Muerte de madre.

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El frío era palpable, el cielo más nublado que nunca y una fuerte lluvia estaban presentes, como de acuerdo con el día. El ambiente era pesado, triste, sin vida. El lugar estaba casi en silencio si no fuera por los más pequeños, que jugaban a las carreras; no tenían noción de lo que sucedía, ni entendían por qué sus padres los obligaron a usar una vestimenta tan oscura. Los padres trataban de calmar a sus pequeños; sin embargo, ellos no hacían caso a sus palabras.

En esos momentos la tristeza e incertidumbre recorrían cada parte de mi flacucho pero delicado cuerpo. Y es que... no esperaba la muerte tan repentina de mi madre.

Era muy confuso, el día anterior se había despertado con su típica sonrisa, y con la alegría que la caracterizaba, incluso salimos a dar un paseo, reímos y disfrutamos. Al día siguiente... ya no estaba con nosotros. Nadie se esperaba el fallecimiento de madre. Ella estaba en perfectas condiciones, todo fue muy raro y repentino.

Mi vestido negro ondeaba con el viento, mi cabello perfectamente recogido provocaba que mis ojos se achinaran. Con la mano derecha sostenía un paraguas para evitar que el agua me empapara.

Tenía la vista nublada e irritada gracias a el mar de lágrimas que derramé. Los sollozos salían de mi boca involuntariamente, y no sólo yo era un mar de lágrimas, y es que... mi madre era muy querida por todos. Era una mujer que merecía todo un mundo. Era... aún no podía asimilar  que había muerto, aunque su lápida estuviera frente a mí.

El sacerdote daba sus palabras, más yo me encontraba ajena a lo que decía. Me encontraba ajena a lo que me decían todas las personas a mi alrededor. Me encontraba tan distante de mi misma que noté que me había quedado sóla, hasta un rato después. Ya todos se habían ido. Quedaba sólo yo frente a ella, frente a la tumba de mamá.

Era ajena a que el agua ya había comenzado empaparme, era ajena a que podría haber contraído un grave resfriado.  Lo único que estaba en mi mente era; la muerte de mi madre.


Empacaba mis cosas con lentitud, ni siquiera era consciente de lo que hacía, sólo estaba en modo automático; como si la mente se hubiera separado del cuerpo.

Toda la casa me recordaba a ella, ¿y cómo no? vivíamos momentos inefables a diario, con mamá nunca se tenía un día aburrido o triste.

Mi vista se quedó en una vieja foto de ella, donde aparecía con su hermoso cabello tan rojo como la sangre, lo llevaba recogido con una trenza holandesa, lucía un hermoso vestido amarillo con estampado de flores. Ella estaba sentada en el césped, mientras acariciaba a un conejito tan blanco como la nive.

Suspiré y guardé la foto junto con otras que pude recolectar.

Luego de un rato ya tenía todo listo, listo para la mudanza. Pasé todo el día negando la mudanza, quería quedarme ahí, quería preservar su recuerdo en mí, más no conseguí una respuesta positiva a mi petición de quedarme, y no tenía de otra, teniendo dieciséis años le quedaba la completa custodia a mi padre; un señor que no daba nunca su brazo a torcer, un señor frío, demandante y controlador.

Nunca supe por qué una mujer tan buena como mamá había contraído matrimonio con un hombre como mi padre, eso me hacía pensar en que la gente que siempre decía que los opuestos se atraían tenían algo de razón.

Tomé asiento en el sofá. Miré a mi alrededor, recordando todos los buenos momentos  vividos en esas paredes..., mismas paredes que ahora me provocaban una tremenda melancolía. Me incorporé y me acerqué a la planta que estaba en un pequeño estante de madera; en una esquina. Mi madre había sembrado aquella planta, de orquídeas, por cierto. La planta se veía resplandeciente y llena de vida, sus flores a pesar de ser de un vibrante color carmín; yo no podía dejar de verlas todas de gris. A mis ojos todo mi alrededor estaba en penumbra, como si una densa capa de color gris tapara toda mi visión, como si las nubes se negaran rotundamente a dejar el sol a la vista; siendo todo lo contrario, era un hermoso día.

Estaba completamente segura que para los demás era un día espléndido, y para mí lo hubiera sido... Hubiera estado en el jardín con mamá, plantando las semillas de papaya, como teníamos acordado. Recuerdo que ella estaba muy emocionada por haber conseguido las semillas de una fruta tan escasa por éstos lados. Ella había tenido que viajar al sur para poder conseguirlas.

Una lágrima besó una de mis mejillas.



Cuanto la extrañaba...
















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⏰ Última actualización: Jun 22, 2022 ⏰

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