Frente a un escritorio empolvado, en medio de un sinfín de cubículos de esclavizados trabajadores, se haya una persona, un hombre roto, sin esperanzas, abrumado por el pasado, asustado por el mañana y aterrado por el ahora, mirando fijamente un muro de su pequeña y compacta oficina, mientras la diminuta linterna que ilumina su espacio parpadeaba al compás del reloj de pared que se encuentra a un lado suyo, en una decolorada y apagada tonalidad amarrilla, opacada por la inexpresiva e intensa luz blanca proveniente de las grandes farolas que se haya sobre él, luces que destroza más la moral de todos los hombres caídos en desgracia que fueron a parar en aquel lugar, esclavos de un sistema que les obliga a entregar sus vidas a avariciosos empresarios a cambio de un poco de dinero para llevarse algo a la boca y no morir de hambre, pero esto no siempre fue asi, no siempre estuvieron resignados a caer en un simple trabajo de ratas, seguro que antes todos estos hombres tenían sueños, tenían aspiraciones, tenían metas, tenían... familias. Uno de estos era Damián, quien constantemente se cuestiona si realmente debería estar ahí, reprochándose día a día el por qué aún no se había marchado, maldiciendo el instante que lo llevo a este lugar, todo esto lo acompleja y hace que dedique largas noches de insomnio a dar vueltas en su cabeza a cada una de estas cuestiones, llenándose de resentimiento y dolor, encerrado en su pequeña prisión, inerte, sin poder hacer nada al respecto, resignándose mientras cierra con fuerza su puño en un intento de calmar las penurias causadas por aquel pasado que lo persigue y atormenta cada momento de su vida, pero entonces... el cede, liberando el aprisionado aire atrapado en sus manos y deja que los recuerdos fluyan en su destrozada cabeza, y entonces recuerda, su mirada se pierde y sus ojos se quedan en blanco, con un único y apagado destello en sus ojos, una destello que... lo transporta...
Dentro de la memoria de Damián, un recuerdo inunda su vista por completo y se reproduce cual casete de película vieja, lo recuerda todo, la fresca brisa golpeando su rostro con fuerza, las gotas de agua chocando con fuerza contra el parabrisas de su automóvil, la fría y oscura carretera sobre la cual transitaba aquella noche de otoño, las hojas secas de los árboles se arremolinaban tras la corriente de aire que generaba su vehículo al pasar junto a estas, el cual hacia vibrar las rocas del suelo en su implacable paso sobre las mismas, mientras nuestro acabado hombre podía recordar el tacto de sus manos, él lo sentía, recordaba la sensación del cuero sintético del volante que, en ese instante, aplastaba con fuerza, haciendo marcar sus nudillos en una tonalidad blanca y pálida, puede sentirlo de nuevo, el miedo, la impotencia, la inseguridad, pero no es hacia él, en ese momento algo cambia, su mente se vuelve a nublar y una nueva sensación aparece, entonces despega la mirada del frente, la cual hasta hace unos minutos mantenía clavada y fija hacia el camino, para ahora dirigirla al medidor de velocidad.
Damián: "120 kilómetros... vamos hojalata necesito más velocidad... por favor... ella lo necesita". - Se dice a sí mismo para sus adentros
En ese momento vuelve a cambiar el enfoque de su mirada, pero esta vez hacia el espejo retrovisor, y entonces la ve, ella volvía a estar ahí, su amada mujer, recostada y sufriendo, mientras en su vientre cargaba con el regalo de la vida que ella y su esposo habían concebido, pero su bello y delicado rostro era dominado por una agonía que denotaba en la expresión de dolor dibujada en su cara, una agonía como ninguna otra que ella haya sentido, mientras luchaba para resistir un poco más, confiada en que su amado marido la llevaría a salvo hasta donde su dolor podría ser apaciguado, entonces el ambiente se torna cada vez más tenso y pesado, el aire se hace difícil de respirar y el clima del vehículo no es capaz de contrarrestar los estragos causados por el frio con el que el exterior cubría a nuestros protagonistas, el silencio dominaba el espacio cual pudor en una iglesia, pero entonces ese delgado hilo de tensión es quebrantado por la tenue y gruesa voz de Damián.
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UROBOROS
Science FictionTras perder todo lo que tenía, Damián se une a un extraterrestre llamado Dante, quién le ha ofrecido ser más de lo que alguna vez imagino, fungir por una causa mayor, reconstruir su vida, ser un héroe fuera de este mundo, nuestro protagonista se ade...