CAPÍTULO 11. INOCENCIA.

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Música espléndida sonaba en el gran salón con fuerza dando un ambiente inolvidable para todos los invitados dentro del lugar, meseros llevando de un lado a otro copas llenas de vino y champagne, cortesía del duque del norte, que había dado un gran regalo a los novios, junto a un lindo alajero de joyas para Lady Elizabeth, quién agradeció enormemente antes de que su esposo se diera cuenta. La familia Traipipattanapong disfrutaba hablando con amistades nuevas que felicitaban a la madrastra del chico por se una excelente figura matrimonial, claramente Jennyfer agradecía que nadie conociera a Gulf realmente, y que nadie supiera que tuvo que batallar mucho para convertir al chico desvergonzado en un príncipe de cuentos, casi lograba igualar a su hermano, pero a estás alturas, ya no importaba, su trabajo estaba hecho, había un matrimonio y un futuro poder en sus manos. Ambas familias se regicijaban de alegría, Lord Jongcheveevat estaba más tranquilo al pensar que su apellido seguiría siendo dueño del título, muy pronto podría tener a su primer nieto varón, su heredero, Mew aprendería a educarlo adecuadamente para convertirse en el gran Lord Jongcheveevat, ya imaginaba a él pequeño igual a él, con su mismo carácter y sus mismos modales, le daría a Mew lo que quisiera, con tal de tener a su nieto cerca.

Pero regresando con los novios, ahora mismo se encontraban separados, de un lado, Mew hablaba con Max y algunos otros caballeros, ambos jóvenes se sentían incómodos, pues las conversaciones no iban mucho con sus opiniones e ideales, además de que eran los más jóvenes del grupo.

- Un matrimonio donde nunca ves a tu esposa, es mucho más satisfactorio que un matrimonio donde le veas la cara todos los días, yo no soportaría convivir con mi mujer más de doce horas, ¡Maldición! Es irritante, creé que tengo todo su tiempo, ellas solo están para darnos herederos y listo, se les paga con joyas y vestidos -

- Estoy de acuerdo, mi esposa y yo no nos podemos ver a la cara, ella es feliz viendo en la ciudad, y yo en el campo, es muy sencillo y ambos ganamos - habló un hombre de cuarenta años sonriendo.

- Veo que sus vidas matrimoniales son... Algo peculiares - dijo Max de forma burlona.

- Bueno, cuando te casa, solo tienes dos opciones, amargarte la vida conviviendo con tu pareja, o ser feliz conviviendo solo lo necesario -

Max sonrió con ironía.

- Imagino que a sus hijos no lo ven más de dos veces al año, después de todo no viven con usted tampoco - dijo aún irritado por la actitud de ese hombre.

- Mis hijos tienen todo, no les hace falta nada, así que no les importa si me ven dos veces o nunca -

Mew rodaba los ojos ante las palabras tan estúpidas de un típico hombre aristócratas de sociedad inglesa, el único que parecía no estar muy de acuerdo con esa posición era su mejor amigo Max, pero lejos de ellos dos, los demás estaban seguros de que su opinión era la más importante, y creían que hacían un favor al contar las "verdades del matrimonio", sus palabras describían a sus mujeres con aberración, como si de viles objetos se tratarán, y con gran pesar buscaban algo de afecto en sus palabras, para terminar concluyendo que esos hombres no tenían ni una pizca de sentimientos hacia sus esposas.

- Mi vestido fue el más costoso de toda la fiesta, era lo menos que podía regalarme después de darle tres hijos, y todos hombrecitos, educar a tres hombres siempre es agotador - habló una mujer dentro del círculo que había secuestrado a Gulf de la protección de Gun.

- Los hombres piensan que tener un bebé es igual que cocinar, ellos solo comen, nunca están en todo el proceso y después se quejan del porque somos tan exigentes con los regalos - habló otra.

- ¡Oh! Querido, más te vale pedirle por lo menos una mansión después de tener a tu primer bebé, mira que ellos son unos ingratos que solo buscan tener una pareja modelo que sea una máquina de hacer niños - aconsejo otra que lo tomo del brazo, Gulf asintió incómodo.

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