Los ojos de Darren Wang se iluminaron. Yixuan traía en sus manos a Xiao Zhan.
Una sonrisa de lado a lado. Se puso de pie...Emocionado. — Zhannie... Finalmente. — Se mordió los labios mirándolo de arriba a abajo.
— ¿Darren? — La madre de Zhan miró la persona que les había hecho eso. Lo conocía.
— Señora Xiao. — Darren se inclinó en forma que era evidente que le estaba pidiendo la bendición a la señora Xiao.
Una sonora cachetada le dio, al muchacho. El hombre tuvo que contener el impulso de asesinar... chasqueó su lengua y apretó su puño. Sonrió.
— Eso es por tu mamá.
El iba a responder algo pero Zhan abrazó a la mujer. Debía causar una buena impresión... No quería disgustarlo.
— Ponlos cómodos. — Le ordenó a Yixuan, recordandole la caja.
Mientras llevaban a Xiao Zhan a las habitaciones a arreglarse y lavarse intimimamente como antesala a lo que vendría. Darren se carcajeo y liberó a un lastimado Wenhan. — Xiao Zhan ha llegado.
En vez de alegrarse, Wenhan se lamentó. Estaba vivo... Pero esta vida que llevaba era una mierda. Siempre pendiendo de un hilo.
El se recompuso.
— Wenhan. Has que empiece la fiesta. — Le dio una nalgada que lo hizo estremecerse por los castigos que había recibido.
— Sí señor
Anuncio completamente satisfecho. — Está fiesta es especial. Mi invitado especial ha llegado y ahora si.... A lo que vinimos. — Destapó una primer botella de trago esparciendola sobre las chicas en bikini y los donceles exhibiendo sus preciosos traseros. Darren bebía de la boca de uno y de otro...Solo un poco. Quería estar en sus cabales cuando Xiao Zhan apareciera por esa puerta.
El olor a sexo se tomó el aire cuando Darren ordenó que varias chicas y donceles calentaran el ambiente entre ellos, pero su respiración solo fue robada cuando Xiao Zhan apareció en la puerta de la mansión... desfiló por la piscina con el short ceñido plateado... Una cola esponjosa. Y sus orejas de conejito y un collar envolviendo su cuello.
Tuvo que contener el impulso para no arrancarle la ropa ahí mismo...
La expresión de Xiao Zhan a pesar de su obediencia era oscura.
— Una maldita belleza.
— Date la vuelta. Despacio.
Casi podía salivar.
Zhan no se movió. — ¿Dónde está mi mamá?
— Está ocupada... Date la vuelta mi conejito.
Zhan se mordió la lengua. — Yo no soy un conejo. — Escupió furioso. — Tampoco tengo dueño.
Darren sonrio de manera perversa y después lo miro devorandolo. — Sí quieres verla de nuevo... Date la maldita vuelta y comienza a bailar para mi. No acabes con mi paciencia.
Zhan cerró los ojos y comenzó a moverse. Darren estaba feliz...
Nada podía sacarlo de su ensoñación.
— Jefe. — Murmuró MingYang al oido de Darren. — Yibo, está aquí. —