Cerca al pueblo de Lille, reino de Ekios - Varlett Mansion
El viejo Fabrizio Varlett siempre había sido un hombre fuerte y trabajador, que pese a tener casi sesenta años continuaba encargándose personalmente de la mayoría de los asuntos de sus viñedos, pues si bien esperaba que un día sus hijos pudieran hacerse cargo del negocio, sabía que estaban atravesando una de las situaciones económicas mas difíciles en la historia de su familia y que sólo él lograría mantenerlos a flote. O al menos lo intentaría hasta el final, pues no había mucho que se pudiera hacer si estaban ahogándose entre cuentas de cobro y amenazas.
Su prioridad número uno era la familia, amaba a su esposa y amaba aún más si es que eso era posible, a sus hijos. Por ello se negó a la idea de casar a Maylea para sanear sus deudas las primeras dos veces que Lady Varlett se lo propuso, pero para cuando llegó la tercera ya ni siquiera tenía cómo alimentarlos a todos, por eso aceptó.
Ahora, pese a que el matrimonio había salido bien y la reina madre les hizo llegar el dinero suficiente para pagar todas sus deudas, de alguna forma había terminado allí, con su amado castillo y sus viñedos convertidos en cenizas y con el cuerpo tan frágil como la crisálida de una mariposa.
—¿Qué estas haciendo aquí? —Le reclamó Maylea de cuclillas frente a su asiento —. Por Dios papá, debemos ir con el doctor, no lo sé, deberíamos...
—Maylea querida, por favor siéntate —La interrumpió el viejo con seriedad. Mientras en el fondo, se esforzaba por sonar fuerte, pues incluso le costaba respirar de forma adecuada.
—Pero papá...
—Provocarás que su majestad piense que no te educamos... de la manera correcta —Volvió a hablar apretando los dientes.
Sus ojos, azules como el cielo despejado del verano, la miraron fijamente como una señal de que debía regresar a su asiento. Pero no lo hizo.
—No me importa lo que piense Lucien, necesitas que te atiendan —Espetó incapaz de contener las lágrimas en sus ojos. Pues ver a su padre allí, con el rostro demacrado y el brazo izquierdo inmóvil a causa de los vendajes, le resultaba simplemente insoportable.
Si, tanto su padre como su madre eran maravillosos y le habían dado una infancia excepcional, pero su relación con el viejo Fabrizio iba mas allá de eso, pues en él siempre encontró las palabras adecuadas; la motivaba a tomar riesgos y la consolaba en cada uno de sus fracasos, incluso cuando rompía los vestidos de telas importadas por accidente y su madre se tornaba roja de la ira.
—¡Maylea! —Exclamó lady Andrea escandalizada.
A diferencia del resto de los Varlett en la mesa, quienes permanecieron en silencio pero por sus expresiones ya parecían esperar aquel comportamiento altanero por parte de su hermana. Lucien pensó por un momento, que incluso se veían orgullosos.
—Por favor, Lady Andrea —Dijo poniéndose en pie para ver si lograba calmar un poco los ánimos de su suegra —. Disculpe a la reina, no sabe cuán preocupada ha estado desde que recibimos su carta —Comenzó a rodear la mesa para llegar hasta su esposa —. Además, creo que tiene algo de razón en cuanto a la cena, no deben preocuparse por nosotros, ahora la prioridad es la salud de todos ustedes —Concluyó extendiendo la mano en el aire para que Maylea se levantara.
—Es usted... muy amable majestad —Habló Fabrizio —. Y yo se que no soy ningún rey, ni siquiera.... Un baron, pero soy un Varlett y nosotros somos honorables —. Hizo una pausa para tomar algo de aire —. Así que usted no será el primer monarca en llegar a mi casa y no ser bien recibido. Por favor, siéntense.
—¿Padre has mirado a tú al rededor? —Preguntó Maylea comenzando a enojarse —. ¿De verdad crees que es más importante rendirle pleitesía a Lucien que tu estado de salud?
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OSBORNE: El destino de una dinastía
Fiksi SejarahMaylea parte de casa con dos objetivos en mente, el primero conquistar a un hombre noble y el segundo salvar a su familia de la desgracia, mas pronto descubre que su camino al altar estará lleno de obstáculos y trampas; que la capital es un lugar ho...