Cap. 9: Por supuesto, un festival y más malentendidos.

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—Detrás. Peligro —me avisó mi navegador de abordo.

Giré los mandos de mi mecha y allí estaba, la nave enemiga. Una fragata de aspecto imponente me disparó a modo de saludo.

Allí, en el vacío y frío espacio estábamos los dos: El buque insignia de la violenta raza Drihart en su nave verde oscuro llena de pinchos y torretas por igual y yo, el Almirante  Akihiro D. Mon, Heraldo de la Humanidad, en un mecha de última generación Maid-Ko equipado con cañones láser y decorado como si de una sirvienta gigante se tratase.

Viendo que negociar con ellos sería imposible, disparé de vuelta: giré los mandos y pulsando un par de botones los dedos del mecha apuntaron a la nave y dispararon haciendo un ruido vibrante. El disparo se dispersó a través del escudo enemigo.

Cuando me preparé para cargar un segundo disparo algo golpeó el hombro de mi mecha por detrás, lo que me sacudió e hizo que mi compañera, una alférez rubia de rasgos afilados, gimiera de dolor.

Volteé los mandos y lo que vi no me gustó nada. Otras dos naves similares a la primera dispararon, esquivé sendos disparos por poco pero la situación era nefasta: estaba rodeado.

Pronto empecé a disparar aquí y allá como pude. La voz de la nave avisaba de vez en cuando con una voz queda llamando al "peligro".

A cada disparo que intentaba evitar sufríamos daños, una alarma empezó a sonar, mi compañera gimoteaba en su asiento. Me sentía inútil. Da igual lo que hiciera, no podía cambiar mi destino ni el de la humanidad. Me dejé caer en mi asiento y acepté lo que se venía: Tres rayos a la vez me eliminaron de la galaxia.

* * *

Cogí aire y miré asustado a mi alrededor. Estaba en la caravana que nos había dado Grüenar.

Todo había sido un sueño... bajé las manos y miré los mandos de la nave que había estado pilotando: Uno era un cuerno curvado hacia atrás y estaba unido a una dragona con aspecto humano que ronroneaba placenteramente en sueños. El otro era un cuerno de madera pulida y su dueña me estaba mirando con los ojos muy abiertos en una expresión avergonzada, y si las dríades pudieran sonrojarse, seguramente lo estaría haciendo. Moví mi mano y Dandel contuvo un gemido y bajó el rostro contra mi abdomen. Definitivamente ella era la voz de la chica de mi sueño.

—Pervertido —dijo la voz del navegador de abordo, que ahora era un androide con traje de sirvienta —. Llegamos.

La madrugada estaba a punto de dar paso al amanecer y encontramos la entrada a un pueblo cercano a la montaña con un cartel rezaba "Vallefresco".

Shaena estaba durmiendo profundamente al otro lado del carro, y aproveché para reordenar mis pensamientos...

* * *

Cuando acabamos de comer, Grüenar nos guió hasta la salida norte. Sorprendentemente, no tardamos mucho. Tras recorrer un par de pasillos, el tramo final fue una tubería secundaria bastante amplia que ascendía. Todos menos Grüenar y Ziev tuvimos que agacharnos para salir.

—Aaah, aire fresco. Sienta bien, ¿No?

«No sabes cuánto». Según me daba la brisa en la cara la opresión del pecho se iba reduciendo.

—Bueno, Grüenar, gracias por todo —dije tras respirar profundamente.

—Espera, espera, ¡que hay más!

Bajó correteando y le seguimos intrigados.

Detrás de unos arbustos había un pequeño recoveco donde un carro y un pequeño establo con dos de esas aves que usaban aquí de montura parecían estar esperándonos.

Lo que sucede cuando morimos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora