67. Manigua

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Se insiste, camina o corre por la alfombra

De ropajes y todo lo material despojados,

Calcando la ruta a la meta, en un momento

Eran tristes dolores a espaldas que retrasan.

Es el amargo y crudo habitad de los pasos

Con un futuro de gran calzado, fuerte pisada,

Lugar de pasos que creían en las trochas seguras,

Han pasado en un instante, a viejos y cansados.

El agobiado caminar que se disuelven

Con el pasar de arrogante ignorante tiempo,

Pasos bautizados como: especie de extintos

Pasos, que sin importar su amplia edad, se pierden

Debajo de vestimentas sin tallas ni medidas,

De las diferentes telas, diversos y andantes.

Allí las penurias no tienen quien las ahuyente,

Bajo las viejas plumas planas y árboles

Marchadas, apiladas huellas se han convertido

En las tristes, viejas vías de una especie,

Que de la hambruna desolación sola emerge.

Huellas que miran de cerca la putrefacción.

La tierra con lágrimas se consume así misma,

La huella: Testigo de rastros que se endurecen,

Tiemblan ante los que maraña adentro se pierden,

Las rutas doblegan, pero nunca a la voluntad.

Ante la ausencia excesiva de lágrimas,

Llueven los penosos y tristes arrepentimientos.

Crudas realidades ocultas en lo inhóspito,

Donde la ley se cubre con un grueso traje mordaz.

Escalofriante miedo que parece confundirse,

Con la necesidad que tiembla en las piernas,

Con esa fuerte insistencia por continuar,

Desconociendo lo que hay pasos adelante.

Llueve amargo en los paisajes de la piel,

Ocultas bajo gotas los pasados insomnios,

Las noches bajo las velas de los pensamientos

Que corren sin parada; a la mente, le son infiel.

Anchos lamentos, gritos de ayuda y piedad.

Llueven desesperadas suplicas a los amantes

De los extensos y nuevos caminos errantes,

Rieles donde rueda la imparable voluntad.

Agudo dolor, que se acarician con la pena,

Se estrecha en sábanas del extraño peligro,

La ausencia de una vieja o familiar mano,

La falta de familia, llora angustias lejanas.

Es ignorante la lucha de quien arremete

Con su propia vida para buscar una mejor luz.

Esos son capullos en donde nacen el ímpetu,

Caudales de penas, ante el mundo, insurgentes.

Agonía, miedo, tristeza, la cuna que alberga

La muerte como el camino a un mejor puerto,

Allí llueve a cantaros el triste recuerdo,

De una casa una tierra, una ausente familia.

La escasa misericordia bañada en tierra

Y de los baldíos barros, vestida de chamizos,

Podrido, agrietado, roto, mojado plumón;

Que deja aquellas viejas, gigantes verdes varas.

Y la bondad florece vestida sin tranquilidad;

Se oculta bajo esos harapos despojados,

Calzando el amplio dolor, el cansancio ajeno.

Muere de rabia porque piedad no la acompaña.

Allí los hambrientos, pequeños pasos inocentes,

De niños que caminan solos en tierras baldías,

Quien por su vida vela, se ha dejado atrás.

Anda bajo pelotón que desconoce parientes.

De frente ante las brisas ajenas, el lodazal.

Esas pendientes, no llevan a ningún edén,

Es más, el viaje en busca de la señora muerte,

Trayecto, escalones, la ruta hacia el diablo.

Son esos senderos del purgatorio donde nacen

Y florecen esos demonios de la perversión;

Esperan los ignotos sosegados en cansancio,

Para hostigar sus agonías, que buscan el norte.

Las estrechas autopistas para los extraviados.

Trayectos que en esos tiempos de poca soleadas

El polvo intoxica al aire, su alma y vida,

Y en invierno busca detener aquellos pasos.

Allí marejada boscosa teje telarañas,

Amplias y cansadas carreras por salir pronto,

Hay voces lloronas y, esos lenguajes que pocos

Entienden; entre el pelotón poco deletrean.


D. Alexander M. G

Fugaz instante (timón del momento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora