Capitulo 16

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El suspiro fue cansador. Una cansada respiración que esperaba el final del principio. Los destellos tenues deslizaban perdidos al ambiente grisáceos.

Entre lo negro y gris. Un ser elegante, de una piel pálida como la nieve desbordaba una sonrisa maligna, como burlándose de su anfitrión. Te preguntaras porque el ambiente era gris y blanco, sin un color brillando.

La respuesta es simple, su mente había dejado de procesar las emociones humanas. El dolor, la ira, el odio, eran los últimos sentimientos arraigado en el corazón del humano.

El observo al abismo durante mucho tiempo, y este le devolvió la mirada con su profunda e infinita oscuridad que parecía tragarse desde los seres más diminutos hasta los más grandes.

—¿Qué harás, ningen? –pregunto el elegante ser-. A este paso, yo tomare el control. No hay nadie que me detenga, y tu fortaleza mental se está obstruyendo.

—Detenerte, quizás. Verte al mundo destruir-respondió el humano, su tono frio le provoco un pequeño escalofrió al dios conejo—. No tengo nada que me una a este lugar, ni más allá de las infinitas estrellas, me he convertido en un ser traicionado y trascendental por matar a un Otsutsuki que guardo mucho poder en su interior.

—hm... te has vuelto aburrido, mocoso- suspiro decepcionado, sus ojos perlas lucían degastados y sus cuernos estaban quebrantados, había pasado tanto tiempo que no vio el reflejo de su persona que su alma inconscientemente se estaba uniendo al humano para dar paso su siguiente evolución de poder.

En algunos meses se desvanecería de la existencia, y no podría hacer nada para evitar lo inevitable. Que aterrador. Saber que tu propia existencia se desvanecería....

Para siempre.

El dios le dio la espalda, y no pudo evitar mirar los alrededores, observando como los edificios, las calles y los vehículos corrompían la naturaleza, observando los corazones de los despreciables humanos a través de su experiencia persona.

—¿En qué piensas, Momoshiki?

—Nada. No hay que nada en que pensar-respondió, su mirada perdida delataba en los perdidos pensares de un horizonte olvidado. Los destellos plateados en sus ojos se fueron apagando minuto a minuto. El tiempo había llegado, se equivocó otra vez. Observo cuidadosamente su mano derecha, y noto como cada fragmento de su alma estaba siendo absorbida, se desvanecía como un papel quebrantado —No hay nada que hablar.

El ambiente volvió a la normalidad, los colores regresaron al mundo, no obstante, para Boruto el mundo perdió su color, a través de sus ojos solo captaba el blanco y el negro, no ayudo a estado de ánimo el saber que Momoshiki ocultaba algo.

Distinguiendo las llamas blancas en una figura femenina, supo que era Artemisa, las llamas se iban apagando. Su pierna izquierda estaba quebrada, sin embargo, la razón por la cual estaba muriendo es porque aquel sujeto empleo el chakra en sus puños, y al momento de impactarlos a la deidad, el chakra se le infundio como veneno.

Ese veneno se dispersaba en mayor medida por todo el cuerpo, si llegaba a su corazón divino la deidad moriría. Su corazón inundado de tinieblas, de los rencores del pasado que lo perseguían sin cesar dudo en salvarla.

Solo esta vez, devolvería el favor. Esta vez la bondad actuaria. Sin más, camino en armonía, cuando estaba a un metro de distancia de la deidad cuatros cazadoras se interpusieron en ella, en posición de combate, listas para proteger a su reina.

—No te acerques, no dudaremos en matarte-exclamo la primera cazadora que se encontraba en el medio. Su voz sonaba dudaba en la declaración final. Insegura de hacerle frente al recordar los resultados del combate anterior.

Boruto no pestañeo ni dudo, las palabras de los débiles eran insignificantes para él, taciturno continuo su caminar, levanto su brazo izquierdo y mientras se levantaba su mano mostraba la palma al archienemigo.

