8. Barreras que duelen

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Esa mañana, todos se levantaron temprano y empezaron su día con determinación. Zamas mencionó que hoy debía hacer algunos mandados y Black tenía planeado salir a borrar una gran región de una sola vez. En tanto, Zamas fusionado se encontraba ya más motivado con su avance y estaba esperanzado en que podría recuperar por completo su poder muy pronto; sólo sería cuestión de tiempo. Luego del desayuno, cada dios tomó su camino y se decidió a esforzarse al máximo ese día. La fusión volvió a su usual lugar de práctica y continuó entrenando. Ya sentía su cuerpo más liviano y sus músculos recuperando su fortaleza, además que las concentraciones de ki que lograba eran cada vez más poderosas y le permitían moverse con más agilidad. Su voluntad se afianzaba en tanto sus habilidades regresaban a él.

Dadas las condiciones de trabajo de cada uno, tanto Zamas fusionado como Black llegaron un poco más tarde a la cabaña ese día. Zamas, sin embargo, los esperaba con un festín, previendo que los dos estarían hambrientos luego de la jornada. Todos compartieron opiniones sobre su día, emocionados por sus logros. Se sentía como una reunión familiar donde todos tenían algo que contar.

Ese día, al contrario del anterior, dado el duro trabajo de los dioses, ni Zamas fusionado ni Black se dispusieron a salir inmediatamente después de la comida. Ambos permanecieron en la cabaña para descansar unas horas y volver a sus planes más tarde. Como todos los días, Zamas preparó té para sus compañeros y lo degustaron juntos en la sala. Los demás le reclamaban que podían hacerlo ellos mismos, pero él no cedería a eso: preparar té era algo que realmente disfrutaba, además que era el más involucrado con la búsqueda de hierbas, formas de preparación y mezcla de aromas. El té era su elemento.
Cuando terminó su taza, la llevó enseguida a la cocina y se dirigió a sus contrapartes.

—Saldré un rato a buscar algunas hierbas para el té —anunció, alisando la tela que caía de su faja, preparándose para salir—. ¿Necesitan algo?

—No, descuida —respondió Black.

—¡Ah, Zamas! —Zamas fusionado lo llamó, antes de que el otro saliera—. ¿Podrías traer un poco más de ese té que probamos el otro día? ¿El que se llamaba "Earl Grey"? Me gustó mucho.

—Claro. Buscaré un poco de ese.

Zamas cruzó la sala, salió hacia la terraza y emprendió vuelo, siempre con su usual elegancia. Black no le quitó la vista de encima hasta que su figura se perdió en el lienzo del cielo, distraído a tal punto que en ningún momento percibió que Zamas fusionado observaba su conducta con obvio interés. Luego dejó salir un suave suspiro y volvió a su taza, degustando placenteramente la infusión.

—Exquisito, ¿verdad? —comentó la fusión.

—Ciertamente. Me cuesta creer que los humanos hayan sido capaces de crear un té de estas características.

Zamas fusionado rio por lo bajo.

—No hablaba del té —aclaró con una cándida sonrisa.

—¿Eh? —Black reaccionó algo confundido.

—Tu compañero —indicó Zamas fusionado con un ligero movimiento de la cabeza.

Black frunció el ceño, su subconsciente esforzándose en no interpretar lo que su contraparte insinuaba. Zamas fusionado lo observaba, interesado; hasta sus mecanismos de defensa eran similares a los de Zamas para desentenderse de la incómoda realidad.

—Sé lo que sientes por Zamas. No necesitas ocultármelo —declaró Zamas fusionado, mientras parsimoniosamente movía su mano para apoyar un lado de su mentón sobre su palma.

—¿Qu-qué?

Black estaba pasmado. Sintió cómo su pulso se aceleraba y los nervios se apoderaban de su cuerpo. ¿Cómo era que de repente sus más secretos sentimientos habían quedado al descubierto? ¿Había hecho o dicho algo que lo pusiera en evidencia? ¿Cuándo? ¿Y cómo era que ese otro había podido leerlo con tanta facilidad? ¿Qué estaba pasando? La mente de Black se volvió una tormenta de ideas que buscaban una explicación que no encontraría.

Oportunidad contra el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora