07/06/2022

2 0 0
                                    

Nos encontrábamos haciendo turismo en una ciudad de la serranía peruana: Fuera de una catedral se habían instalado numerosos comerciantes que vendían juguetes, revistas, libros y suvenires.

El pasaje bíblico "no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio" pasaba por mi mente, aunque yo lo parafraseaba más bien divertido y sin ninguna indignación al respecto, comprándome una revista de Condorito que me dedicaba a hojear antes de entrar en la iglesia.

Sin embargo, no pasó mucho para que deberíamos irnos a bordo de un bus de vuelta al hotel en donde nos encontrábamos hospedados: El piso inferior del hotel era semejante a unas oficinas con cubículos, sitio en donde yo debía rendir un examen.

En un principio, yo pensaba que el examen era de lo más sencillo, consistente de nada más que tres preguntas. Un examinador pasaba por mi cubículo para recoger mi examen, pero en cuanto yo se lo daba, recién entonces descubría que había muchas preguntas más del otro lado de la hoja, pero en cuanto yo solicitaba al evaluador que me devolviese mi prueba, él se rehusaba.

Diario de Sueños y PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora