Andrea había obtenido un logro, quizás no era el más grande de su carrera, pero había atrapado a uno de los peces gordos de una lista de fugitivos, tanto en el mundo muggle como en el mágico. Y debía reconocerlo, le producía alivio después de los meses difíciles que vivió. La tranquilidad reinaba, aunque levemente, en la casa de los Green. Entre sus ocupaciones en el Ministerio de Magia, la academia, los mismos entrenamientos y los asuntos personales, toda esa paz se esfumaba como vapor. Mientras que Dayra estaba por comenzar su quinto curso en Hogwarts, uno de los más importantes, lo que marcaría un parteaguas para su vida, y su carrera. Durante sus últimos días de vacaciones, se encontró afuera, en el jardín, cepillando el pelaje blanco de Kirlly, cuando su atención fue interrumpida por una lechuza que se posó a su lado. Se trataba de la carta del colegio e iba acompañado por el usual recordatorio de que el curso empezaba el primero de septiembre; el otro decía qué libros iba a necesitar para el año que daría inicio: El Libro Reglamentario de Hechizos, Nivel 5 de Miranda Goshawk y Teoría de la Magia Defensiva de Wilbert Slinkhard. No se dio cuenta del pergamino extra que traía el sobre hasta que algo color verde y plata cayó en su mano.
—¿Prefecta? ¿Yo? —Eso le sorprendió, realmente no lo esperaba—. No lo creo.
—No crees, ¿qué? —preguntó su hermana, quien estaba revisando su portafolio antes de irse.
—Me nombraron prefecta —respondió indiferente, aunque, por dentro, estaba emocionada—. Ya sabes, ahora tengo poder.
—¿En serio? —dijo incrédula, fijando la vista en la carta—. Guau... —Guardó silencio unos instantes—. Felicidades.
—Lo olvidaba, qué vas a saber de esto. —En su voz había algo de malicia—. Tú no lo fuiste, ¿verdad?
—No. —Trató de responder con serenidad—. Nombraron a Mena y a Gus.
—Y a Mariana.
—Sí, ¿y qué? —A ese punto, el enojo empezó a brotar.
—Nada, nada. Ni en el quidditch lograste nada.
—¿Será porque me lesioné el brazo y tuve que renunciar al equipo? —respondió de una manera muy tosca—. ¿O acaso de eso no te enteraste?
—Me queda claro que tus amigos fueron mejores que tú. Siempre, alguien lo fue. —Dayra sabía que esas palabras eran un golpe bajo, pero seguía molesta con ella.
—Cuida lo que dices... —Alzó el dedo como advertencia, tratando de no caer en una discusión.
—Sólo te estoy diciendo la verdad, hermanita —mencionó ella con tranquilidad—. Por cierto, toma. —Le puso un sobre en la mano.
—¿Qué es esto? —La confusión se reflejó en su cara, olvidando el enojo de unos instantes atrás.
—No quiero tu dinero. Puedes ahorrartelo, al igual que tus disculpas.
—Dayra...
—Hablo enserio. No te importó dejarme plantada, así que...
—No te dejé plantada, sólo no pude acompañarte.
—Como sea.
—¿Sabes que atrapé a uno de los magos más buscados? —De nuevo, el enojo comenzó a brotar en ella—. ¿Te enteraste si quiera que esto me ayudará a mi carrera?
—¿Y tú enteraste que eres una egoísta? —Ambas chicas se miraron por unos minutos, de una forma muy resentida; la tensión se sentía hasta que Andrea decidió romper aquel contacto visual.
—Se me hace tarde. Felicidades por tu nombramiento —dijo irritada antes de irse.
Luego de ese encuentro, Dayra entró a la casa con su perro. El orgullo de Andrea estaba herido al recordarle que nunca logró ser prefecta; para ella, todavía era doloroso haber perdido la oportunidad de tener autoridad en el equipo de quidditch, y más, cuando sus amigos paseaban por los pasillos quitando puntos a los que rompían las reglas. A Dayra no le remordía la conciencia restregar su insignia, de hecho, la situación le satisfacía. Aquella noche, evidentemente, Andrea no llegó a cenar y su hermana supuso que se debía a que no tenía el valor de verla; en esos momentos, le daba igual si llegaba a dormir o no. El día de la partida, Matt acudió, con sus cosas, a la casa de su amiga para irse con ella. No hubo el caos matutino, todo ya estaba arreglado para ires y una vez dentro de la estación, pasearon cerca de la barrera entre las plataformas nueve y diez hasta que todo estuvo despejado; entonces, uno por uno se inclinó sobre ella y entraron en el andén nueve y tres cuartos, donde estaba el Expreso de Hogwarts emitiendo vapor negro.
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El vuelo del fénix
Hành độngEs momento de enfrentarse a la vida, la clases y calificaciones terminaron. Es momento de aceptar las consecuencias si no estás en el bando correcto. Lo que uno haga perjudica en la familia; prejuicios y errores del pasado alterarán el presente y qu...