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(POV AOMINE)

Desperté, envuelto en la calidez que el cuerpo de Tetsu me brindaba. El roce de su acompasada respiración producía cosquillas en mi cuello, y aunque hice lo posible por no reír, fue imposible no sonreír al contemplar su rostro sereno, carente de cualquier preocupación.

Estábamos avanzando, en todos los posibles sentidos que eso significara.

Recostados en ese futón parecíamos haber encontrado un refugio para él, un descanso para mí, una familia para... Maldición.

Reticente, me obligué apartar la mirada para llevarla en dirección a donde debían descansar los gemelos. Para mi sorpresa, ambos futones habían sido recogidos y uno de los dueños vigilaba por la ventana, asomando la nariz entre las cortinas con la mirada clavada en algún punto lejano del exterior de la casa.

Observé en silencio sus muecas, el ceño fruncido que se acentuaba en su frente cada que cerraba la cortina en su totalidad antes de volver abrirla y seguir vigilando. Repitió la acción unas cuatro veces, cada una más violenta que la anterior hasta que los rayos del sol empezaron a colarse y el ruido hizo removerse inquieto a Tetsu.

—Para con eso, lo despertarás —dije, conteniendo un bostezo.

Dio un respingo en su sitio antes de que su mirada se clavara en mí con sorpresa y cierto enojo. Vaya a saber el cielo que lo tenía de tan mal humor.

—¿Akio ya fue el instituto? —opté por ignorar su ceño fruncido, concentrándome en las instrucciones que el día anterior Akashi había hecho llegar.

Apretó los labios, respondiendo en un tono seco.

—Eita fue al instituto.

Mantuvimos la mirada por unos segundos, él proyectando su enojo, yo conteniendo todo impulso por soltar una segunda pregunta seguida de una nueva maldición. ¿Dónde habían quedado los días en que se podía dormir sin preocupaciones? ¿O aquellos en los que despertaba pensando solo en el contenido del desayuno?

El primero en apartar la vista fue Akio, husmeando por la ventana una última vez antes de abandonar la sala.

Dejé caer la cabeza hacia atrás y solté un resoplido molesto, perdiendo la vista en el techo. Tetsu pasó el brazo por mi cintura, aún dormido y ajeno a la aventura autoimpuesta que ahora un gemelo afrontaba.

Tomar el móvil para buscar el contacto del fugitivo no requirió de ningún esfuerzo. Por otro lado, decidir si debía llamarlo o no era un asunto diferente.

Su nombre parecía invadir la pantalla del móvil, de la misma forma que un letrero enorme de esos que suelen exigir la atención apenas se pone un pie en la calle. Gruñí y protesté reiteradas veces en mi fuero interno, obligando a mi cerebro a deshacerse de los últimos rastros de sueño para enfocarme en el presente.

Como si el problema con Eita no fuera suficiente, Akio parecía haber decidido que era buen momento de ofrecer un concierto conformado por el ruido de utensilios cayendo o estrellándose contra la mesa de la cocina, una prueba clara de su estrés.

—Si se pone idiota lo pondré a trapear —rezongué, apagando la pantalla.

No tenía caso llamar a Eita, las probabilidades de que regresara a casa por las buenas eran una en un millón, por lo que solo me quedaba encargarme de la amenaza en la cocina. Todo esto, antes de que el ruido terminara por despertar a Tetsu.

Con sumo cuidado deshice el agarre de su abrazo y reemplacé mi figura con una almohada. La afortunada no tardó en ser abrazada mientras él volvía acurrucarse bajo el edredón.

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⏰ Última actualización: Jun 08, 2022 ⏰

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