Capítulo XVIII: Deber

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Solamente con él acariciándome el pelo y yo apoyada en su hombro se me pasaban todos los males. Desaparecía el dolor, el miedo, la rabia, la desesperación y la angustia por unos breves y a la vez infinitos instantes. Lo bizarro, lo corrupto y lo tenebroso se convertía en polvo. Lo único que necesitamos es a alguien que este a nuestro lado, aunque a veces los males nos cieguen y no lleguemos a ver ni reconocer a nadie, ni siquiera a nosotros mismos.

-Ahora me quedan solamente dos alternativas, Bruce: Intentar encontrar a mis padres y ayudarlos o ir directamente a por el tridente Dakryma- expliqué, preparándome para proponer al chico algo que no le entusiasmaría nada.

-No solo a ti. Yo estoy contigo.

-Bruce... ¿No sería mejor que te retiraras y te vayas a casa? Temo mucho por tu vida últimamente y, además, esta no es una batalla que estés obligado a librar.

-¡¿QUÉ?! Ni lo pienses. Mi deber es luchar por y junto a ti, pececilla. Igual que tú hiciste en Avalon por mí- exclamó el chico frunciendo el ceño.

-A veces, cuando me ataca mi propia mente, creo que el amor no merece la muerte. Tal vez deberías reflexionar sobre tu decisión.

-Tranquila, Narcisa. Ahora me es imposible morir.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Porque aún tengo que llegar a verte como una mujer adulta y...

-¿Y qué?

-Te lo diré cuando acabemos la aventura.

-¡Dime, Bruce! Ahora necesito saberlo.

-Acabemos con el Mermado antes, si no, nada... Entonces, ¿qué crees que debemos hacer ahora?

-¡Yo os diré lo que haremos ahora! ¡Ir a buscar una arma elemental y partir en diecisiete la cara de Dominus!- exclamó Hefesto, entrando a la habitación del hospital en la que estábamos.

Pusimos al día al dios forjador de todo lo que sabíamos de las armas elementales contándole que Excalibur era una de ellas y le preguntamos si sabía dónde se encontraba el omnipotente tridente Dakryma.

-Pues no está muy lejos... Pero únicamente hay un pequeño, un minúsculo, un diminuto problema... Está escondido a simple vista a ojos de todo el mundo. Es el tridente que lleva en manos la estatua de Poseidón que está encima de la puerta principal del Kentron. No obstante, tú aún no estás preparada para luchar, chica- Hefesto nos miró con unos ojos serios mientras hablaba y Bruce y yo nos quedamos pensativos unos momentos- Aunque, si quieres, puedo volver a mi fragua para forjarte la armadura que necesitarías para enfrentarte a Dominus. Precisamente, tengo guardada la armadura de la primera general atlante y casi todos los colmillos del León de Nemea para darle un poder enorme. Ya me las apañaré con la inundación.

-Ve Hefesto, pero cuidado con Dominus.- dije, y el dios abandonó el edificio.

Un buen rato después, me di cuenta de que debía refrescar mis habilidades de batalla que una vez me enseñaron y decidí practicar con Bruce. Le pedí que me hiciera un tridente de madera y roca y fuimos a una sala grande.

-Vamos, amor. Dominus no me va a avisar cuando me ataque. Solo ten cuidado de no partir el tridente con Excalibur- cuando dije eso, Bruce sonrió y sin más demora lanzó su primer ataque, dirigido a la cabeza.

Bloqueé el ataque con una facilidad pasmosa y le devolví la sonrisa pícaramente. El chico comenzó a intentar asestarme hábiles y rápidos espadazos, sin embargo, me parecía demasiado fácil.

-No tengas piedad: ¡ataca furiosamente!

-Así lo haré, pececilla.

Bruce cambió el ritmo y comenzó a dar tajos a una velocidad que rozaba lo sobrehumano. Sus ojos, su cicatriz y Excalibur irradiaban una intensa luz esmeralda y su último ataque fue un golpe vertical que provocó una pequeña onda expansiva. Clavó su espada en el suelo y se apoyó en ella.

-Me he quedado sin aliento... Porque me lo has robado, bebé. Verte luchar me ha dejado anonadado. Pensaba que eras la persona más maravillosa del mundo, pero me quedaba corto. Me gustaría regalarte todas las flores que dejé a mi paso por Avalon.

-Es curioso que tu rastro de flores desapareciera cuando empuñaste a Excalibur. Es como si tu poder sangrara porque no lo aceptabas... Y a mí me ha pasado algo parecido. Cuando descubrí este poder para controlar el agua, desapareció el miedo a luchar contra Dominus. Tampoco es que realmente me apetezca, ¡pero combatiré contra él si es necesario! ¡Después de lo que he pasado, ya nada podrá hacerme sufrir!- exclamé con una sonrisa de oreja a oreja.

Mi corazón estaba desbocado, tanto que no pude evitar agarrar a Bruce y darle un largo beso en los labios. Después, el chico me besó en el cuello lentamente, dejándome sin respiración... Hasta que oímos un estruendo de pasos afuera del edificio.

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