Capítulo 23: Monóxido de nitrógeno

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Y, sin querer, cayeron juntos en la locura.

–Sencillo–ladeó ligeramente la cabeza–, Blue era una mujer joven, inteligente y hermosa

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–Sencillo–ladeó ligeramente la cabeza–, Blue era una mujer joven, inteligente y hermosa. Si no podía pagar la deuda –chasqueó la lengua con disgusto–, la obligarían a casarse para compensarlo.

Katherina le miró con el ceño fruncido, podía ser verdad, sabía que las personas podían hacer cosas incluso peores. Empezó a hilar en su cabeza aquella historia mientras daba vueltas por la habitación, pero, de pronto, empezó a sentir como el aire le faltaba en los pulmones. 

–¿Qué te pasa? 

El detective se giró hacia ella al escucharla toser.

–No lo sé–miró extrañada a su alrededor, algo no iba bien. Quiso volver a caminar, sentarse sobre la camilla pero todo le daba vueltas. En vez de una veía dos camillas, los brazos le pesaban y la tiraban hacia el suelo. Se puso de cuclillas y, palpando el suelo, fue hasta la unión entre esta y la pared. Se sentó y esperó a que su visión volviera a ser una sola.

La figura del detective se postraba frente a ella, de un momento a otro pasaba de estar apoyado sobre la camilla a estarlo sobre el mueble de madera, como si él solo no pudiera sujetar su peso. Medio perdió el equilibrio y el mueble tambaleó, los botecitos rojo y azul cayeron al suelo, derramando sobre él sus líquidos de colores. El detective se quedó embobado viendo la extraña mezcla que se formaba a sus pies, veía cuatro manchas en lugar de dos. En un instinto, miró por encima del hombro y vio a Katherina sentada contra la pared. Se le había olvidado de que no estaba solo. Con dificultad, caminó hasta ella y se sentó a su izquierda. De cerca pudo ver que estaba con las piernas apoyadas en el pecho como si pudiera protegerse de lo que le ocurría, jugaba con los vendajes de sus muñecas, parecía estar a punto de desmayarse.

 – Creo que no me encuentro bien–  susurró apoyando la cabeza contra la pared, al sentir que le pesaba demasiado.

– Ni yo– dejó de jugar con sus muñecas y le siguió con la mirada. Le notó los ojos cansados, pero ella trató de disimular normalidad.

El detective sentía un gran malestar en el cuerpo, notaba que iba y que venía, el estar junto a ella se le hacía extremadamente raro en ese momento. Habían hablado sobre móviles y planes de asesinato, pero, ahora sentía que no tenía nada que decir. Como si estuvieran en el sótano de nuevo, cada uno en sus pensamientos y sin nada que ver. Simplemente se encogió de hombros, guardó silencio y miró a su alrededor, ¿como es que no habían comprobado que no tenían salida? Ahora se daba cuenta de que estaban en un gran armario, sin puertas, sin ventanas, ¿como narices seguían vivos?

¿Acaso no consumían oxígeno?

– ¿Sabes?– Katherina interrumpió sus pensamientos, aunque empezaba a notar como el habla se volvía más torpe y la comunicación se hacía difícil.

Él sacudió la cabeza, no supo si trataba de negar o de borrar los pensamientos de su cabeza, al fin y al cabo, si estuvieran muertos no podría hacer ese movimiento, ¿no?

El Caso MünchbergDonde viven las historias. Descúbrelo ahora