📖NOVENTA Y CINCO📖

48 6 2
                                    

A la mañana siguiente, casi a medio día desperté con poco ánimo. La puerta continuaba cerrada a cal y canto, por lo que no era raro que hubiera dormido hasta tarde y sin la preocupación de esconder el diario, que de hecho aún se encontraba entre mis brazos; lo dejé de lado y me estire sobre la cama antes de levantarme y salir del cuarto.

La plata baja estaba casi en silencio, sólo el tintineo de los cubiertos delataba que Ami y Levi ya estaban ahí.

-Buenos días. - saludo mi padre cuando me vio entrar en la cocina.

Aún llevaba la ropa del día anterior, así que fingi sacudirme y suspiré en respuesta. Sin darles la cara me encamine a preparame un té y algo más para desayunar; nunca había sido inútil para prepararme mis propias cosas, pero disfrutaba de la atención de mis padres, a excepción de este momento en que mi orgullo no dejaría que esa atención se sobrepusiera a mi enojo.

-Kai, tu padre te está hablando - me sermoneo Ami desde su asiento que me daba la espalda.

«¡Oh, wow! Ahora si quieren hablar...», pensé y me mordí la lengua para no decirlo en voz alta. Quería responderles, herirlos con mis palabras y actitudes, pero también sabía que lo que más les dolería sería mi absoluto silencio.

Terminé de prepararme el desayuno y me senté con indiferencia en el lugar que era equivalente al mismo que en Paradis. Esta vez si pude ver la cara de Ami: parecía exhausta, como si no hubiera dormido en toda la noche, pero también estaba molesta. ¡Victoria!.

-¿Pretendes seguir ignorando lo que te decimos? - quizo saber mi madre con aquel tono que presagiaba una discusión.

Le sostuve la mirada, volví a suspirar y luego me dispuse a desayunar con toda la calma del mundo. Era también el hijo de mi padre, su habilidad para callar estaba también en mi sangre.

-Te estoy ha... - continuó mi madre apuntó de azotar la mano en la mesa como solía hacer cuando se molestaba.

De manera sorpresiva, y lo digo porque mi padre nunca lo hacía, Levi la detuvo entrelazando su mano entre la suya.

-Dejalo tranquilo - le pidió con voz tranquila. Después se dirigió a mí sin soltarle la mano. - Los Braun están en Liberio, nos vamos en una hora y media.

Mastique con lentitud, sopesando sus palabras y luego asentí. Continúe en silencio, se sentía incómodo no ser quien sacara tema de conversación, pero tampoco podía ser demasiado fácil, por lo que aunque me costará mantuve la boca cerrada mientras seguía desayunando; aunque, contra todo lo que acostumbro a presenciar, fue Levi el que siguió la platica.

-Podríamos pasar a aquel restaurante que te gustaba, cuando estemos de regreso -le sugirió a Ami, mientras masajeaba su mano que aún sostenía.

-No creo que sea el mo... - se comenzó a negar ella.

-Si lo es. Además tampoco hay demasiado para cocinar algo aqui - la interrumpió. -; de no ser porque salí temprano por algunas compras, no habría nada para el desayuno.

-Ya. El efecto Marley. - dedujo Ami con una sonrisa juguetona.

Ya antes lo había escuchado ese nombre, sino me equivocaba se refería a cuando cualquiera de nosotros hacía algo que solo en Marley haríamos; aunque no estaba seguro de sí justo ahora mi madre se refería al hecho de que Levi estuviera muy hablador esta mañana o a que hubiera salido a hacer las compras voluntariamente, bien podrían ser ambas.

-No es eso. - negó Levi con un tono un tanto resignado. Se encogió de hombros - Solo esperaba que aprovecharas el viaje para descansar un poco...

-Ya se por donde vas... - le interrumpió Ami. Negó con la cabeza. - No es nada, te lo dije en la mañana, seguro solo es por lo sucedido los últimos días. No hay de que preocuparse.

-Sea nada o sea algo, preferiría que descansarás estos días. Por favor, ¿si?

Lo veía y no lo creía. Mi padre, el gran y poderoso Levi Ackerman, el que nunca mostraba nada y siempre se mantenía callado e inalterable, estaba preocupado, hablador y suplicante con mi madre. ¿Por qué me molestaba? Ah, claro.

-Levi, todo está bien - insistio mi madre y para calmarlo coloco su mano sobre la de él.

-Que todo este bien no significa que dejaré de insistir - amenazó mi padre frunciendo el ceño.

Y eso era todo lo que podía aguantar. Aún con un poco de comida en el plato, me levante empujando la silla y recogí lo que utilice antes de subir a mi habitación a la velocidad de la luz. No podía creer que toda la atención se la estaba llevando mi madre cuando ella me había puesto en esta posición, cuando fue ella la que me mintió. Me volví a encerrar en mi habitación, había azotado la puerta y luego me arroje a la cama para gritar furioso contra la almohada mientras pataleaba desesperado; quería arrojar cosas, romper todo si era posible, pero lo único que encontré fue ese estúpido traje que tenía que usar y el diario de mi padre, ninguno podía destrazarlo. Cuando me calme:

-¿Kai? ¿Podrías abrir? - llamaba mi padre.

Me senté en el borde de la cama pensativo y en respuesta arroje con todas mis fuerzas una almohada contra la puerta.

-Sería más efectivo si me tuvieras frente a ti, ¿sabes? - añadió Levi luego del golpe.

No, si lo tuviera delante mío solo podría llorar con frustración y morderme la lengua para no protestar más.

-Tarde o temprano tendremos que hablar... - siguió ante mi falta de respuesta - Sobre todo tu y tu madre deben arreglar las cosas... - arroje otra almohada con más furia. - Tsk. A tus abuelos no les gustaría verte...

-¡¿Y tu que sabes?! ¡NO HABLES DE ELLOS COMO SI SUPIERAS LO QUE PENSABAN! - solté incapaz de contenerme más. - ¡NO METAS A MIS ABUELOS EN ESTO! ¡FUERON USTEDES QUIENES ME MINTIERON, ME OCULTARON TODO Y LUEGO ME LLAMARON LA ATENCIÓN!

-Kai, solo déjanos explicarte...

-¿QUÉ TENDRÍAN QUE VER MIS ABUELOS EN ESO? - seguí ignorando lo que decía.

-Kai, por favor...

-¡USTEDES SON LOS QUE NO CONFIAN EN SU PROPIO HIJO!

-Eso no es verdad y lo sabes...

-¡USTEDES SON LOS MALOS PADRES!

Había gritado con tanto odio que me dolía el pecho y mi respiración estaba alterada, pero me sentía, de cierta forma, más liviano, como si hubiera drenado todo lo que pensaba. Espere unos segundos la respuesta, ansioso por poder gritar un poco más y terminar de liberarme, hasta que entendí que no habría sonido alguno desde el otro lado de la puerta.

No había querido decir nada de eso...

Levi's diaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora