capítulo 47.

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¡Estúpida tú!

Capítulo 47.

Después del susto que nos metió Álex, retomamos nuestra rutina. Ayer nos quedamos todos en casa, mini Álex se encargó de cuidarlo muy bien y por supuesto yo también.

Llego temprano al restaurante, debo solucionar algunas cosas. Katia me dijo que tiene unos pendientes, hoy llega tarde. Entro al restaurante y saludo amablemente, me preguntan por la salud de mi esposo, les informo que todo está bien y les agradezco por estar al pendiente.

Antes de subir a la oficina le pido un favor  a Sophia, necesito hablar con Thomas. Fui un poco descortés, le debo una disculpa. Entro a mi oficina dejo mi abrigo y  mi bolso, me siento en mi silla y empiezo a revisar algunas cosas pendientes.  Escucho tres golpecitos en la puerta.

—Siga —digo.

La puerta se abre.  Thomas se queda parado bajo el marco.

—Señora, cómo estáis, os ha dicho Sophia que me necesitas.

—Entra —le señalo la silla para que tome asiento.

Cierra la puerta tras él, se para frente al escritorio con las manos en la espalda, a veces me hacen sentir como un sargento.

—¿Decidme en qué os puedo ayudar? —inquiere.

Hago una gesticulación con mi mano para que se siente, así lo hace.

—Te debo una disculpa por lo ocurrido esta semana, no fue la manera correcta de tratarte, pero…

Me interrumpe.

—Venga, no es necesario que hagáis esto, yo también me hubiese puesto así, si se tratase de la integridad de la persona que amo.

Se queda muy serio, es la primera vez que no lo veo con esa típica sonrisa coqueta.

—Me molesta mucho ese tipo de errores, pero también sé admitir los míos. Yo te debo una disculpa por la manera en que te hablé.

Se incorpora.

—No os preocupéis, no pasó nada —sonríe—, ya lo he olvidado.

—Gracias —le regalo una sonrisa de boca cerrada.

Hace una reverencia.

—Quedo a vuestro servicio.

Sale de la oficina  y segundos después entra Katia que al verme hace un baile ridículo de cejas.

—Venga tía, ya le has pedido disculpas.

La fulmino con la mirada. Acomoda su bolso y su abrigo, luego suelta una carcajada.

—Sé reconocer mis errores, no podemos perder un chef como ese.

—Estoy de acuerdo contigo —se acomoda en su silla y sube los pies en el escritorio—, A la hora de cocinar no sería lo mismo si no tenemos caldo de ojo.

Frunzo el ceño.

—Mi inspiración se llama Álex Fernández, no necesito  a nadie más.

—¡Ay que amargada! —rueda los ojos.

—¿Qué pensará Mateo de todo esto? —arqueo una ceja.

Se levanta de golpe.

—Recordé que tengo mucho trabajo por hacer.

Sale de la oficina como si nada, sonrío para mis adentros, es una loca. Le hablo a Álex para invitarlo a almorzar ya que hoy no tiene tanto trabajo, justo cuando estoy hablando con él me entra una llamada de la casa, le pido a Álex que me espere y tomo la otra llamada.

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