—Aléjense-Ordeno frio-. Si ansían ver a su diosa con vida.

Sus ojos lentamente observaron como la llama parecía parpadear, a punto de apagarse, mientras a los ojos de las cazadoras pudieron observar el cuerpo de su señora más pálida de lo normal, dejándose entrever el color grisáceos.

—Una guerra se acerca, y un estúpido anormal no deja de espiarme-continuo, girando su cabeza hacia una dirección, sus ojos capturaban a una figura oculta que brillaba malicia y un esplendor dorado más antiguo que los dioses. Regreso la mirada al mismo lugar, cuando estaba cara a cara con la cazadora que lo amenazo, se vio una clara diferencia de altura de cuarenta centímetros de altura.

Su mirada fría intimido a la chica, quien se vio obligada de hacerse a un lado, ella misma juro que si no se hacía de lado, la misma presión la mataría de un paro cardiaco, como japonesa le sonaba los rasgo que el humano, sin embargo, le pareció extraño que el cabello rubio que tenía desapareció para tener uno carmesí.

Quizas, quizás, era el séptimo Hokage que las leyendas shinobis narraron y unas de las pocas que pudieron salvar del antiguo Japón, cuando un Japón no existía si no un gigantesco continente. O al menos eso quería creer, sabiendo cuan circunspecto es la creación.

—Tengo una pregunta-Intervino Zoe, la cazadora que se acercaba al cuerpo de su señora arrastrándose por la tierra, sus piernas se encontraban quebradas, ¿Cómo estaba en pies antes? Simple. Por los efectos de la adrenalina, y porque no era una humana ordinaria.

El pelirrojo detuvo su caminar, mientras la marca se activaba y deslizaba su poder contenido por su cuerpo como si de víbora se tratara. El cuerno curiosamente no surgió, al momento de girar su rostro, Zoe pudo ver de cerca las marcas que poseyeron el cuerpo del antiguo humano.

El silencio, fue la respuesta para mandar la pregunta. Su mirada lo dijo todo.

—¿Cómo te llamas?

Entonces el silencio fue más notorio. Se hizo pesado, y los pensamientos angustiosos llegaron a las cazadoras que se vieron obligada a ponerse en guardia con temor o no. Todavía temían al humano. Su crueldad no tenía reparo.

—Uzumaki Boruto-respondió. Su voz había cambiado ligeramente, más grave y deteriorada. El rencor se sintió cuando nombro su apellido, no obstante, parecía ser alguien que no negaba su pasado.

—¿Eres hijo del séptimo hokage? - lanzo otra pregunta, esta vez la cazadora de origen japonés.

El tiempo pareció detenerse. El humano levanto la palma de la mano, y la dirigió hacia donde se encontraba Artemisa. El proceso comenzó, tal proceso impresiono a los siervos de la diosa lunar, mientras veían como una especie de luz roja parecía ser atraída por la mano del Uzumaki.

Tal proceso duro unos cuantos minutos. Eterno fue el silencio del mensajero, la carta de la pregunta no fue respondida por el humano que voló alguna vez demasiado lejos y sus alas fueron cortadas por el destino que todo lo quito y despedazo su ingenuo corazón.

La japonesa no insistió, pensó que era mejor evitar que se enfureciera y tenerlo de su lado que en su contra, sabiendo que existía un enemigo capaz de enfrentar y dañar severamente a los dioses.

En otro lugar....

Entre toda oscuridad, dentro de una cueva, cuyo pasillo era largo e inagotable que el infinito jamás alcanzaría. A sus lados, las piedras estaban quebrantadas y esparcidas por golpes desconocidos. Unos ojos dorados despertaron frente a la oscuridad. Esa mirada temible observo a la nada, y pensó una cosa.

Guerra.

El legado de la profecía(Cancelado, remake:  "El que se rebela" )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora