La clave de todo

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La Clave De Todo


La visita a Diagon resultó muy divertida. Aceptaron la invitación de los gemelos para ir a comer a un nuevo local donde servían el mejor pastel de carne de Inglaterra, y además, Alina podría probar los deliciosos dulces que Honey Dukes les proveía.


Incluso Draco parecía haberse acoplado bien a las bromas de los gemelos y en un par de ocasiones logró salir de su actitud solemne para reír a carcajadas, sobre todo en el momento en que relataron la anécdota de la boda de Fred con Angelina y en la cual, George había estado suplantándolo hasta el momento en que el juez preguntó si había algún inconveniente para la ceremonia.


Harry y Draco casi lloraban de la risa, más aún con la cara indignada de Hermione al enterarse hasta dónde eran capaces de llegar los gemelos.


Y aunque el matrimonio había terminado hacía casi dos años, había sido muy bien aceptado por ambas partes, continuaban siendo amigos, y Fred era feliz de regresar a las andanzas con su inseparable hermano.


Alina los observaba sonriente mientras devoraba un cremoso helado de avellana. Estaba sentada entre los gemelos y se sentía muy bien con ellos, le gustaba la mirada amorosa con que la veían, y los cariñosos jugueteos de George con su largo cabello mientras conversaba con los mayores.


Harry vio enternecido como la niña se acurrucaba en el pelirrojo luego de terminar su helado, y sus pequeños párpados fueron cerrándose mientras una expresión de grata sensación aparecía reflejada en su infantil sonrisa.


— Creo que le agradas, George. —manifestó Harry.

— Y ella a mí, no sabes cuánto. —suspiró el pelirrojo mientras acomodaba a la pequeña en su regazo para que durmiera más cómoda.

— Tal vez ya debamos irnos.

— ¿Podrías dejar que se quedara con nosotros esta noche? —intervino Fred mirando ávidamente la imagen de su hermano con la pequeña—. Te prometemos cuidarla muy bien,

— No es que desconfíe, pero... nunca hemos dormido separados, puede ser que se asuste si despierta.

— Si eso pasa la llevamos contigo enseguida.

— No se ofendan, pero dudo mucho que Alina deba quedarse en una tienda de bromas, tal vez sea demasiado curiosa y no quiero que les dé problemas.

— Descuida, por esta noche nos quedaríamos en La Madriguera, creo que a mamá le encantará volver a ver a la niña.


Harry dudó unos segundos más, le parecía que primero tendría que consultarlo con Severus, pero ante las miradas suplicantes de los gemelos no pudo hacer nada más, y terminó asintiendo ante la sorpresa de Hermione y Draco.



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Cuando Severus se enteró de dónde estaba la niña, no pudo decir nada, tan sólo asintió con seriedad y bebió un poco del whiskey que estaba tomando justo en el momento en que su esposo y amigos regresaron a la casa.


Y la explosión de enojo que todo mundo esperaba, incluso Harry... no sucedió.


Rápidamente Lucius se apresuró a invitar a Remus a retirarse a sus habitaciones, y Draco hizo lo mismo con su familia, dejando a los dos morenos a solas en el despacho principal.


— ¿Estás molesto conmigo? —preguntó Harry acercándose hasta ocupar un lugar en el descansa brazos del sillón de Severus.

— No, eres su padre y tienes el derecho de tomar esas decisiones cuando quieras.


Harry notó enseguida el tono helado de su esposo, evidentemente estaba más que molesto pero no quería admitirlo.


— Es que, si hubieras visto la cara de los chicos al pedírmelo... te aseguro que tampoco te habrías podido negar. —aseguró Harry arrodillándose meloso entre las piernas del ojinegro—. Te prometo que ellos la cuidarán bien.

— Ya lo decidiste y ya te dije que no tengo problema con eso, deja de insistir con lo mismo.

— Pero es que no me gusta verte molesto, y... —agregó cambiando radicalmente de actitud para mirar hacia los ojos de Severus con una sonrisa pícara y atrevida—... si me sonríes, puedo hacerte algo muy rico.


Al momento en que Harry quiso desabotonar la cremallera de su esposo, comprobó que éste realmente estaba enfadado pues se apartó con el pretexto de ir a servirse un poco más de alcohol.


— ¡Oye! —exclamó Harry, indignado por el brusco rechazo que lo hizo caer de sentón sobre la alfombra—. ¡No tienes porqué tratarme así, no he hecho nada malo!

— ¡Yo no te estoy recriminando nada! —refutó sin poder evitar levantar la voz por primera vez a su esposo.

— ¡Lo haces con esa estúpida actitud, Severus! —gritó a su vez, yendo hasta su esposo para obligarlo a girarse a mirarlo—. ¡Y tienes razón, es mi hija y puedo darle los permisos que quiera, no te voy a rogar más para que me entiendas, si lo haces bien, y si no, es tu problema!

— ¡Deja de gritarme también tú a mí! ¡Sigues siendo el mismo irreverente de siempre!

— ¡Te voy a gritar todo lo que se me antoje! —respondió en un tono tan alto que sintió arder su garganta, pero sonrió irónico al notar que su esposo le miraba cada vez más enfurecido.

— ¡Pues grita, yo no me quedaré a escucharte, mocoso insolente!

— ¡Descuida, que el que se va soy yo, viejo amargado!


Harry apuró el paso hacia la puerta, pero ni bien había llegado hasta ésta cuando el aferre de su esposo sobre su hombro lo hizo detenerse y girarse hacia él. Sorprendido, se vio de pronto rodeado por los fuertes brazos de Severus en torno a su cintura, casi elevándolo del suelo.


Besándolo demandante y sorpresivamente.


Aún con ira, le golpeó con sus puños cerrados, apretando sus labios para no darle el gusto de salirse con la suya, pero por más que se removió Severus no le soltaba, al contrario, afianzaba más su aferrada posición. Al ver que no conseguiría nada de ese modo, Harry respondió por otro.


Respondió al beso mordiendo el labio inferior del ojinegro hasta sentir un sabor metálico mezclándose con el del whiskey recién bebido, y el suave aliento a fresco que obtenía cada vez que su esposo le besaba.


Sin embargo, Severus no se retiró, al contrario. Y al apegarse más al cuerpo de Harry le notó extrañamente excitado, tanto como él ya se sentía.


El joven ojiverde ya había dejado de luchar y correspondía al beso con inmensa ferocidad, succionando engolosinado la sangre que aún manaba del labio de su esposo.


Aquello aumento aún más el deseo de Severus, quien prácticamente arrastró al chico hasta el escritorio de Lucius, y de un manotazo consiguió limpiar la superficie lo suficiente para que Harry pudiera recostarse.


— Sev... ¡rápido, te necesito dentro ya!

— Espera, pequeño, que yo tampoco creo aguantar demasiado hoy.


Harry rió ligeramente, comprendió a lo que se refería, y ambos se apresuraron a retirarse la ropa con urgencia, intercambiando miradas casi tan ansiosas como divertidas.


Severus ni siquiera recordaba dónde había quedado su varita para hacer el hechizo de lubricación, y como no tenía deseos de perder ni un segundo, usó su propia saliva para humedecer la entrada de Harry y de esa manera conseguir una rápida penetración sin demasiada molestia hacia el ojiverde.


— Oh, mi Dios... —exclamó Harry extasiado de alegría cuando se sintió lleno por completo.

— Y esto... —jadeó gruñendo—... te va a gustar más.


Diciéndolo, Severus arremetió con fuerza contra Harry cuya espalda se arqueó voluptuosamente y casi sin aire, suplicó por más.


Una y otra vez, ambos sin abandonar la desesperación del deseo, buscándose y acariciándose vorazmente, arañándose, jalándose los cabellos, mordiéndose... pero sin dejar de abrazarse y moverse al ritmo de las embestidas, hasta que finalmente, chorros de semen salieron disparados en distintas direcciones, algunas gotas resbalando hacia la lustrosa superficie del oscuro escritorio ejecutivo.



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