4 de octubre de 1954

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Salí al patio de mi casa como siempre lo hacia los fines de semana para tomar algo de luz de luna y relajarme después de una atareada semana de trabajo. Me senté sobre uno de los sillones aterciopelados. Dejé mi taza de café sobre aquella antigua mesa de madera y fierro que tenía en frente, miré a los árboles lejanos que habían al final de mi parcela y pude distinguir algo que se movía entre ellos, con mi pobre vista tan solo veía manchas en las cuales percibía una figura pequeña como la de un niño con una gran bola naranja por cabeza. Tome mis gafas y rápidamente me las coloque, así alcance a divisar esa figura borrosa que se asomaba por los árboles, definitivamente no era como ninguna de las criaturas que había visto en el refugio o incluso ninguna de las que me había topado caminando asolas por el bosque. no era un animal, no era criatura, ni un hada, ni un duende; era un chiquillo con una calabaza por cabeza.

Querido FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora