Capítulo 41. Errores

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Narrado por Nicolás.

Todavía no proceso bien en mi cabeza todo lo que pasó el día de ayer. Simplemente no puedo creérmelo, me cuesta entenderlo y obviamente me cuesta superarlo. ¿Qué mierda pasó ayer? Aquella estúpida "junta" fue un completo caos para mi pobre y enferma mente.

Intento mantenerme sano, intento no pensar mucho las cosas, intento besar a Edgar al menos veinte veces por día, lo abrazo seguido, intento no separarme mucho de él. Me levanto temprano, preparo el desayuno, siempre me aseguro de comer algo, mantengo limpio el departamento, intento que todo funcione. Realmente estoy intentando mantener mi salud mental estable.

¿Pero qué pasa? Pasa que mi maldito jefe es un problema. Manda un correo, nos cita a una junta que es la cosa más rara que he experimentado en mi existencia. Y ahora, ahora ya no sé qué pasa... Las cosas que dijo Diego ayer ahora sólo me retumban en la cabeza, revolviendo todos mis pensamientos una y otra vez.

"Sí, pareces un buen chico" me dijo. "¿Y tú Nicolás? ¿Estás soltero?" me preguntó. "Sí... Nicolás es un buen nombre." comentó. "¿Me dejarías invitarte a algo así?" Le preguntó al amor de mi vida. "¿E-estás coqueteándome?" Preguntó mi Edgar. "¿Está funcionando?" Contestó Diego. Maldita sea, todo esta tan jodido. ¡Tengo que sacarme esas voces de mi cabeza!

"Edgar, ¿me dejarías invitarte un cigarro?" "Espero que al menos me mandes un mensaje después de todo esto." "Tienes mi número, ¿verdad?" ¡No puedo! ¡Simplemente no puedo! ¡Su maldita voz resuena en cada rincón de mi cabeza! ¡Voy a matarlo y después a suicidarme!

Entierro mi cabeza en la almohada y siento una fría mano acariciando mi espalda. Edgar está en mi cama. Está aquí como cada mañana. Acabo de despertar y él amor de mi vida está conmigo. ¿Por qué olvidé algo así?

Ahora sólo quiero ver a Edgar. Busco al amor de mi vida con la mirada y me encuentro con aquel hombre que me tiene tan loco. Es guapísimo y está sonriéndome. Es perfecto. Puedo atreverme a llamarlo perfecto. Luce perfecto. Siempre es perfecto para mí. Él es todo lo que necesito y lo tengo en mi cama.

— ¿Qué miras? — Me pregunta de forma brusca al notar que no puedo dejar de mirarlo.

Quiero decirle lo que miro, quiero decirle que estoy mirando al hombre más perfecto que he conocido en mi vida. Estoy mirando a un ángel que a la vez es diabólico y cada día cultiva en mí un infierno, su infierno. Ese infierno que se cuelga en mis hombros cada día y salgo con él a todas partes.

¿Cómo decirle a Edgar qué es lo que miro cuando lo veo? En él lo veo todo, un vaso roto, la causa de mi muerte, por qué él mundo está tan enfermo, veo el amor, la perfección, el oro que todos se mueren por encontrar. Mierda, hoy desperté muy enfermo.

— ¿Nicolás? — Me llama y me doy cuenta de que nunca le respondí, me quedé viéndolo como un completo retrasado.

— ¿Eh? — Es el único sonido que logro sacar.

— ¿Estás bien? ¿Dormiste bien? — Su preocupación sin motivo me parece lo más tierno del mundo.

— Sí. Sí dormí bien... — Me acerco a él para acurrucarme. — ¿Tú dormiste bien?

— No. No dejaste de moverte en toda la noche. — Comenta y yo sonrío. Después de repasar mil veces más en mi mente todo el asunto de Diego caí profundamente dormido en los brazos de Edgar, no recuerdo nada más.

— Lo siento. — Es lo único que le puedo decir, el daño ya está hecho.

— No importa. — Me dice y revuelve mi cabello, se siente tan bien sentirlo cerca.

Vaso rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora