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—Ven, corre— murmuró Gustabo mientras agarraba a su hermano del brazo y tiraba de él, sacándole del caos que era en aquellos momentos el comedor.

Fueron corriendo a la habitación y, llegados a ese punto, Horacio ya sabía lo que iban a hacer. El rubio sacó la rejilla del conducto de ventilación y subió de un salto, para luego ayudar al de cresta a hacer lo mismo. Con toda la rapidez que les era posible, se dirigieron hacia el Área de Extracción. Se escuchaban voces alteradas por todos lados, lo que ayudó a que los golpes que daban al arrastrarse por el conducto metálico quedasen opacados.

—¡Traed una camilla!— se escuchó gritar a una enfermera.

Consiguieron llegar a una de las rejillas que daban al lugar justo a tiempo para ver a Volkov siendo ayudado a mantenerse de pie, con sangre manchando varias zonas de su uniforme. Entonces Horacio se fijó bien, el uniforme estaba rasgado en las costillas, y una profunda herida chorreaba sangre sin parar.

—Hay que detener la hemorragia— escucharon la gruesa voz de Conway, apareciendo el susodicho en su campo de visión, tratando de acercarse a Volkov.

—¡Ivanov!— gritó el ruso con un tono de desesperación— ¡Encárguense de él!

Los dos jóvenes no se habían percatado de la persona que dos de los enfermeros que portaban trajes anti radiación subían en aquellos momentos a la camilla. Era el compañero de Volkov en las incursiones. La cara de Horacio empalideció al ver el cuerpo casi inerte de Ivanov, llenando de sangre todo a su paso.

Echaron prácticamente a correr con la camilla, seguidos de una enfermera y un médico que llevaban a Volkov en otra.

Los dos jóvenes se quedaron en el mismo sitio, sin saber muy bien qué hacer o cómo reaccionar. Tras unos segundos de incertidumbre, Gustabo sacó del pequeño trance en el que se había metido su hermano, para gesticularle que debían volver a la habitación, y así hicieron. En cuanto llegaron, el rubio volvió a colocar la rejilla perfectamente en su sitio, para, posteriormente, sentarse en la cama con las manos en la cabeza.

—¿Cómo ha pasado eso?— se preguntó a si mismo el mayor— ¡Son la número dos, llevan años haciendo esto!

Horacio seguía pretrificado en el mismo sitio.

—I-Ivanov...— habló en un susurro, sin terminar de creerse el estado en el que había visto al inmune.

Gustabo miró a su hermano, estaba tan perplejo como él, y es que dudaban si quiera de que aquel hombre hubiese llegado con vida al Área Médica.

—¿Q-que pasará ahora?— volvió a hablar el de cresta tomando asiento al lado de su hermano— Si Ivanov... Si Ivanov muere, ¿dejarán a Volkov hacer las incursiones él solo?

—El protocolo es muy estricto con eso, hace años que está prohibido hacer incursiones individuales.

—Eso es que, o le asignan a otro dúo para que sean tres personas, o le jubilan hasta que tengan otro inmune...

Tras un par de minutos con sus mentes divagando sobre el futuro de la Incursión número dos, decidieron volver al comedor para ver si alguien sabía algo más, aunque, probablemente, ellos eran los que más información tenían en aquel lugar.

—Segis— llamó Horacio al ver a su amigo confuso entre la multitud.

—¿Sabéis cómo están?— preguntó de inmediato.

El de cresta no dijo nada, simplemente movió un poco la cabeza dando una negativa que el gallego entendió perfectamente.

La situación pintaba muy mal.

ɪᴍᴍᴜɴɪᴛʏ |Volkacio|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora