Primera parte

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Mads Mikkelsen sabía lo que quería. Le gustaban los jovencitos aniñados y algo femeninos, tan andróginos como sólo los chicos adolescentes pueden ser. Prefería hombres algo más mayores para las relaciones, pero en cuestión de sexo, se excitaba y lo pasaba mejor con menores. Era un hombre de 54 años, con las ideas claras, elegante, atractivo y sofisticado, actor y con una gruesa billetera.

Finn Wolfhard había salido durante un mes con un chico que le rompió el corazón. Después de aquello, quedó tan desalmado que prefería tomar a los chicos por detrás sin siquiera mirarlos a la cara. Fuerte, despiadado, con resentimiento, recordando al joven que le había hecho tanto daño. El adolescente se sentía perdido, con tan sólo 17 años, casi recién cumplidos, se comportaba como un auténtico macho alfa que no dejaba títere con cabeza. La discoteca que frecuentaba estaba llena de jovencitos como él, algo perdidos en busca de un amor que nunca llegaba. Era conocido en el lugar y todos sabían que si te elegía podías pasar una de las mejores noches de tu vida, pero al día siguiente sus fríos ojos oscuros pasarían por tu lado como si fueras invisible. Muchos chicos se arriesgaron y desearon ser los elegidos para hacer a Finn caer de nuevo en el amor, pero todos y cada uno de ellos cayó en la tentación y fracasó en su empresa.

El día que Mads apareció en la discoteca frecuentada por Finn, el hombre paseó para observar a los chicos. Todos tan jóvenes y perfectos como cabía esperar. Todos le devolvían la mirada con fervor, deseando ganarse a aquel atractivo sugar daddy, pero ninguno se llevó el premio gordo. Parecían demasiado necesitados, le pareció al hombre, demasiado pendientes de agradar… nada natural y fortuito. Le apetecía algo diferente, algo menos… fácil. Entonces lo vio. Un chico de pelo y ojos oscuros y piel pálida que fumaba (seguramente maría) mientras otro chico le hacía una felación. El muchacho no miraba en su dirección, como todos los que se encontraban cerca, sino que disfrutaba de la boca del otro, como si estuviera sentado cómodamente en el sofá de su propia casa y no en un lugar público donde podían verlo, como sin duda miraban algunos pervertidos por allí. Su cara desencajada por el placer seguía siendo hermosa y los labios… Oh, aquellos labios eran puro pecado. Tan rojos como las fresas de temporada y tan voluminosos que eran casi obscenos. Los entreabría para dejar salir pequeños suspiros que se convirtieron en uno más sonoro cuando llegó al clímax.

El muchacho abrió los ojos y se encontraron directamente con los de Mads, vaya, ahora lo echará todo a perder y me sonreirá como cada chico desesperado que he visto esta noche, pensó el hombre, pero por el contrario, el chico se limitó a agarrar la cabeza del chico que le hacía la mamada y mirar hacia abajo para decirle que parara. Su semblante seguía serio y no volvió a dirigir la mirada hacia el hombre que lo miraba anonadado plantado frente a él. Se comportó como si no lo hubiese visto…Quizá no fuera la primera vez que lo miraban. Se colocó el pantalón para ocultarse de la vista de los pervertidos y se levantó perezosamente en busca de algo para beber. Mads lo perdió de vista un instante, pero luego lo vio saliendo a la pista de baile para moverse en sintonía a la música, pero muy lentamente, de lo drogado que estaba. ¿Por qué alguien tan hermoso estaría autodestruyéndose de esa manera? Quiso averiguarlo de inmediato.

Se dirigió a esa figura delgada y desgarbada, femenina y andrógina que tanto le empezaba a gustar. Su piel blanca destacaba en la oscuridad, sin manchas ni poros, lisa y sin imperfecciones. Algunas pecas podían intuirse, pero por lo demás el chico se veía perfecto. Se movía con gracia a pesar del coloque, pero Mads chocó con él adrede para hacerse el despistado y conocerlo. La figura se movió hacia otro lado y el mayor se sorprendió de que no empezara a soltar improperios como los chicos de su edad cuando alguien los molesta. Se separó dejándole espacio y entre su lindo cabello rizado le echó una mirada feroz.  Al fin, algo de vida tras esa pose de chico malo.

Mads le obsequió con una de sus sonrisas malas y cautivadoras, pero el chico frunció el ceño descaradamente y luego se dio la vuelta. Vaya, esto iba a ser más difícil de lo que pensó, sus sonrisas matadoras rara vez fallaban. De pronto otro chico se le acercó por detrás y le susurró al oído que se olvidara de Finn, que era un caso perdido. En un santiamén Mads estuvo enterado de que aquel chico era Jack y que Finn, el de cabello rizado se la pasaba seduciendo chicos para luego dejarlos tirados, vamos que pasaba de las relaciones y sólo le interesaba el sexo de una noche. Además era seme el todo-todo, por lo que ni Mads ni cualquier otro “pureta” tendría jamás ninguna oportunidad de beneficiárselo, aparte de que sólo le gustaban jóvenes. Mads sólo podía llegar a preguntarse cómo era posible hablar tan rápido sin apenas coger aire. Sumamente contrariado por la noticia de la virginidad trasera que por siempre jamás sería mantenida por el jovencito, el hombre se sentó y se enteró de otras cosas sobre el moreno de tez pálida. Jack no paraba ni un segundo y le hacía preguntas, pero o bien no lo dejaba responder o las respondía por sí mismo. Era un puto terremoto. Y le estaba provocando dolor de cabeza. Decidió darle las gracias y salir por patas huyendo del hiperactivo adolescente.

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⏰ Última actualización: Jun 15, 2022 ⏰

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