E p í l o g o.

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7 años después
Abro los ojos bostezandome y estirandome en la cama. Giro la cabeza hacia la derecha, en donde Jake dormía.

Era increíble que ya hubiesen pasado siete años desde que comenzamos a salir. ¿Quién iba a imaginar esto? Al principio creí que al estar juntos, las cosas cambiarían, que las cosas con el paso del tiempo se torcerían, pero no. Nada había cambiado y eso lo agradecía.

Me llevo una mano a mi estómago ya un poco redondito. Poco a poco se iba haciendo de notar que un ser precioso creía en mi interior. Da un poco de miedo, pero a la vez deseo con todas mis ansias que esa criatura saliese ya y así poder conocerla.

Me levanto de la casa y me dirijo hacia la cocina, en donde Jake cocina tortitas de chocolate. En físico había cambiado un poco. Sus hombros se habían ensanchado un poco más y sus músculos eran más notables. Se estaba dejando el pelo un poco más largo de lo habitual pero sin taparle los ojos.

Le abrazo por la espalda y él deja lo que estuviese haciendo para darse la vuelta y mirarme con una sonrisa.

—Buenos días—me pongo de puntillas y le di un beso.

—Buenos días a ti también, MasterChef—bromeo. —¿Esas tortitas son para mi?

—No se las estaba haciendo a nuestro vecino cascarrabias—ruedo los ojos—clsro que son para ti y para la pequeña. ¿Te ha dado guerra esta noche?

—Me has dado más guerra tu.

Pone los ojos en blanco.

—¡Yo no doy guerra! Eres tú qué das mil vueltas en la cama.

—¡Porque tu hija no se está quieta! Métetela tu dentro, ya verás que dejas de quejarte—me cruzo de brazos y el alza las manos en modo de rendición.

—Esta bien, tu ganas—niega con la cabeza—anda siéntate que te sirvo el desayuno.

Obedezco y me siento en la mesa mientras él sirve el desayuno. Cojo el móvil y comienzo a leer los mensajes del grupo.

Abby: una pregunta, ¿Como se cambia de pañal a un bebé?

Sophie: pues se lo quitas y le pones uno nuevo, así de fácil.

Ian: ¡Alerta tarea peligrosa! Abby, escúchame, bueno léeme (tú me entiendes) contrata a algún profesional para cambiarlo. Por experiencia propia si lo haces tú, puedes acabar empapado de algo que no es agua...

Sophie: ¡No la metas miedo! Ni caso Abby, ¿No está Jon por ahí?

Abby: se ha ido a comprar polvos de talco. Keith los tiró todos antes jugando.

—¿Que lees?—me pregunta Jake.

—Los mensajes del grupo. Al parecer Abby no sabe cambiar pañales—me río.—me encantan sus ojos grises, ojalá nuestra hija sea igual de preciosa que el sobrino de Jon y Abby.

—¿Por qué lo dudas?—frunce el ceño—con nuestros genes crearemos niños perfectos.

—Estas muy seguro—sonrio.

—Estoy muy seguro de lo que quiero en esta vida, y tengo la suerte de tenerlo.

Mi corazón se acelera, como siempre hacia cuando soltaba algún comentario como ese.

Había tenido mucha suerte en la vida. Haber conocido a Jake había sido lo mejor, no solo por haber participado en la creación del bebé—que por cierto aún no tiene nombre—, sino por todo lo que habíamos vivido. Las aventuras que habíamos vivido, los momentos compartidos. Todo.

—Yo tampoco quiero que te vayas de mi vida.

El Arte De Leah © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora