12. Intromisión en el corazón

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Pocas horas pasaron cuando el cielo empezó a oscurecerse, incluso antes del ocaso. Más allá de la hora que fuera, Zamas fusionado ya estaba bastante cansado, así que dio por terminada su sesión del día y regresó a su hogar. Allí, Zamas aún saboreaba los últimos bocadillos de la merienda.

—Hola. ¿Ya terminaste por hoy?

—Sí. Empezar más temprano y luchar contra Black me cansó más de lo normal —aclaró la fusión, quitándose su traje, todavía sucio del anterior combate.

—Puedo imaginarlo. Aunque supongo que habrá sido un entrenamiento bastante fructífero —sonrió el Kai—. ¿Quieres beber algo? —consultó, haciendo un ademán hacia la fuente con aperitivos y té sobre la mesa.

—No, te lo agradezco. Prefiero darme un baño y descansar un poco antes de la cena.

—Como gustes.

—Por cierto —agregó cuando ya estaba dando vuelta para irse—... ¿Has notado algo distinto en Black hoy? Se veía algo... irritado mientras peleamos.

Zamas disimuló un suspiro.

—Sí. Lo he advertido. Parece estar así desde la mañana.

—¿No has hablado con él al respecto?

—No he tenido la oportunidad aún. Pero lo haré.

Zamas fusionado asintió, satisfecho, y se dirigió al baño a asearse. Nuevamente, permaneció largo rato sumergido en la bañera; un poco reflexionando y otro poco esperando no afectar la rutina de sus compañeros de vivienda. Sabía que su presencia ahí había modificado algunas cosas y no todas eran variables que él pudiera controlar, así que evadirse, así fuera de una forma tan simple como encerrándose en una habitación, era la opción más pragmática. A mayor tiempo que pudiera pasar lejos de ellos, mejor. Aunque eso le doliera un poco.
Cuando salió del cuarto, ya era de noche. Escuchó unos murmullos a lo lejos y entonces divisó a Zamas y Black en la terraza, charlando a sus espaldas. Era exactamente el tipo de situación que él no querría alterar. Intentando pasar desapercibido, se fue moviendo por los rincones que no pudieran verse desde afuera y se acostó en el futón. No pretendía espiarlos, sino ocultar su presencia para no incomodarlos. Si creían estar solos, seguramente hablarían con más soltura y seguridad, que era justamente lo que necesitaban.
Un rato después, Zamas ingresó a la casa.

—¿Dormiste un poco? —preguntó el Kai casualmente al ver a Zamas fusionado tirado en el futón.

—Tal vez dormité unos minutos —contestó el otro, desperezándose—. ¿Quieres que te ayude con la cena?

—Oh, no, no te molestes. Ya hice la mayoría de las preparaciones temprano. Hoy todo estará listo rápido.

La fusión se sentó sobre su lecho y observó un poco alrededor. Zamas estaba en la cocina, sacando cosas de la heladera y preparando los utensilios para cocinar. Black seguía en la terraza, aparentemente descansando y observando el paisaje, en medio de un cielo sin estrellas. La fusión sonrió con astucia. Otra oportunidad a pedir de boca.
Se levantó y se dirigió a la terraza; Black estaba con los codos recargados sobre el barandal, sin su gi; seguramente se lo había sacado al llegar. La deidad lo imitó y se recostó a su lado, sobre la baranda de madera.

—¿Estás bien? —preguntó con una sonrisa comprensiva.

Black no le dirigió la vista, aunque ya no se veía tan malhumorado.

—Sí.

—¿Estás preocupado por algo?

—Varias cosas entrarían en esa categoría.

—¿Yo soy una de ellas?

Esta vez Black sí le dirigió la mirada, algo desconfiado. Zamas fusionado suspiró.

Oportunidad contra el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora