Capítulo 31: Vacíos que completan

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Juro buscarlos hasta que las fuerzas me fallen porque, sin ellos, hace tiempo que habría desistido.

Juro buscarlos hasta que las fuerzas me fallen porque, sin ellos, hace tiempo que habría desistido

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Kathe se llevaba las manos a la cabeza.

–¡¿Os cruzasteis con el cazador?!

–¿Le conoces? –Eric le miraba asombrado.

–No nos pasó nada Kathe–Emma intentó calmarla.

Ella empezó a caminar de un lado a otro. Aunque aquel hombre le causó una muy buena impresión, la sangre, el ser cazarrecompensas y Norberto, le habían dejado claro que su instinto había fallado. Si se habían cruzado con él y habían sobrevivido, habían tenido la misma suerte que ella.

–¡¿Qué te dijo?!

–Alguien quería enviarme un mensaje–dijo Emma apareciendo por el umbral de la puerta–. No me lo dio, desapareció antes de decir nada más.

Kathe miró confusa hacia Eric, ¿un mensaje?

–¿Qué clase de mensaje?

–Gracias a Dios no de esos en los que te parten las piernas–Emma abrió los ojos al imaginarse aquello–. Creo que alguien me está buscando–rodó los ojos al recordar que eso era algo bastante obvio–, más allá de estar aquí encerrado, claro. Es alguien que tiene interés en encontrarme.

–¿Solo te dijo eso?

Emma esperó a estar junto a ella para contestar. Eric no les prestaba atención, jugueteaba con sus vendajes.

–Si, ni quien era ni nada.

–¿Le preguntasteis si podía llevaros a la salida?

Emma se ofendió con la pregunta, no era tonta, claro que se lo había preguntado. Incluso le había suplicado que les sacara de allí, pero, como era de esperar, el hombre no cedió a las súplicas.

–Claro.

Kathe bajó los hombros derrotada.

–Se negó, ¿cierto?

Emma asintió.

–Dijo que había llegado a un trato con el secuestrador, él le dejó llegar a nosotros para entregar el mensaje y luego se marcharía–respiró hondo–, no me dijo el precio de ello.

–Conque conoce al secuestrador–intervino Eric–, podría servirnos de ayuda si salimos de aquí.

Emma negó con la cabeza.

–Desaparecerá, no volveremos a verle–se llevó la mano a la oreja, jugueteando con el pendiente–. Ni siquiera la policía le encontrará.

–Bueno, bueno–se removió el pelo tratando de encajar toda la información–, ¿qué hicisteis cuando él os dejó?

Emma ladeó la cabeza.

–Fui al andén y te encontré.

–¿Él os acompañó hasta aquí?

El Caso MünchbergDonde viven las historias. Descúbrelo ahora