Oportunidad contra el Destino

5. Deidad sin divinidad

El día iba llegando a su fin: el sol se fue ocultando por las montañas y el aire del ambiente se volvía cada vez más fresco. Y Zamas fusionado continuaba ahí, cambiando de posiciones, sin lograr liberar nada de su ki. ¿Cómo era posible que no pudiera lograrlo? Hasta un humano común podía realizar un truco así de sencillo. Había contemplado la posibilidad de que esto llevara más tiempo de lo pensado, pero no poder liberar una mínima porción de energía vital... ¿Qué le estaba pasando? El dios suspiró profundamente, muy frustrado. Podía sentir el aire frío en sus mejillas ahora que su cuerpo se encontraba más susceptible, así que decidió abandonar por ese día; tragándose su decepción, volvió a la cabaña.
Al entrar, vio a Zamas leyendo un libro en la sala. Sin decir nada, se dirigió a la cocina para beber algo.

—¿Qué tal te fue? —preguntó Zamas, despegando la vista de su libro.

—¿Puedes sentir mi ki? —replicó la fusión con actitud engreída.

Zamas entrecerró los ojos e hizo un esfuerzo por percibir su energía, pero no logró detectar nada más que una presencia similar a la de un mortal.

—No, no puedo sentirlo.

—Exacto. No pude avanzar nada —clamó Zamas fusionado, cerrando la puerta de la heladera, sumido en frustración.

—No desesperes, sólo han pasado un par de horas. Si tu poder es tan grande como dices, puede llevarte un tiempo volver a desarrollarlo.

—Pero no quiero desarrollarlo. No lo he perdido. Está en algún lugar aquí dentro de mí —decía, tocando su pecho—, pero sellado, inaccesible. No tengo tiempo de volver a perfeccionarlo. Debe salir tal cual era.

—Pero ¿qué tal si no es como dices? —cuestionó su contraparte—. Quizá toda esa destrucción en tu cuerpo provocó que tu poder se "perdiera", por decirlo de alguna forma, y ahora debas recuperarlo desde el principio. Implicaría un entrenamiento más riguroso, pero no digo que no puedas lograrlo.

Zamas fusionado observó al joven Kai con algo de desdén. Parecía no comprender la angustia por la que estaba pasando.

—No te ofendas, pero no tienes ni la más mínima idea de la magnitud de mi poder. Me llevaría demasiado tiempo volver a desarrollarlo desde un principio; ni siendo inmortal quisiera cargar con esa tarea.

—Sólo digo que deberías considerar la idea —aclaró Zamas, algo molesto por esa respuesta—. Ni tú ni yo conocemos las peculiaridades de tu condición. Si esto significara la pérdida de tu poder, sigue siendo mejor que perder la vida. Al menos tienes la posibilidad de recuperar tu fuerza, aunque te lleve algo más de tiempo.

La fusión no estaba de humor para escuchar las hipótesis conformistas de Zamas; su fracaso en el entrenamiento de hoy lo había irritado mucho.

—Creí que tú mejor que nadie entendería la frustración de no poder alcanzar el poder suficiente para luchar por tus metas —mencionó Zamas fusionado, entre irascible e indignado.

Dicho eso, la fusión deseó ir a tirarse a descansar en algún lado, pero enseguida recordó que no tenía cuarto ni cama, y no iría a descansar en el futón, enfrente de ese otro yo que no lo reconocía como superior, así que simplemente salió a la terraza. Zamas lo observó irse, sintiendo enseguida una molesta sensación de culpa en la garganta. Luego de meditarlo unos segundos, él también salió a la terraza. Zamas fusionado se encontraba de espaldas, recargado sobre el barandal.

—Lamento haber dicho eso. —Zamas se acercó lentamente con las manos en su espalda—. La verdad es que, desde que me volví inmortal, he perdido el temor a perder mi vida o mi poder. Me es difícil imaginarme un escenario así, más en tu posición, donde tu fuerza era muy superior a la nuestra. Pero comprendo tus sentimientos. La incertidumbre sobre el futuro cuando no tenemos poder con el que actuar... es horrible.