Capítulo VII

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—Buenas noches. Adelante, por favor.

—Gracias, muy amable —respondió el ambarino a la joven que estaba dando la bienvenida en la inauguración.

—¡Esto es hermoso! ¿No te sientes como si estuviéramos en París? —preguntó Kikyō a su esposo luego de ingresar al lugar.

—Sí, parece que llegamos a Francia —le sonrió al mismo tiempo que sus ojos hacían un recorrido por la tienda.

La decoración era impresionante, cada pequeño detalle estaba contemplado a la perfección.

InuYasha conocía muy bien a Kagome, sabía que ella no iba a dejar ningún cabo suelto si se trataba de su trabajo, él mejor que nadie fue testigo de todo el empeño que la azabache le puso a su carrera cuando estaba estudiando.

La tienda de modas era enorme.

En cada rincón se podían apreciar las creaciones exclusivas de la diseñadora. En el centro del lugar se encontraba una pasarela y muchos asientos a su alrededor, era evidente que habría una exposición. Al fondo, un bartender se encargaba de preparar diferentes cócteles y los meseros estaban a cargo de repartirlos junto a los bocadillos. Definitivamente, Kagome Higurashi había cumplido uno de sus más grandes sueños.

—Buenas noches, InuYasha, Kikyō —saludo Hanagaki a la pareja que acaba de llegar— Qué les parece todo esto, ¿espectacular, cierto?

—Mucho —se limitó a decir InuYasha, quien tenía un sentimiento agridulce atravesándole el pecho—. Veo que vinieron temprano.

—Sabes que la impuntualidad no es lo mío —comentó Sango con una sonrisa de medio lado—. Kikyō, luces muy hermosa. Me alegra verte.

—Gracias, Sango. Tú también luces hermosa. —Sano quedó impactada por la delicadeza de su vestido—. Un día de estos me llevarás a la tienda en la que compras tus atuendos, son preciosos.

«Si supieras la verdad» pensó mientras le sonreía y asentía con la cabeza.

Un mesero llegó con una bandeja de tragos y bocadillos, las parejas agradecieron y tomaron cada uno una copa para degustar y compartir.

Se podía observar que las personas invitadas a la inauguración eran los diseñadores más reconocidos de la región, también estaban presentes los más populares medios de comunicación. InuYasha sentía que ellos desencajaban un poco en la reunión al no poseer ningún tipo de conocimiento sobre el tema, pero habría sido una descortesía rechazar la invitación o... ¿qué era lo que realmente lo hacía sentirse fuera de lugar?

Repasaba uno a uno el rostro de las personas, miraba de un lado a otro la tienda, observaba a los camarógrafos tomar fotografías de cada uno de los vestidos. Entonces, ¿por qué? ¿Por qué demonios de repente sentía tanta rabia? ¿Por qué su mente siempre le hacía estragos? Eso era absurdo. Él no tenía ningún motivo para tener ese tipo de sentimientos.

—InuYasha —Miroku puso la mano sobre el hombro de su amigo para sacarlo de sus pensamientos—, te queremos comentar algo —esbozó clavando los orbes azules en los dorados del arquitecto para que este entendiera que debía salir de su burbuja—. Sango, por favor.

Tarde [InuKag]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora