos como si fueran amigos nuestros de toda la vida. Acabamos de cenar y mis hermanos fregaron lo que habíamos ensuciado. Mientras nosotras nos fuimos a mi habitación, yo me acabe de maquillar. Me puse los tacones, me despedí de mis hermanos y nos fuimos las cuatro hacia la casa de Marcos.
Marcos vivía bastante lejos, así que tuvimos que coger un taxi. Mientras íbamos en el taxi, miraba por la ventana. Estaba ya todo oscuro y la ciudad solo estaba iluminada por las farolas. Me puse a pensar, me metí en mi mundo mientras mis amigas hablaban de los chicos que iban a asistir a la fiesta. Todas las ganas que tenía de salir de fiesta se me estaban pasando, recordé todos los momentos que me habían hecho sonreír a su lado. Eran momentos preciosos, momentos en los que solo importábamos él y yo.
-¡Eh! Iciar vuelve, que te nos vas a tu mundo y eso no es bueno. -Me comentó Laura mientras se retocaba el pintalabios.
Bajamos del taxi y entramos en la casa de Marcos. Marcos era amigo de Laura, se conocían de un crucero que habían hecho en verano y desde ese momento se hicieron muy buenos amigos. La casa era un chalet muy grande, de 4 plantas. Los padres de Marcos trabajan casi siempre fuera y ganaban mucho dinero. Había muchísima gente y la música muy alta. Empezamos a beber y a bailar. A mi no se me da muy bien bailar pero conforme iba bebiendo me iba dando mas igual como bailaba o como dejaba de bailar. De nosotras la que mejor baila es Ester, lo daba todo en la pista y como no a todos los chicos se les caía la baba en cuanto la veían. Ester me pidió que le acompañara al baño, así que fuimos las dos dando algunas curvas a causa del alcohol. No parábamos de reír y reír, con cualquier palabra que dijéramos nos echábamos a reír. En el baño, no se como, acabamos las dos en la ducha cantando esa canción que era nuestra. Estábamos en la ducha, yo con un cepillo y ella con un champú como si fueran nuestros micrófonos y entraron un par de chicos, los cuales iban igual de perjudicados que nosotros a causa del alcohol. Encendieron la ducha. Yo no tarde casi nada en salir de la ducha, y solo me mojé el pelo, por el contrario Ester acabo empapada. Pero parecía que le daba totalmente igual, seguía cantando con uno de los chicos en la ducha. El otro chico me acompañó fuera del baño y fuimos a la sala del billar. Nos sentamos en un sillón yo me tumbé apoyando la cabeza en sus piernas. En ese momento me dí cuenta de que llevaba la misma colonia que Arturo. Me eché a llorar, sin querer, cosa del alcohol.
-¡Ey! ¿Por qué lloras? Me llamo Alex, soy el mejor amigo de Marcos- Me dijo con una voz grave pero suave, una voy que en ese preciso instante me pareció muy sexy.
-Iciar. No lo entenderías, son cosas de chicas, además, ¿Qué edad tienes? Pareces pequeño como para estar en una fiesta de mayores eh.
-Tengo 16 años e intenta explicármelo. -Me respondió mientras me sonría.
-Esta semana pasada de vacaciones estuve de vacaciones con mis padres en Granada. No me gusta mucho irme con mis padre de vacaciones, pero bueno...El primer día que llegamos apartamento me dí cuenta de que era un edificio todo de abuelos y de familias, excepto un piso, el piso de delante de nuestro apartamento. Mientras subíamos las maletas él bajó por las escaleras y como si de una película se tratara nos quedamos mirado, como si el tiempo se parara. Yo bajé la cabeza y sonreí y el siguió mirando con sus grandes ojos verdes.
-Pero, espera, espera...¿Todo esto es por un chico? ¿Qué edad tenía para estar en un apartamento él solo? -Alex me miraba extrañado, esa cara me hizo mucha gracia, lo que me hizo sonreír.
-Tenía 20 años y si me dejas acabar...Esa noche me quede en la terraza del apartamento, era una terraza enorme. Él también estaba en su terraza, se asomó y comenzamos ha hablar. Fue una conversación muy amena y divertida. Me dí cuenta de que teníamos muchas cosas en común y al día siguiente quedamos para ir a dar una vuelta por la tarde. La semana que yo estuve allí fue totalmente perfecta, tardes en la playa a su lado, paseos por Granada y noches en su terraza o durmiendo con él.
-¡Uy, uy, uy! Durmiendo con él... -Nos echamos a reír.
-No hicimos nada, sólo me gustaba dormir con él, su colonia me encantaba y dormir mientras me abrazaba era una de mis octavas maravillas en ese momento. La penúltima noche que estuve con él se me escapó un te quiero, él solo hizo una mueca, nada más. Sentí que algo iba mal, pero no le dí importancia. A la mañana siguiente el no estaba, había tenido que salir a trabajar y sólo me había dejado una nota en la que decía que Lo siento mucho, me encantas, pero nunca digo te quiero y no quiero que nadie me los diga. Y a partir de ahí ya no le volví a ver nunca más, volví de Granada y desde ese momento estoy de bajón. Y bueno, tú llevas su colonia.
Entonces, giré la cabeza hacia la puerta y mientras me adormecía a causa del cansancio y del alcohol un chico entró de la mano de una chica muy alta, de una larga melena rubia. Parecía una modelo. El chico se me quedó mirando, unos ojos marrones intenso penetraron en los míos. Parecía que me estuviera leyendo la mente. Mientras me quedaba dormida el chico entraba en la habitación de al lado de la mano de la rubia. Esos ojos no los iba a poder olvidar.