Beso, fiesta... y una nueva mentira que inventar.

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—Todo Salió excelente—deslicé mis dedos con mucho cuidado por un vaso de cristal mientras el hilo de agua que caía del grifo del fregadero se resbalaba en mi mano.

—Que buena noticia, señorita Alex, ya sabe que, Cass, debe estar así hasta el domingo. Luego de allí regresará con sus reglas de siempre.

—Sí, señor Faddei. Entendido—asentí con cuidado de que el móvil no se cayera del agarre en mi hombro y mi oreja, y coloqué el vaso y dos tazas en el escurreplatos.

La voz del señor Faddei se pausó en el aparato para remplazarse por mi tono de llamada e inmediatamente pasé mis manos húmedas por el suéter para desecarlas y coger bien el móvil.

<<Número desconocido>> resaltaba en la pantalla con unas cifras de números que no reconocía. No me gustaba contestar llamadas de números desconocidos, ni siquiera mensajes, solo dejaba que el tono de la llamada repicase hasta que se cortara o enmudecía el celular; pero esta vez fue diferente, y solo contesté al extraño llamado, claro, que antes explicándole al señor Faddei que aguardara unos segundos.

—¿Hola?—cerré la llave del friegaplatos y acomodé el altavoz del celular en mi oído.

—Alex—aunque la voz era baja y se detenía mientras trataba de conversar notaba que era de una chica, y me resultaba muy conocida.

—Hola, ¿quién es?—traté de hablar rápido, aún tenía al señor Faddei esperando en la otra llamada.

—Alex yo, yo—esa voz lograba distinguirla pero se tornaba intermitente debido a la poca cobertura que había—. Soy tu herma her —sentí cómo la saliva se acumulaba en las paredes de mi boca y se deslizaba por mi faringe, respiré hondo y fue como si todo a mi alrededor se hubiese detenido. Percibí cómo el aire escapaba paso a paso por mi nariz y me percaté del rocío a punto de salir por la superficie del ojo. Hasta que la voz volvió a hablar para por fin ponerle nombre: —. Alex, soy Leyla, dentro de poco estaré de camino hacia donde te estás hospedando.

Me aquieté y maldije a Leyla unas diez veces en mi mente.

—¿Por qué preguntaste quién era?—habló, y me la imaginé con el celular adosado a su oreja mientras se veía al espejo, sacaba ropa del armario y se la probaba para buscar una vestimenta adecuada.

—No tengo este número agregado en mis contactos. Y no me estoy hospedando en ninguna parte, solo trabajo en una mansión—respiré sobando mi frente.

—Pues agrégalo—espetó con obviedad.

—Sí, sí. Eso haré en un rato—me senté en una de las sillas de la mesa de la cocina.

Todo había sido muy extraño, esa llamada desprevenida de Leyla, diciéndome que se arreglaba para dirigirse hacia este lugar, sin antes haber dicho nada. Pero no, en realidad, si había sentido en la situación, ya que Leyla me había llamado la noche anterior, dándome un buen susto y explicándome que quería verse conmigo, me extrañaba, quería platicar bien sobre la discusión de aquella noche para hacer las pases, y por ello me llamaba ahora.

—Vale, ¿me pasaste la ubicación de la mansión?

—No—jugué a pasar el dedo en el borde de la mesa—, ya lo hago.

—La esperaré. Ya quiero verte—bramó y a continuación un sigilo asaltó por unos segundos la llamada; el silencio se tornó incómodo al no responder nada, quizás esperaba un: yo también, pero no lo dije, y lo siguiente en ocurrir fue un: —. Hasta más tarde, te quiero—con la misma alegría de antes, tal vez fingida.

—Yo igual, adiós—me despedí y cerré la llamada, luego de hablar un poco más con el señor Faddei sobre que había seguido todas las reglas y cada vez conocía un poco más a Cass colgué la llamada y me senté en uno de los sillones del salón adentrándome en uno de los libros que me había regalado el señor Magnus y perdiéndome en cada capítulo que leía.

CASS don't let it outDonde viven las historias. Descúbrelo ahora