¿Hermano?¿Acaba de decir hermano?
¡Pero si no se parecen en nada!
Lento bajo mi arma, aun desconfiada y en alerta. Me acerco al castaño y estiro los brazos a mi hijo, no quiero que nadie que no sea yo o Enzo lo sostengan. No después de toda esta mierda.
Mis brazos van hacia mi hijo y veo como este tal Maximiliano intenta impedir que llegue a mi hijo. Enzo niega con un ruido de garganta y le advierte al castaño. — Mmm, no creo que quieras hacer eso Max. Mamá osa se encuentra furiosa y yo también así que entrégale mi hijo a su madre.
Resignado, desenvuelve los brazos del pequeño cuerpo de Mateo y me apresuro a envolverlo en los míos y atraerlo a mi pecho. Como si supiera que soy yo pone su manito en medio de mis pechos y suspira en medio del sueño. Meciendo a Mateo, aspiro su olor a bebé y le susurro en su oído diciéndole cuanto lo amo y que nadie lo volverá a lastimar.
Beso su cabecita, y camino hacia la ventana. El sol ha bajado y se está haciendo de noche, las nubes se despejan y muy de a poco se deja ver esa mezcla de colores del atardecer.
— Nos vamos hoy mismo. No pienso quedarme un segundo más aquí.
Escucho pasos acercarse a mi y una respiración en mi oído. Su mano va a mi pecho y saca la pequeña mano de Mateo del medio de mis pechos resoplando.
— Hay que sacarle esta manía. — Deja la mano apoyada en mi hombro y besa su cabeza recostada en mi hombro.
Sonrío sin que se de cuenta y me doy la vuelta para dejar a Mateo en la camilla. Rápidamente recogemos todos los juguetes y toda la ropa sin doblar en los bolsos. Despacio intento abrigarlo, no quiero que despierte, termino de ponerle los zapatos y cuando voy a volver a alzarlo, Enzo se me adelanta y despacio lo acomoda en su pecho con un brazo y con su mano libre toma el bolso.
Caminamos rodeados de los guardaespaldas, suyos y míos. Todos resguardando nuestras espaldas. Llegamos a una camioneta Mercedes Benz y me sorprende ver una silla para niños en la camioneta.
— Sube.
Enzo sube al asiento del conductor después de asegurar a Mateo en su silla y que yo me siente en los asientos traseros con mi hijo.
Arranca y las camionetas nos rodean.
— MamiLe... — Escucho murmurar a Mateo y giro mi cabeza hasta él. Frunce su pequeña frente y lo veo hacer un puchero al no reconocer donde está.
— Hola corazón. — Reconoce mi voz y sus ojos se agrandan. — ¿Que sucede?
— ¿Vamos casa? ¿Paco?
— Si cariño vamos a casa. Vamos a ver a Paco y a los abuelos.— Arreglo su manta de cabellos rubios y sonrío. — Ya no estas más enfermito.
Mi pequeño sonríe y se sorprende al ver manejar a Enzo.
— ¡Azul cielo!
— Hola pequeña pulga. Era hora que despertaras. — Él lo mira por el espejo retrovisor.
Luego de varios minutos llegamos a casa. Enzo y su gente nos ayudan a bajar todo. Gael abre la puerta de la casa y nos da el paso.
Uñas rasquetear el suelo se escuchan en el piso de arriba luego por la escalera y una gran mancha viene corriendo hasta nosotros. Mueve sus patas gigantes para todos lados y su cola hace movimientos de látigo.
Mateo grita de felicidad y yo sonrío cuando veo venir a Paco hacia nosotros. Salta alrededor nuestro y ladra.
— Despacio Paco.
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En las garras de la mafia
AksiDesde pequeña ha sufrido, sin embargo la vida le enseñó que no todo está perdido, ella hará todo lo posible para que su verdad no salga a la luz, para proteger a su familia de todos aquellos que la persiguen y de hasta ella misma. Nunca pensó que su...