Capítulo 24: Entre la oscuridad

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Hagamos un trato, un secreto por un secreto.

Cachos de pared comenzaron a caer dejando a su paso una gran cantidad de polvo suspendido en el aire

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Cachos de pared comenzaron a caer dejando a su paso una gran cantidad de polvo suspendido en el aire. El detective y Katherina se taparon la nariz y la boca con sus ropas, cuanto menos polvo inhalaran mejor, no sabían cuán malo podría llegar a ser. La caja de metal les había servido durante los primeros golpes pero, cuando se formó un boquete lo suficientemente grande, el detective dejó caer la caja de metal sobre la camilla.

–Pobre cajita–dijo Kathe con un deje de tristeza, estaba totalmente abollada.

–Bueno, nos sirvió para encontrar el conducto.

Ella levantó la vista hacia el techo, aún estaba un poco oscuro, pero, una rejilla de unos cincuenta por cuarenta centímetros resaltaba en la pared.

–¿Quién va primero?

El detective la miró, sería mejor que pasara él primero, quien sabe hasta donde llegarían.

–Voy yo–dijo colocándose la camisa de nuevo.

Aún quedaban partículas de polvo suspendidas en el aire, pero, no quería perder el tiempo, cuanto antes salieran, mejor. Si les tenían vigilados, irían a por ellos. El detective estaba de pie sobre la camilla, debía agacharse para no chocar con lo que quedaba de la pared falsa. En un momento, sintió que alguien le sujetaba las piernas. Miró hacia abajo para encontrar a Katherina.

–No quiero que te abras la cabeza–dijo haciendo alusión a lo que él le había dicho.

El detective emitió una ligera sonrisa. Agarró las rejillas y tiró con fuerza hacia abajo, ambos cerraron los ojos cuando una nube de polvo les cubrió. Contuvieron la respiración durante varios segundos, lo suficiente como para no tragar demasiado. Cuando volvieron a abrir los, el polvo se les había pegado a la ropa y a la piel.

–Que ganas tengo de una ducha–comento Kathe con asco.

El detective negó con la cabeza y tiró la rejilla encima de la camilla, junto a la caja.

–Vale, ¿cómo hacemos ahora? –preguntó en alto, aunque, más bien, era una pregunta para sí mismo. Metió la mano por el conducto de ventilación, parecía más o menos resistente–. Kathe será mejor que te apartes, voy a subirme al conducto.

Ella asintió y le dejó espacio para que pudiera ejecutar la maniobra. Apoyó las manos y los codos en el conducto, se dio un pequeño impulso y metió el torso en él. Aún las piernas le colgaban, se paró en seco al escuchar un ruido espantoso.

–¿Qué ha pasado? – preguntó en alto para que la oyera.

–Se cayó la camilla, no te preocupes–dijo levantándola del suelo y apoyando la rejilla y la caja contra la pared. Cuando volvió a centrar su atención en el detective, sus piernas ya no estaban–¿Detective? – se acercó al agujero.

El Caso MünchbergDonde viven las historias. Descúbrelo ahora