Reuniones.

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- Termine – dijo Cedric después de 4 horas tratando de poner el aparato muggle que tanto quería, la televisión.

- Por fin, creí que nunca terminarías.

- ¿Cuánto me tarde?

- Poco más de 4 horas.

- Eso quiere decir que en poco tiempo te vas, ¿Qué quieres hacer?

- ¿Qué te parece, estrenar el aparato muggle?

- ¡Genial! Pero a veces me sorprende que seas hija de Arthur Weasley.

- ¿Por qué?

- Porque él ama a los muggles y tú no.

- Estudie con muy pocos mestizos y ningún nacido de muggles, aparte había una clase opcional (la deje luego del año, que si es obligatorio) donde te enseñan todos los prejuicios que se suponen deberían tener todos los sangre pura. Pon eso, ¿Quieres?

- Admite que estas emocionada por probar esto.

- No, pero si no, no lograremos ver nada.

Cedric prendió la ¿televisión? Y puso una película que se llama Karate kid, no estuvo tan mal, la historia tenia buen desarrollo y una historia increíble, en mi punto de vista. Aparte que esos movimientos servirían mucho en esta guerra, claro para sorprender a los magos y tener la estrategia que nunca falla, la sorpresa.

Cuando termino la película, recogimos las chamarras que habíamos puesto, ya que habia mucho frio, y me fui a cambiar. Me puse un pantalón estilo licra, negro, con una camisa negra de tirantes, una blusa manga largas de encaje encima y una gabardina larga color vino tinto.

- Te ves bien, rara, pero bien – dijo Cedric entrando al cuarto.

- Solo si no fuera porque los mortifagos acostumbran a vestir de negro, te aseguro que siempre lo haría, no todo de color negro, parece que fuera a un funeral, pero el negro se me hace elegante y me encanta por eso.

Me acerque a él, me beso, era uno que transmitía seguridad, cariño, tranquilidad y un poco de nostalgia, pues no nos veríamos en algún tiempo.

- Te quiero mucho, Anto, más que a mí mismo, por eso te pido que te cuides, que no dejes que te hagan daño, en ningún lado, pero ten más cuidado con él.

- Yo te quiero mucho más, y ¿Has escuchado la leyenda del hilo rojo? – pregunte y el negó –, el punto es que, las almas destinadas están amarradas por un hilo rojo y por algo están amarradas. Pase lo que pase, volveré a ti.

Ced solo asintió con la cabeza, sé que no lo convencí del todo, pero sé también que lo quiere ocultar, para que no me preocupe de más por él.

Luego de un largo abrazo, me fui, prometiéndole volver.

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Me aparecí justo donde mi marca me llamo, era la mansión Riddle, en un pueblo, muggle. Y me puse la máscara.

- Al fin llegas – me dijo alguien con una máscara –, te está esperando en el comedor.

Camine siguiendo a la persona que me abrió la puerta, al entrar habían más personas sentadas en la mesa y en la punta estaba él.

- Te estábamos esperando – dijo en como en un susurro, pero audible para todos.

- Mi señor – dije de forma de saludo, aun sin saber si debía hablar o no.

- Quítate la máscara y deja que todos vean quien eres. Si alguien quiere desafiarla, puede hacerlo – dijo lo último dirigido a los que están sentados en la mesa.

La Weasley diferente y en DurmstrangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora