XII | A la caza de la heredera

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Capítulo dedicado a @ariiadna_alv porque, aunque ahora te encuentres perdida, espero que este capítulo te ayude un poquito más a entender todo lo que está ocurriendo 🖤

Capítulo dedicado a @ariiadna_alv porque, aunque ahora te encuentres perdida, espero que este capítulo te ayude un poquito más a entender todo lo que está ocurriendo 🖤

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A la caza de la heredera

Dos meses antes...

La noche reinaba sobre aquel misterioso y lúgubre lugar.

En una de las pequeñas salas del castillo se encontraba una de las pocas ctónics sabias que quedaban en Echeyde. Esta en concreto recolectaba la información de todos los ctónics del reino y de los pocos que se atrevían a cruzar el límite entre los Tres Mundo y el mundo Mago.

La mayoría eran muertes, ya que, al ser seres sobrenaturales de una longevidad mucho más alargada que los magos, a la hora de tener descendencia se lo tomaban con mucha calma.

«Demasiada», se atrevió a añadir la ctónic en sus pensamientos.

Pero, a veces —menos de las que deberían, teniendo en cuenta la pérdida—, estos números eran nacimientos de nuevos ctónics. A diferencia de los magos, que era cuando el bebé nacía, para ellos el nacimiento de un ctónic se consideraba cuando usaba su poder o bebía sangre por primera vez.

—Sabik Egort —apuntó en una de las listas que tenía esparcidas en el escritorio.

Cogió con delicadeza una de las plumas negras que había, mojándola en el pequeño tarro de tinta, machando la punta y escribió el nombre del nuevo ctónic con una elegancia y una maestría que muchos desearían tener. Otros pensarían que sería más fácil pedirle ayuda a algún espectro del Abora, pero a ella siempre le gustó hacer las cosas a la vieja usanza.

Continuó leyendo cada una de las coordenadas de los lugares dónde había surgido el nacimiento y el nombre del nuevo ctónic.

El recuento se realizaba cada vez que sucedía los eclipses lunares de la sangre de las tres lunas que reinaban sobre el cielo de Echeyde, siendo cada tres o cuatro años para ser más concretos.

Siguió apuntando cada nombre, como había estado haciendo durante horas. Oyó el sonido de un cristal rompiéndose, logrando que desviara su mirada de una de las hojas en dirección a las vidrieras.

Observó las sombras negras que pululaban con una velocidad antinatural alrededor del cristal roto. Negó con la cabeza, al darse cuenta que se trataba de un pequeño grupo de amagues, que eran los ctónic en proceso de madurar, siendo —desgraciadamente— mil veces peores que los ctónics convencionales.

—Estos niños de hoy en día —masculló, antes de escribir un nuevo nombre.

Al ser tan jóvenes tenían los instintos en su momento de auge máximo, al igual que las pocas emociones que todavía conservaban. Así que las peleas y las pasiones entre ellos eran tan frecuentes que la mayoría de los ctónics los evitaban a toda costa.

Yin. El bien dentro del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora