La ciudad vestía de luto. Las nubes teñian el ambiente con un fino velo de oscuridad, confiriendo al entorno un halo de matices grises, apagando los colores hasta dejarlos sin luz. Un día más, un chico menos. Era el titular del día entre las gentes, que repetían aquella frase, reflejo de un pasado sombrío y augurio de un futuro siniestro y fúnebre. Desde hacía semanas, las desapariciones habían asolado a la ciudad como una plaga sigilosa, que se llevaba a la gente sin hacer el menor ruido, sin dejar rastro ni marcas. Lo único que dejaban era un vacío más en el barrio. Una existencia menos, una vacante de trabajo más. Emma prestó atención a los murmullos, que recorrían el barrio obrero donde vivía como ráfagas de viento, revoloteando de persona en persona y arrastrando la noticia por todos los rincones. El rumor de voces indicaba que el nuevo desaparecido era Benedict Gastrell, un chico que laboraba en los altos hornos de Murkington. La ciudad era conocida por su despampanante desarrollo industrial, en el que despuntan la siderúrgia y el textil como producciones estrella, y el elevado número de obreros empleados en ambas tareas. El barrio proletario constituía dos tercios de la extensión de Murkington, siendo la fracción restante el ostentoso distrito de parques, palacios y salones donde residían los más pudientes. Familias que, ya fuera por títulos y honores o por fortunas amasadas mediante la floreciente industrialización, vivían ajenos a la miseria imperante a escasos pasos de su idílico mundo de ociosidad y diversión cargado de bailes, teatros y eventos que decoraban su existencia con chispas de champán, refulgentes sedas y risas de fruición baldía. Sin embargo, en los arrabales del proletariado, donde obreros y desempleados ante el exceso de fuerza productiva salvaban los días como meramente podían, las centelleantes motas de sus vidas no eran burbujas de champán, sino los refulgentes y feroces brillos que desprendían las chispas de los hornos al danzar en el fuego. Las lustrosas sedas allí se tornaban en toscas lanas y las risas que brotaban no eran más que el escondite de llantos y preocupaciones que nadie debía advertir. Dos mundos tan opuestos que componían diferentes realidades, las cuales nunca llegaban a encontrarse. Dos escenarios que se contraponía entre sí, los cuales nunca se relacionaban pero cuyas representaciones quedaban inexorablemente relacionadas. Las acciones de unos influenciaban al guión, escenografía y actuación de otros y viceversa. Emma pensó en ello mientras las conjeturas y teorías de la gente se dispersaban en sus oídos. Unos decían que todo este asunto era un artimaña de los empresarios, que "callaban" a los obreros que causaban problemas en las fábricas.
-Tal vez el chico no era lo suficientemente productivo- Comentaba una mujer menuda, que iba acompañada de un encantador jovencito aferrado a su mano
-Eso es una estupidez Sussan- argumentaba un hombre mayor, que balanceaba el labio superior donde descansaba un bigote rígido y ceniciento- Lo habrían despedido sin remordimientos y habrían contratado a cualquiera de los hombres que buscan un puesto de trabajo cada día-Se secó la nariz con la manga de su roñosa camisa, cuya tela parecía café envejecido-Son unos malnacidos esos burgueses que hacen lo que quieren con nosotros. Para ellos no somos más que piezas de ajedrez, y sí hay que sacrificar a un peón por el rey, no tendrán remilgos en hacerlo-
-Por eso mismo Jacob- aferró la mano pálida y escuálida del niño con protección-Somos títeres, y toda obra de teatro tienes un límite de actores. Hay gente tirada en cada callejón donde poses la vista, por Dios. Llega gente de todo el país, de todos los rincones del campo, para hacerse con un puesto en el mundo industrial, y estamos en un momento en el que el excedente de personas es insostenible. Nuestros barrios no pueden dar techo a más familias, y cada nuevo sector que construyen es peor que el anterior. Los diseñan y erigen con prisas, en unas condiciones nefastas. Hasta las ratas viven mejor que nosotros. Sobra gente, y deshacerse de ella es lo más ventajoso para ellos.- carraspeó mientras alejaba el rostro de Jacob. Emma percibió un tono carmesí brotar de sus labios. El hombre tomó un harapiento pañuelo y se lo extendió a la mujer-Toma, quédatelo anda-
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Al Caer La Noche
Historical FictionLas sombras son susurros y secretos que nadie debe conocer...y quien pretenda alumbrar la oscuridad, corre el peligro de ser atrapado por ella. Finales del siglo XIX. Una importante ciudad industrial. Un misterio y una joven cuya única arma es un ca...