23. La auténtica utopía

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La mañana siguiente se presentó fresca y algo nublada, pero el clima ya no era relevante para el ánimo de los dioses: los tres se sentían espléndidos, llenos de energía y resolución. Entre todos hicieron el desayuno, preparándose para un día a pleno.

—¿Seguirás rastreando a esos humanos y sus armas? —le preguntó Zamas a Black, con su taza en sus manos.

—Sí, creo que ya estoy por encontrar todos sus depósitos. No quiero arriesgarme a dejar ni una de esas cosas en el mundo.

—Quisiera ir contigo, si eso no te molesta —agregó Zamas fusionado—. No te estorbaré, sólo me gustaría observar tus movimientos desde cierta distancia.

—¿Crees que Trunks aparecerá hoy? —preguntó Black.

—No lo sé. Pero, en cualquier caso, me gustaría estar cerca en la remota posibilidad de que eso suceda.

—Avísenme si eso llega a pasar, también me gustaría estar ahí —comentó Zamas—. Hace tiempo que no voy a observar los combates de Black y, dadas las circunstancias, me gustaría presenciar el final de Trunks.

—No se ilusionen, quiero acabar con aquel grupo primero —aclaró Black, llevándose un bizcocho a la boca—. Pero como quieran. Los mantendré al tanto.

En cuanto terminaron el desayuno, los dos dioses emprendieron viaje. Black ofreció su mano a Zamas fusionado y él la tomó con una suave sonrisa, contento de contar con su confianza. En un segundo, sus figuras desaparecieron de la cabaña y aparecieron al instante en el cielo sobre las ruinas de una ciudad, que parecía estar despoblada.

—Tú haz lo que desees; yo observaré todo desde aquí —dijo la fusión—. Y no te preocupes por mí, puedo rastrear tu ki y seguirte adonde sea que vayas.

—Entendido.

Con ese simple intercambio de palabras, Black descendió y empezó a buscar rastros o presencias de humanos. Primero examinó con cuidado en las estructuras que todavía se mantenían en pie en el lugar, buscando también posibles pasajes subterráneos. Zamas fusionado observaba todo desde lo alto, a una altura en la que seguramente ningún mortal lo notaría.
Al cabo de unas horas, Black había encontrado a los sobrevivientes y los depósitos donde guardaban algunos restos de las armas químicas. El falso saiyan destruyó todo con ímpetu, su rencor aún ardiendo desde lo que pasó aquella otra noche. Cuando se encargó de todo, volvió adonde se encontraba su contraparte.

—Eso será suficiente por ahora —declaró, acomodándose la ropa—. Pero logré sacarle información a uno de ellos: otro grupo tiene otras armas poderosas en la Capital del Oeste. Así que esa será nuestra parada para la tarde. Estoy seguro que si andamos por ahí cerca, Trunks aparecerá tarde o temprano para intentar detenerme, así que... podríamos aprovechar la ocasión y acabar con él.

—Ah, las palabras que estaba esperando —canturreó la fusión—. Entonces hagamos como dices. Encárgate de esas armas y esperemos a que Trunks se presente voluntariamente hacia su perdición.

Ambos compartieron una sonrisa maliciosa, sus intenciones en sintonía. Era llamativo cómo ahora la deidad sí estaba interesada y ansiosa por que Black fuera por Trunks; si esa decisión hubiera llegado tan solo 24 horas antes, estaría en una crisis nerviosa.
Esta vez, fue Zamas fusionado quien ofreció su mano al otro. Black la tomó, luego de dudar unos segundos; la fusión la apretó suavemente, puso dos dedos sobre su frente y se teletransportó, apareciendo en la terraza de la cabaña. Allí, como siempre, Zamas los recibió con suma calidez.

—Creo que el momento es correcto; estoy harto de ese Trunks —comentó Black, sirviéndose una gran porción de comida en el plato—. Su nivel de poder ya no me sirve para nada. Me haría más fuerte peleando 10 minutos contigo —dijo, dirigiéndose a la fusión— que combatiendo otro año más con él.

Oportunidad contra el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora