ᴛʀᴇs

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Al recordar todo aquello, Chuuya se quedó mudo por un momento. La manera en que Dazai le había hablado aquel día, con ese tono socarrón y esa molestia fingida..., era un tanto inquietante; no porque fuera algo desagradable, sino porque solo hasta entonces Chuuya podía leer entre líneas su mensaje. Como su amigo le había dicho que no dejara de reír..., le daba la impresión de que quizás estaba tratando de decirle que le gustaba su risa... ¡Ah, pero eso es darle demasiadas vueltas! ¿No es cierto? ¿O acaso había sido tan ciego siempre como para nunca habérsele pasado por la cabeza la idea de que su amigo estaba enamorado de él?

¿Enamorado? Pero era... ¿era ese el término adecuado? “Enamorado...” Todo el tiempo en que estuvo reflexionando al respecto Chuuya se mantuvo callado, lo que tanto el Dazai de su imaginación como la señorita Yosano notaron enseguida. Ella frunció el ceño y se inclinó sobre su escritorio para analizar a su paciente.

—¿Chuuya? ¿Ha ocurrido algo?

La voz de la mujer llegó con lentitud a los oídos del chico, cuyos párpados temblaron al recibir aquellas palabras, como si hubiese abierto los ojos pero sin abrirlos en absoluto. Esto le hizo reaccionar.

—Dazai, él... —balbuceó.

Antes de que pudiera continuar se encontró con la mirada intrigada del espíritu de su amigo. Éste le dedicó una expresión con la que le preguntaba si acaso había ocurrido algo con él. Chuuya decidió explicárselo.

—Recordé la primera vez que probamos el helado de mazorca... —Exhaló una sonrisa melancólica.

El fantasma parecía haber dicho “¡Oh!” y asintió un par de veces mientras mostraba una sonrisa. Aparentemente él estaba encantado con el recuerdo. Pero por otra parte estaba la señorita Yosano, que no comprendió al instante, por lo que Chuuya tuvo que explicarle con detenimiento para que pudiese entrar en contexto. Pero como el recuerdo había vuelto a la mente del chico en cuestión de segundos esto no les tomó demasiado tiempo.

—Pese a no conocerlo —dijo la señorita Yosano—, parece ser que ese chico te tenía mucho aprecio.

Chuuya se fijó en el Dazai que tenía al lado, y notó que éste lanzaba una sonrisa fugaz y apartaba la mirada, dando la impresión de sentir pena porque lo habían descubierto. Al pelirrojo esto le causó una extraña sensación, que no supo cómo explicar. Entonces en su mente apareció una duda repentina:

“¿Lo detestas?” La pregunta se refería a si detestaba la idea de que Dazai realmente lo apreciara como un amigo o algo más, alcanzaba a abarcar incluso si acaso preferiría una cosa antes que la otra o si simplemente habría decidido no conocer esa verdad nunca. ¿Lo detestaba en realidad? Habían sido amigos por bastante tiempo, pero las circunstancias que los llevaron a acabar así no fueron las más amistosas precisamente...

Se habían conocido al ser Dazai trasladado del colegio para varones “Ningen Shikkaku” al colegio mixto “Arishi Hi”, en el que Chuuya se había inscripto hacia dos años. Ambos cursaban el primer año de bachillerato cuando fueron reclutados por el entrenador de baloncesto para formar parte del equipo, a lo que ambos se negaron al principio. Pero el entrenador era insistente y algo intimidante, a decir verdad, por lo que aquella decisión no sería la definitiva... Los chicos acabaron uniéndose al equipo al final del primer semestre y fue allí que intercambiaron sus primeras palabras.

Ah, y también sus primeros golpes...

Pero esa es una historia que dejaremos para después.

Mientras que Chuuya rememoraba aquellos momentos y se concentraba en la pregunta, repitiéndose una y otra vez: “¿lo detestas?”, el vaporoso joven comenzó a acercarse a él sin que éste se percatara. En silencio, puesto que no tenía otra opción. Y al llegar hasta su amigo extendió una mano y con la punta del índice le tocó la mejilla, como lo único que podía hacer para pedirle que regresara los pies a la tierra. El tacto frío ayudó un poco a que Chuuya reaccionara, aunque fuese mirando con el ceño fruncido al otro debido a la confusión. Sin embargo, al cabo de unos segundos volvió a relajar su rostro y observó detenidamente a Dazai —o supuesto Dazai—; la pregunta había surgido nuevamente en su cabeza y era como si el propio chico le dijera: “¿me detestas?”

ᴄᴏɴᴛᴀᴄᴛᴏ [soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora