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Scorpius corría de un lado al otro, lleno de energía, gritando y riendo como el niño que es. Durante todo el día decidió arrastrarnos tanto a Draco como a mí por todo el parque mágico.

Estaba agotada por lo que en la última atracción preferí esperarlos sanada en una banqueta refrescándome con un jugo de calabaza que compré en un pequeño puesto que había dentro del parque. Oía los gritos de la gente subida en las atracciones, todos gritaban eufóricos y con la energía por los aires.

Sentía una mirada inquietante pegada a mí. Algo incomoda miré a mi alrededor. Noté que algo no estaba bien. Aurores rodeaban todo el parque de diversiones, mientras algunos, sin siquiera disimularlo, caminaban por el parque.

¿Qué está pasando?

—¡Annette! —exclamó Scorpius a mi lado, tomándome desprevenida, asustándome. Draco arrugó su entre cejas.

—¿Pasa algo? —preguntó Draco algo preocupado. Negué con mi cabeza, pero eso no conformó a Draco, no podía engañarlo.

Me puse de pie y fingiendo una sonrisa para Scorpius dije:

—¿Quién quiere ir por un helado?

Scorpius me sonrió en respuesta y los tres nos dirigimos al puesto de helados que había dentro del parque de diversiones. En la fila para el helado, no pude evitar seguir husmeando y ver lo que estaba ocurriendo. ¿Por qué estaban los Aurores aquí?

—¿Qué pasa? —me preguntó Draco en un tono serio y bajo para que su hijo no oyera.

—Tengo un mal presentimiento—confesé.

—¿Con qué?

—No lo sé, pero mira a todos los Aurores que hay—dije señalando a alguno de ellos. Draco volteó y miró a algunos de los que dije, ahora notándolos.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó confundido.

—No sé, y ese es mi mal presentimiento.

—¿Quieres irte? —preguntó esperando por mi honesta respuesta.

—No quiero arruinarle el día a Scorpius—confesé.

—Luego del helado nos iremos—aseguró y allí terminó nuestra conversación, pero la inquietante pregunta de qué era lo que sucedía no dejaba mi mente.

Al rato nos tocó en la fila. Scorpius pidió su helado y con Draco decidimos compartir uno. Ya con nuestros helados, nos sentamos en una de las bancas que encontramos libres. El helado de Scorpius chorreaba, manchando sus manos y goteando en el suelo.

—Scorpius—lo regañaba Draco con un tono cansado, reí. Tomé una cucharada del helado que compartía con Draco, mientras veía como él volteaba a verme con algo de indignación ante mi risa.

—¿Qué? —pregunté encogiéndome de hombros.

—¿Qué? —repitió él imitándome—. ¿Sabes qué? Toma qué—dijo manchándome con el helado la punta de mi nariz.

—¡Malfoy! —exclamé.

~

Reí. Se sentía tan bien. Draco frenó y lanzó su helado al cesto de basura. Buscó en su bolsillo y sacó un pañuelo.

—No te rías, Potter—dijo con clara molestia.

—No me pidas algo imposible, Malfoy—dije entre risas.

—No es gracioso—dijo levantando su vista hacia mí mientras limpiaba con su pañuelo su traje machado por el helado.

—Sí lo es.

como aquellos de 1995 || Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora