Mi Ángel. Mi Secreto.

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El albino siempre le había parecido lo más cercano a un caramelo, o un ángel. Era dulce, bondadoso, comprensivo, mimoso, atento, protector... Era todo lo que estaba bien en un hombre. Y como si fuera poco, su aspecto le colaboraba en parecerse al ser divino. Su piel pálida, su cuerpo alto y delgado, sin demasiado músculo, pero tampoco escuálido. Sus ojos morados y gentiles, sus labios esponjosos de un natural color rosado. Su pelo albino...

Todo eso fue lo primero que llamó su atención, y la razón de porqué se acercó a él a pesar de sus intentos de pasar desapercibido. Acabaron haciéndose amigos y cuando menos lo esperó, se enamoró de él.

Y por eso le pidió que fuera su novio.

Recordaba bien que estaban tranquilamente caminando por el parque, cuando decidió plantarse frente a él con una sonrisa radiante y soltar con voz inocente “¡Me gustas!”. Su mejor amigo primero quedó en shook, antes de exclamar “¡¿Q-Qué?!”, sonrojado como no lo había visto nunca. Había sido lo más tierno que vió jamás.

No había tenido esperanzas de que le correspondiera, y siguió caminando como si no hubiese dicho nada raro, pero una suave mano se cerró sobre su muñeca y tiró de ella, pegándola contra el cuerpo de Harry. Este había perdido el sonrojo casi por completo, y la había besado antes de decirle “Tú también me gustas.”

Desde entonces eran pareja, y descubrió que, en realidad, su ángel era mucho más que eso.

Su supuestamente inocente mejor amigo era más descarado y atrevido de lo que parecía, robándole besos fieros cada que podía o arrastrándola a un espacio privado si necesitaba un poco de ella, si saben a lo que me refiero. Claro, seguía siendo todo lo que les mencioné anteriormente, pero mostró una parte de sí que jamás en esos años de amistad había visto.

Seguía siendo dulce, aunque también podía ser celoso y vería con desprecio a quien se le acercara con segundas intenciones sin escuchar sus rechazos reiterados.

Seguía siendo mimoso, aunque a veces se le fuera la mano y acabaran semidesnudos en su cama, con un montón de marcas en todas partes.

Seguía siendo adulador, aunque a veces soltara la lengua y se le fueran vulgaridades calientes mientras la abrazaba en sus piernas.

Seguía sonrojándose al más mínimo cumplido o apodo lindo, pero se lo haría pagar con creces una vez estuvieran solos en su habitación.

Había demostrado que también podía ser juguetón debajo de esa coraza de timidez y dulzura.

Ver el otro lado de Harry solo había hecho el amor más grande, ya que ahora había perfecto equilibrio en la relación, y en él. Ser la única que podría ver ese lado “oscuro” de Harry la hacía sentirse bastante especial, y definitivamente había acabado de caer por él.

Siempre que tenía un rato libre iba a verlo, ya fuera a su casa o en la universidad. Si podía, convencía a su padre de que iría a tomar un café con sus amigas, e iría al local donde trabajaba su novio. Aunque su madre adoraba a su pareja, y lo veía como el mejor de los partidos, su padre no pensaba igual. Lo veía como el que le quitaría a su esclava sexual, aunque ya la había perdido hace mucho tiempo.

Algo que compartía con Harry era tener un padre abusador, con la única diferencia del tipo de abuso que se cometía. Su padre era un abusador sexual y psicológico, y aún estaba metido en su casa, y casi en su cama. Aun se estaba preparando mentalmente para ir a denunciarlo a la policía, y decírselo a su madre, y a Harry. En cambio, Harry ya se había librado de su agresor físico y psicológico. Tenía pensado primero decírselo a él, para que la acompañara durante todo ese proceso, que estaba segura sería largo, y tedioso, y agotador. Estaba esperando las vacaciones de verano para hablar, y así sus notas no se verían afectadas.

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