Capítulo 7

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El día del compromiso llegó.

Piper estaba muy nerviosa, sólo hacía tres días que había llegado a Inglaterra, y salvo por ese paseo a caballo que dio con la joven Victoria, ella no había salido de la casa, solo algunos paseos por el jardín y siempre acompañada por su niñera. La señora Hamilton había estado junto a ella desde que era pequeña, pero en esos dos días solo la veía en sus cortos paseos por los jardines y siempre estaba nerviosa; sobre todo esta mañana. Piper le había preguntado qué le pasaba pero la señora Hamilton no hablaba de ello, sin embargo, Grace estaba muy preocupada por su pupila. Hoy era el día que se anunciaba su compromiso y la boda sería una semana después, justo el día que ella cumplía los dieciocho años.

Grace estaba confusa. Su pupila se estaba tomando con demasiado calma todo este asunto, y temía que estallase en el momento más inoportuno. No se la imaginaba aceptando la situación tan mansamente por dos razones, la primera, porque no estaba en su naturaleza el ser dócil, y la segunda, porque había estado presente cuando su madre le informó de su decisión y el estallido de cólera que le había dado fue de lo más... impresionante. Sí impresionante era la palabra que mejor lo describía.

Piper daba vueltas por la habitación, se retorcía las manos mientras la doncella trataba de tranquilizarla y de terminar con el peinado. Piper pensaba que esa noche se iba a prometer con una mujer que ella no conocía. De repente se le vino a la memoria un hombre, uno que había irrumpido desastrosamente en su vida seis años atrás. Estaba muerto, eso le habían dicho, pero ¿quién lo había matado? No podía recordar, no obstante, una sensación de tener las manos manchadas de sangre siempre la asediaba cuando trataba de recordar. No le gustaba recordar ese día, solo recordaba vagamente el miedo, el dolor y la furia. Estaba subida en un árbol y el hombre la llamaba cuando de pronto apareció su nodriza, desde allí pudo ver como ese horrible hombre pegaba a Grace en la cara con el puño cerrado, la tiraba al suelo y le subía las faldas. Impotencia. Sentía impotencia, porque se quedó congelada mirando la escena y sin poder si quiera gritar. No recordaba nada más solo volvió a reaccionar cuando vio al hombre muerto a sus pies. Cómo había bajado ella del árbol, no lo recordaba, como apareció el hombre muerto a sus pies tampoco.

Un golpe seco en la puerta la sacó de sus pensamientos y corrió a abrir para ver quien era. Cuando abrió la puerta se quedó sorprendida, ante sí tenía a la viva imagen de su madre pero con el pelo negro algo entremezclado de gris.

—No me mires así, no soy un fantasma —dijo la mujer.

Su voz sonaba agriada, era una mujer muy desagradable pese a la enorme belleza que debió ser cuando era joven. No tenía ni una sola pequeña gota de la dulzura de su madre.

—Soy tu tía Anna, viuda de Doyle, y me alegro de que por fin haya salido algo a mi gusto. Eres muy bonita —dijo empujando a la chica para entrar en la habitación

La mujer sonrió ladina. Que su sobrina fuera tan guapa incrementaba la dulzura de su venganza. Iba a ser muy desgraciada con la próxima duquesa, por muy hija de Lee que fuera. La heredera era un demonio que haría a su sobrina inmensamente desgraciada. Había estado esperando el momento durante treinta y dos años, y por fin iba a saborear la victoria. Pensaba emborracharse con brandy porque iba a descansar al fin pues su trabajo estaría finalizado.

Anna se quedó solo unos minutos en la habitación de su sobrina, luego bajó al salón donde los invitados empezaban a llegar.

El salón estaba magníficamente decorado. Había jarrones con rosas blancas y rosadas, la comida sería excelente, y por fin aquella estúpida de médico militar iba a saber que con Anna, viuda de Doyle, no se jugaba.

Había tenido que maniobrar muy deprisa para hacer que la reina indujera a Alex a tomar esposa y con su adecuado tacto, había convencido a Diane de que su querida sobrina era la adecuada. Si aquel hombre que ella contrató hace seis años no había podido llevar a buen fin su tarea para arruinar la reputación de su sobrina, ciertamente este la haría terriblemente desgraciada. Y en cuanto a él... le había hecho perder una buena cantidad de dinero hacía dos años, pero era ínfimo comparado con el dolor que le había asestado al matar a su hijo. ¡Era su hijo!, a pesar de que nadie lo sabía, era su hijo, y había muerto por una ramera, y se alegró de que la furcia hubiera obtenido su merecido.

🔱 MY LADY 🔱 G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora