Debió haber sido mi subconsciente o mi momentáneo cansancio el que despertó pocos minutos pasadas las cinco menos cuarto, ¿por qué habría de levantarme a esa hora? En fin, cuando despertaba ya no había vuelta a atrás, me levanté aún con el pijama y caminé sobre la alfombra, por casualidad viré mi mirada hacia el escritorio, tenía una fotografía con mis amigas de tercero de primaria, había pasado tanto, pero en el fondo recordé que fui feliz, tenía menos malicia que ahora, ¿qué habrá sido de sus vidas?. Encendí mi teléfono, como de costumbre, no había nuevos mensajes, excepto las características notificaciones del sistema. Tuve que esperar cerca de tres horas para desayunar, la mayor parte del tiempo la pasé junto a la ventana, sentada en la alfombra y recostada en un cojín muy cerca del zócalo de la pared y de la parte inferior de la ventana. Las horas matutinas pasaban volando, entre de poco ya me encontraba alistándome para ir a la casa de mi tía Claudia, o mas bien, la hermana de mi mamá, la verdad no me frecuentaba mucho, y cuando iba solo conversaba con mi madre de modo que poco o nada conocía de ella, mis primas eran bastante similares, excepto María Lucía, me llevaba alrededor de once años y aún así congeniábamos bastante bien, de no ser por ella me sentiría tal cual como en las reuniones de grupo después de terminar el trabajo: aislada y recluida en una esquina. Mientras me rondaban esos pensamientos mi madre me sacó de ellos con una brusca intervención
— Mía — me llamó — ¿ya estás lista?. Apúrate o llegaremos tarde de nuevo y será tu culpa, que dirá tu tía Claudia y tu tía Victoria, que no te enseño modales, por lo visto a esta niña nunca le entró bien la idea de que debemos ser puntuales — ¿me estás oyendo no, Mía?
— Si, mamá — respondí con desgana - al fin y al cabo no me place mucho ir — murmuré para mis adentros
Mientras escuchaba el crujido de la puerta al quedarse entreabierta mientras mi madre tomaba su bolso y se ponía los zapatos, me pasé el peine por la cabeza y me llevé un libro de "contrabando". Era uno que me recomendó una amiga que conocí por una app para penpals que sin embargo nunca nos enviamos cartas pues vive en Perú también, lógicamente no tendría mucho sentido, está a casi dis horas de donde vivo yo y con lo temerosa que es mi madre no permitiría jamás que recibiera correspondencia de nadie. "El mundo de Sofía" se llamaba y aunque en un principio no tuve muchas expectativas al respecto como sucede casi siempre que no escojo un libro por mi propia voluntad y guiada por mi juicio sino que tomo la sugerencia de alguien más, no sabe cuanto le agradezco tan valiosa recomendación y para ser honesta, filosofía debe ser interesante pero mi madre me pintó una mala imagen de la materia al decir que tuvo que estudiarla para su maestría y terminó buscando un resumen porque bostezaba cada vez que leía una separata de filosofía educativa, creo que eso es muy distinto de la filosofía existencia que aborda este libro, a pesar de que apenas voy por el segundo capítulo siento que este libro coincide desde ya mucho de mi, todas las preguntas que se le hace a la protagonista me las he planteado más de una vez en mis noches de insomnio. De modo que sin trastabillar, abrí el cierre de mi mochila y lo introduje rápidamente.
— Ya está — dije sin pensar y con deseos de bajar rápido las escaleras y subir al auto porque ansiaba no pasar tiempo fuera sintiendo frío
Caminé con dirección a la puerta y bajamos en el ascensor, mirando con determinación el indicador del piso, observé el estampado antiguo de las paredes del elevador, mientras mi madre hablaba por teléfono. Cuando llegamos al sótano bajamos y mi madre abrió con el auto y nos subimos en él, cuando ya estábamos en la autopista, mi madre encendió la radio, sus baladas de siempre sonaban en el reproductor, no me desagradan pero tampoco estaba de humor como para escuchar voces cantadas de modo que cogí mi teléfono h me coloqué mis audífonos, busqué en mi biblioteca y cliqué en un título. La garúa había iniciado, lo que en un principio era imperceptible, comenzó a escucharse en una de las paradas del semáforo, era nítido el chirrido de cada gota al caer sobre la acera ya la pista, la ventana delantera ya se notaban las circulares y notables gotas, el parabrisas se movía de un extremo a otro por unos segundos. Mi madre extendió su brazo por afuera y tamborileó los dedos en la cubierta del mismo, yo aproveché para pedirle que encendiera la calefacción, lo modulé y seguí mirando detenidamente la ventana, seguía con mis dedos las gotas de la persistente llovizna al ritmo del primer nocturno de Chopin, si, mi madre y mis amigas jamás entenderían eso, la conexión que tendía entre la música melancólica del compositor y la llovizna tan usual y difusa de los días con neblina baja. Ahora escuchaba el Raindrop prelude, era el preludio que más amaba de Chopin, y es que si, si me decían por qué me gustaba la música de piano el era una de las primeras razones, era Chopin y el piano y sólo el y su impenetrable tristeza. Quizás poco conocían sus piezas pero eran perfectas para el piano moderno, nunca pasarían de modo y sonreí un poco tal vez al imaginar al músico tocar en un salón completamente solo en un día como esto, escuchando la lluvia chorrear por las ventanas y componer y llorar a la vez. Soy muy dramática pero eso era lo que sentía y era mi deber plasmarlo. Ahora era el turno de Beethoven otro de mis favoritos, su sonata de claro de luna era una de las más bellas piezas compuestas jamás, el tercer movimiento y la fantasía de Chopin apenas podía hallarle punto de comparación, las calles avanzaban, los semáforos cambiaban más rápido de li que me daba cuenta aunque cuando estaba dentro de mis sentidos y lejos de estar en un estado de sosiego, se hacía una eternidad, y me invadía la impaciencia lo que se compara a la tercera mísera parte de lo que esperaba como peatón al volver de la escuela. Las calles las veía venir, pasábamos todo Miraflores, las calles más tranquilas, Avenida Arequipa la más concurrida y grande avenida que atravesaba el corazón de Miraflores hoy lucía prácticamente desierta, luego la avenida Petit Thouars que nos llevaría directamente a nuestro destino, las casas se hacían mas tradicionales y coloniales conforme avanzábamos las cuadras, veía esas tradicionales casas donde vivieron gente "honorable" del siglo XIX y comienzos del siglo XX es verdad que sentía curiosidad sobre la vida en aquella época pero tenía mis reticencias contra lo elitistas que eran. Mi tía vivía en una casa algo parecida, la casa de mis abuelos, quienes extrañamente ahora vivían en un departamento pequeño. El estudio revolucionario me hizo recordar lo disconforme que hubiera estado en ese tiempo, en especial como una joven aristócrata o de clase media a la que su madre casamentera le busca conseguir un buen partido que consolidar en un enlace matrimonial, viniendo muchos caballeros con sombrero de copa tan soberbios que desprecian a las mujeres, tan insatisfecha y mi corazón quisiera estar con todas sus fuerzas en otra parte, fuera de toda esa sociedad llena de hipócritas, ahí parada sin expresión e impasible, inmutable por nada solo observando todo sin sentir nada ni decir nada pero compadeciéndome de mi desgraciada suerte. Me arranqué esa fantasía, tormentosa fantasía, recrear cosas de la amarga realidad de otro siglo, pensaba que eso me ayudaría a crearme una idea mucho más clara del mundo y cómo funcionaba, escribía uno que otro relato de este tipo, y ahí ven como ocupaba mi tiempo. Mi madre intentó quebrar el silencio con un "acabaste todas tus tareas"
Asentí y ella lo vió por el retrovisor, el resto del viaje transcurrió tranquilo, la distancia en circunstancias normales aparentaba ser considerable pero hoy con los caminos despejados todo fluyó de maravilla. No hubo mucho que decir, yo seguía viendo la lluvia pensando que cada gota eran las lágrimas de Chopin en su Raindrop Prelude, las lágrimas que contuvo, y de nuevo vino a mi mente que quizás eran las lágrimas de alguien más ¿de quién?. Tuve una corazonada que me dejó estupefacta y en un trance que logré salir unos segundos después, por la ventana noté que abrí mucho los ojos como en una película de terror si es que esa era la expresión correcta, y recordé el vago recuerdo de Adriana, ¿estaría bien? Me imaginaba que si, que pudo haberle pasado, nada, a lo mejor solo hubo tenido un mal día. Luego continué mirando a través del vidrio y volvía a confirmar mi hipótesis que todo el mundo había preferido hoy replegarse en su casa
Mía — exclamó mi madre en tono de reproche y llamándome a Tierra
ESTÁS LEYENDO
Un camino sin retorno
Mystery / ThrillerUn relato narrado en primera persona por una estudiante de escuela secundaria sobre una compañera de clases quien a parte de ser muy introvertida, solitaria y arisca guarda un insólito secreto que está próximo a develarse. Una espectadora de un su...