Capítulo 9: Robert

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Había dado vueltas de un lado a otro del enorme castillo hasta por fin encontrar la sala que buscaba: la biblioteca. Enormes estantes de maderas antiguas se alzaban del suelo hasta los techos; estaban repletas de textos con gruesos lomos forrados de cuero, puedo ver los diversos nombres de algunos de los textos y comienzo a pasar las manos por ellos, leo los diversos títulos, pero ninguno parece contener la información que busco.

Suelto un suspiro de frustración, pero no me desanimo, todo lo contrario, continúo avanzando en la habitación mientras miro de estante en estante.

El encuentro de hace dos días con Castiel no ha desaparecido de mi mente ni por un segundo y no solo porque fue el mejor beso que he compartido en mi vida. El dragón ha logrado despertar mi curiosidad, todo lo que me contó sobre él, deseo saber más. Sé que si le pregunto recibiré respuestas sin problemas, no obstante, le he estado evitando; siento que si le vuelvo a ver saltaré para apoderarme de sus labios y no estoy preparado para la traicionara reacción de mi cuerpo.

Encuentro un tomo que parece ser la historia de los sobrenaturales; lo cojo del estante y hojeo un poco entre las páginas notando que habla sobre las primeras razas y las guerras de los sobrenaturales, pero en ningún lado hablan de los dragones.

Son demasiadas preguntas sin respuestas.

¿Por qué Castiel es el único dragón? ¿Quiénes son esos dioses que le crearon? ¿Cuáles son las cualidades de un dragón?

Frustrado arrojo el libro de nuevo a los estantes y paso mis manos por mi cabello intentando contener la molestia que me corroe. Doy una pequeña patada en uno de los estantes, ¡mierda!, debo de ser el único maldito sobrenatural que desconoce la historia de su pareja.

«Mi pareja». ¿En qué momento comencé a considerarlo así?
Una pequeña risa a mis espaldas me saca de mis propios pensamientos. Al girarme observo a un chico que parece tener no más de veinte años, sus cabellos rubios cayendo a los lados de su rostro en suaves risos, sus ojos de un tono azul cielo; era la viva imagen de la pureza, como un pequeño y tierno ángel; incluso su estatura era baja, pero eso no significaba que fuese débil, obvio que no, por experiencia sé que no debes juzgar la edad de un sobrenatural solo por su aspecto y este chico proyecta fuerza y poder.

—No dañes mi biblioteca muchacho, los pobres libros no tienen la culpa.

Mis mejillas se sonrojan al haber sido atrapado en mi pequeña rabieta.

—Lo siento.

Sin embargo, el chico no parece molesto.

—¿En qué puedo ayudarte pequeño y joven lobo? Nunca un invitado del castillo se ha pasado por aquí.

—¿Eres un anciano?

El chico sonríe y yo lo tomo como un sí.

—No recuerdo haberte visto en la reunión de los ancianos.

—Eso es porque no tenía ganas de estar allí, me gusta este lugar. Ahora dime, ¿por qué pateabas mis pobres libros?

—Solo buscaba algo.

Desvío la mirada mientras el chico se acerca.

—Mejor di que buscabas algo sobre el dragón Robert. —Parpadeo confundido, no recuerdo haberle dicho mi nombre en ningún momento, pero bueno, tampoco es raro que lo sepa. Todos sabes que solo yo y los híbridos estamos aquí—. No pensé que fueses a mostrar curiosidad a tu compañero.

Pongo los ojos en blanco.

—Si es mi compañero es normal que sienta curiosidad por él.

—¿O sea que lo aceptas finalmente?

Pasiones Antiguas [#5 Pasiones-BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora