Un minuto... ¿Tú no estabas muerto?

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La tetera chilló indicándome que el café que había puesto a hervir unos minutos atrás estaba listo, me coloqué unas manoplas de cocina que saqué de las divisiones que estaban al lado de la estufa y coloqué la tetera sobre la encimera de la cocina.

Estaba estresada, ¿la razón?, Stephan no llegaba y él se había comprometido antes a llevarme al súper, eran las nueve y media de la mañana, y desde hace unos minutos ya tenía que estar en el supermercado para comprar los ingredientes para la comida y el pastel del cumpleaños de Cass.

Horas atrás el señor Faddei había vuelto a llamarme recordándome que solo faltaba un día para los 22 años de Cass y tenía que ir preparando el pastel y la comida; al principio me pareció extraño ya que la costumbre que yo tenía era que el pastel se hacía o se compraba el mismo día, pero aún así obedecí a las reglas. Tenía un cargo el cual me había colocado yo misma y era cumplir todas las ordenes perfectamente así tal vez hasta podría ganar más dinero.

El señor Faddei durante la llamada también me había dicho el código para poder entrar en la White room y me había explicado como abrir la puerta sin poner la huella, solo con la contraseña bastaba para entrar, y tomar el dinero que necesitaba. Ya había ido, de hecho en el bolsillo de mi pantalón se ocultaba un paquete de billetes; también había agarrado un nuevo tubo de pastillas pero estas si las había guardado en una de las gavetas de la cocina.

Tomé una taza donde vacié un poco de café para beber antes de salir de la mansión y cogí el celular para llamar a Stephan.

Primer repique.

Segundo repique.

Pero al tercero sonaba un tono molesto que hacía eco en mi oído, y este quería decir que tenía el móvil apagado, o simplemente no tenía buena cobertura, luego se cortaba.

Maldecí, y pegué la taza no tan fuerte contra la mesada cuando volví a llamar y se volvió a cortar.

—Vamos, Stephan, responde—dije entusiasmada y casi feliz porque esta vez repicaba más, pero entonces se cortó otra vez.

Estaba obstinada, pero de repente un sonido tocó mis oídos y logró captar mi atención. Era de una bocina.

Me tomé rápidamente lo que quedaba en la taza y salí a ver, ya que el sonido provenía de afuera. Y lo que vi me dejó feliz e impresionada.

Una Chevrolet Chevelle permanecía aparcada a unos pasos de las escaleras para entrar en la mansión, y a través de las ventanas del vehículo podía notar los ojos verdes oscuros de Stephan viéndome fijamente, y sus manos apretando el volante.

Enseguida me apresuré a caminar hacia el auto, me monté en cuanto comprobé que la puerta no tenía el seguro activado y saludé a Stephan con un roce de mejillas suponiendo un beso en esa zona.

—Hola, Alex—sonrió y se acomodó en el asiento.

—Hola, Stephan.

—Lo siento por no avisarte que estaba acá afuera—tomó el teléfono que se encontraba cerca de la consola central y tocó la pantalla haciendo que esta misma se encendiera—. No hay muy buena señal en este lugar.

—Si, lo sé. También traté de llamarte pero no había suficiente cobertura.

—Odio cuando sucede eso.

—Yo igual.

Hubo un lapso de silencio que se deducía como incómodo.

—¿Y bueno, a dónde necesitas ir?—habló el chico para despejar ese silencio, como si hablar era la única opción para no pasar vergüenza. Había notado una pizca de nerviosismo y rapidez en lo que dijo.

CASS don't let it outDonde viven las historias. Descúbrelo ahora