Capítulo 30

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¿Hermano?

¿Acaba de decir hermano?

¡Pero si no se parecen en nada!

Lento bajo mi arma, aun desconfiada y en alerta. Me acerco al castaño y estiro los brazos a mi hijo, no quiero que nadie que no sea yo o Enzo lo sostengan. No después de toda esta mierda.

Mis brazos van hacia mi hijo y veo como este tal Maximiliano intenta impedir que llegue a mi hijo. Enzo niega con un ruido de garganta y le advierte al castaño. — Mmm, no creo que quieras hacer eso Max. Mamá osa se encuentra furiosa y yo también así que entrégale mi hijo a su madre.

Resignado, desenvuelve los brazos del pequeño cuerpo de Mateo y me apresuro a envolverlo en los míos y atraerlo a mi pecho. Como si supiera que soy yo pone su manito en medio de mis pechos y suspira en medio del sueño. Meciendo a Mateo, aspiro su olor a bebé y le susurro en su oído diciéndole cuanto lo amo y que nadie lo volverá a lastimar.

Beso su cabecita, y camino hacia la ventana. El sol ha bajado y se está haciendo de noche, las nubes se despejan y muy de a poco se deja ver esa mezcla de colores del atardecer.

— Nos vamos hoy mismo. No pienso quedarme un segundo más aquí.

Escucho pasos acercarse a mi y una respiración en mi oído. Su mano va a mi pecho y saca la pequeña mano de Mateo del medio de mis pechos resoplando.

— Hay que sacarle esta manía. — Deja la mano apoyada en mi hombro y besa su cabeza recostada en mi hombro.

Sonrío sin que se de cuenta y me doy la vuelta para dejar a Mateo en la camilla. Rápidamente recogemos todos los juguetes y toda la ropa sin doblar en los bolsos. Despacio intento abrigarlo, no quiero que despierte, termino de ponerle los zapatos y cuando voy a volver a alzarlo, Enzo se me adelanta y despacio lo acomoda en su pecho con un brazo y con su mano libre toma el bolso.

Caminamos rodeados de los guardaespaldas, suyos y míos. Todos resguardando nuestras espaldas. Llegamos a una camioneta Mercedes Benz y me sorprende ver una silla para niños en la camioneta.

— Sube.

Enzo sube al asiento del conductor después de asegurar a Mateo en su silla y que yo me siente en los asientos traseros con mi hijo.

Arranca y las camionetas nos rodean.

MamiLe... — Escucho murmurar a Mateo y giro mi cabeza hasta él. Frunce su pequeña frente y lo veo hacer un puchero al no reconocer donde está.

— Hola corazón. — Reconoce mi voz y sus ojos se agrandan. — ¿Que sucede?

¿Vamos casa? ¿Paco?

Si cariño vamos a casa. Vamos a ver a Paco y a los abuelos.— Arreglo su manta de cabellos rubios y sonrío. — Ya no estas más enfermito.

Mi pequeño sonríe y se sorprende al ver manejar a Enzo.

¡Azul cielo!

— Hola pequeña pulga. Era hora que despertaras. — Él lo mira por el espejo retrovisor.

Luego de varios minutos llegamos a casa. Enzo y su gente nos ayudan a bajar todo. Gael abre la puerta de la casa y nos da el paso.

Uñas rasquetear el suelo se escuchan en el piso de arriba luego por la escalera y una gran mancha viene corriendo hasta nosotros. Mueve sus patas gigantes para todos lados y su cola hace movimientos de látigo.

Mateo grita de felicidad y yo sonrío cuando veo venir a Paco hacia nosotros. Salta alrededor nuestro y ladra.

— Despacio Paco.

En las garras de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora