Capítulo 26: Bailando entre las llamas

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Pocas personas saben de la impotencia que se siente al ver tu mundo venirse abajo y ser incapaz de hacer algo para impedirlo.

Pocas personas saben de la impotencia que se siente al ver tu mundo venirse abajo y ser incapaz de hacer algo para impedirlo

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Agarró el pomo de la puerta con firmeza y lo hizo girar hasta escuchar un clic. Tomó aire armándose de toda la valentía que le quedaba y abrió la puerta. Lo primero de todo, un olor muy fuerte golpeó sus fosas nasales, lo siguiente, un calor espantoso. Kathe se llevó las manos a la cara tratando de taparse la nariz y la boca. Cómo no, habían encontrado otra habitación en llamas, estaban rodeados por el fuego. El detective le copió el gesto y se tapó la nariz con el codo, el fuego destruía las infraestructuras, sus ojos viajaban de lado a lado, viendo como los pedazos caían.

–¿Con que la rata nos guiaría a la salida? – entrecerró los ojos, el humo empezaba a invadir aquella invitación.

Kathe se encogió de hombros.

–Oye, que la pobre se pegó un buen porrazo.

La rata los miraba desde el suelo, se había quedado parada al ver las llamas.

El detective contempló sus opciones, o se quedaban allí rodeados de fuego o, lo atravesaban hasta la siguiente habitación. Sus ojos viajaron hasta Kathe, ella, al ver que no podrían hacer gran cosas, sacó la bolsa de galletas. Su pequeña nariz se arrugó cuando la mezcla de olores llegó a ella. Al verlo, los ojos del detective se abrieron de golpe.

–¡¿Recuperaste el olfato?!

Kathe se sobresaltó al escucharle gritar, no se había dado cuenta del gesto que había hecho, así que, para comprobar, abrió la bolsa de galletas y la pasó por debajo de su nariz, el embriagador olor se le caló en los huesos, junto al del humo.

–Mmm ojalá no hubiera humo–arrugó la nariz–, no me darían ganas de perderlo de nuevo.

El detective rodó los ojos y cerró la puerta, hasta que tomaran una decisión permanecería cerrada.

–¿Nunca estás conforme con nada? – comentó mientras se alejaba de la puerta.

–¿Para qué? Cuando podemos tener lo mejor–Se agachó para darle una de las galletitas a la rata, al fin y al cabo, había cumplido su cometido–. ¿Qué hacemos ahora? –preguntó al levantarse.

–No lo sé–levantó la mano para apoyarse en uno de los soportes de la habitación–. ¿Qué es lo adecuado en estos casos?

La pregunta era para sí mismo, pero, Kate le respondió igualmente.

–Si nos pegamos a la pared, tal vez corramos menos riesgo.

El detective ladeó la cabeza.

–En caso de incendio hay que gatear por el suelo, es donde menos humo hay.

Kathe dio tres pasos para ponerse a la altura del detective, la decisión debía ser unánime por ambas partes. Aquella sala no era tan desagradable, pero, el estar rodeados de fuego lo ponía mucho peor y ahora que podían, debían aprovechar la oportunidad para escapar.

El Caso MünchbergDonde viven las historias. Descúbrelo ahora