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La ducha tardó un poco más de lo esperado, aunque, esta hubiera sido más rápida si estuviera en su casa, y no en el baño del comisario del Departamento de Policía de Los Santos.

En fin, su tardía en el baño se debía a su maldita mente traicionera; puesto que, esta misma, le hizo sentir, mientras se duchaba, que era observando por alguna cámara o ente invisible. Provocando que mirara por cada rincón del baño para comprobar si había una cámara viéndolo, confirmando —una y otra vez— que no las había; sin ambargo, su cabeza no dejaba de torturarlo con esa idea.

Al fin y al cabo, estaba en un lugar desconocido para él. ¿Qué esperaba? Obviamente la desconfianza iba a estar presente, aun así, no esperaba que ésta duraría mucho tiempo.

Salió del baño ya vestido, portando la ropa de gran talla de Volkov, ésta llena del sobrio olor del soviético; inundando sus fosas nasales de aquel aroma que por fin disfrutaba de cerca. Tan sólo era un pantalón deportivo gris, camisa del mismo color y calzoncillos negros; pudo llenarlos con facilidad, a pesar de ser una talla que no suele llevar, se le ajustaron al trasero fácilmente y, además, le quedaron un poco largos de los muslos. 

Se le veían bien. 

Dejó su ropa sucia dentro del sanitario, dejándola correctamente doblada, para, sólo tomar una bolsa y llevársela consigo cuando se fuera de allí. Además de guardar —entre las mismas prendas— unos objetos que llevaba con él, debajo de su traje, por si llegaba a requerirlas: unas navajas que no usó, globitos para fiesta, entre otras cosas; como su joyería de "utilería" (aretes, piercing, etc.), y, obviamente, los pupilentes negros que se quitó por fin.

Al no poder secar su cabello, simplemente estuvo restregando su cresta con una toalla blanca, cuidando en todo momento no mancharla de su tinte negro; puesto que —éste tono en particular— sólo tenía contemplado usarlo un par de veces, por lo que no era tan resistente, en comparación a otros tintes que ha usado para su pelo. Se caía con facilidad.

Mientras hacía eso, merodeaba por la habitación del ruso con cautela, observando cada rincón de la cómoda con detenimiento. No había mucho a decir verdad, de primera vista se notaba vacía, si no fuera por los pocos muebles dentro de la misma podría pensar que estaba inhabitada.

Sin más que ver allí, simplemente apagó la luz del cuarto, se aseguró de no haber dejado nada mal acomodado, y salió de la habitación cerrando la puerta detrás de él.

Al instante, se topó con un estrecho pasillo, a su izquierda un acceso a lo que parecía otra cómoda, y al final del corredor unas escaleras que subían hasta un segundo piso.

Se tentó un poco en entrar a ese segundo cuarto, aunque desistió al instante al ver un pequeño detalle en la puerta de la misma: había una letra pegada en esa superficie, tan solo con ver los colores —además del mismo carácter— pudo descifrar quien era dueño de esa alcoba.

Sonrió levemente, y no pudo evitar pensar en su pequeña; la extrañaba, y no veía la hora para verla de nuevo.

Tan sólo continuo con su andar, recorriendo el pasillo hasta toparse con las escaleras; tomó estas sin pensarlo. Subió con tranquilidad, un tanto curioso por lo que se encontraría arriba, escuchando rápidamente el sonido de la cafetera y de algo de comida cocinándose en un sartén. 

Olía muy bien.

Ya estando en la planta principal del departamento, notó al alto hombre de nacionalidad rusa permaneciendo frente a su costosa estufa, dentro de la cocina, dándole la espalda. Iba a acercarse, pero, rápidamente la voz del soviético le hizo detenerse:

🦋/🍩PADRES⚡/🥃 - VOLKACIO AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora