Era un día común y corriente en Ciudad Paraíso, el cantar de un gallo avisaba de la llegada de una nueva mañana.
En una casa no muy lejana a la carretera vivía Fran, era un joven de unos veintitantos años, aun se encontraba somnoliento cuando abrió los ojos impulsado por el canto del animal. Los rayos de sol comenzaban a penetrar su ventana y se posaban en su rostro. Aun aturdido Fran se sentó en el borde de la cama mientras con los pies buscaba su calzado. De alguna manera logra incorporarse mientras un bostezo provoca la caída de una lágrima que recorre toda su mejilla.
Habiendo llegado a la cocina se dispone a preparar un café, porque sabe que es lo único que le dará la suficiente energía para su día, mientras la cafetera esta aun en el fuego, el joven se dirigió al baño en donde cepillo sus dientes y lavo su cara, ya con otro semblante regresa a la cocina y toma una taza, vierte su café en la misma y lo acompaña con algún que otro alimento. Luego de haber cambiado su ropa de dormir por unos pantalones holgados y un pulóver blanco y parte hacia su trabajo.Luego de haber esperado durante un rato en la parada llega el bus que lo llevaba a su destino, debido a la gran cantidad de personas que había en el bus subir fue una proeza, sentarse un imposible.
Tras una brusca contención del freno por parte del chofer, el joven, pisa de manera no intencional los pies de una muchacha que se encontraba sentada a su cercanía. Luego del ajetreo Fran intenta pedir disculpas, a lo que ella responde.
– ¡Tranquilo! No fue tu culpa –.
Aun sin saber si habían sido sus ojos color café, su cara color canela o la expresión tan bella que tenía su rostro al expresar su despreocupación por el incidente, pero la realidad era que Fran se había quedado pasmado ante la joven.
Al dar alcance a su destino el muchacho bajó del bus, no sin antes tratar de encontrar a la joven con la vista sin tener suerte.
Terminando su jornada laboral Fran vuelve llega a la estación del bus, en donde tras echar un vistazo logra divisar a la joven de la mañana, entre tanta gente logra acercarse a ella.
– Hola –saluda con timidez.
– ¡Hola! – devuelve ella el saludo emocionada.
– ¿Cómo te encuentras? – preguntó él tratando de continuar la conversación.
– ¡Me encuentro bien! Aunque sabes, aún tengo dolor en el pie. – dijo con una sonrisa en el rostro.
– Perdón, ese dolor es debido a mí – comenta apenado.
– Era broma – espresa ella mientras sus labios dibujaban una ligera sonrisa – por cierto me llamo Sabrina – aclaró.
– Yo me llamo Fran – agregó el joven.
La conversacion se vio interrumpida por la llegada del bus, al subir se posicionan de la misma manera en que se encontraban en la mañana, junto a la puerta de salida.– Fran, cuidado no vuelvas a pisar mis pies – bromea Sabrina al ver la seriedad del joven.
– Esta vez me quedo firme aquí – dice apenado.
– Sabes, te he notado muy serio desde que subimos, ¿Pasa algo? – cuestiona ella.
– No. Solo pensaba lo monótona que es mi vida – responde.
– ¿Quieres mi número? Así hablamos más tarde para cambiar esa monotonía. – comento Sabrina.
– Claro, me encantaría – acepta el joven.
Luego de intercambiar números Fran avisa a la joven que tiene que quedarse en la próxima parada, refleja lo grato que le fue compartir el viaje con ella y le asegura que la llamara en la noche.
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Acechados Por La Muerte
Rastgele¿Qué es la muerte? ¿Qué es el tiempo? Estas son preguntas que todos nos hemos hecho a lo largo de nuestra vida. ¿Qué se siente o qué se piensa cuando la muerte acecha, cuando tu tiempo se acaba? En estas historias muestro a un cierto grupo de pers...