Todo inicio una bonita mañana, como de costumbre yo me levanté muy temprano antes de que el sol saliera, para dirigirme a la escuela. La mayoría de los días estaba ansioso por llegar a la escuela y hoy no era la excepción.Pero este día en especial estaba el doble de emocionado. Porque era un día que llevaba esperando hace mucho tiempo.
Hoy era mi cumpleaños.
Y deseaba con todas mis fuerzas que fuera un día perfecto. Ya sea porque mis amigos de la escuela me lo festejaran o mínimo me diera el abrazo de felicitaciones. Lo que fuese, sería lo mejor del mundo.
Me levanté e inmediatamente me vestí. No quería que nada arruinara mi día y mucho menos un motivo tan bobo como llegar tarde a la escuela.
Por parte de mis padres no esperaba mucho, pues siempre, al menos a esta hora, los encontraba dormidos o ni si quiera estaban en la casa. Pero sabía que no lo hacían a propósito, desgraciadamente su trabajo consumía casi todo su tiempo y a ellos mismos.
Por ésta misma razón me la pasaba la mayor parte del tiempo solo en casa. Y para cuando ellos llegaban no era mucho el tiempo que compartíamos pues me iba a dormir temprano porque al día siguiente tenía escuela.
Termine de vestirme, me mire al espejo y me dije mentalmente “Hoy será un gran día” tomé mi mochila para colgarmela al hombro y me dirigí abajo para desayunar algo.
Al bajar comencé a escuchar un ruido procedente de la cocina, lo cual me asustó pues no era normal que esos ruidos se escucharan tan temprano. Me fui acercando despacio a la puerta de la cocina, y conforme me aproximaba más el miedo y la angustia me comían los nervios. Ya estando sólo a unos cuantos pasos decidí armarme de valor. Mentalizandome en que no pasaba nada entré a la cocina, aún así temiendo que algo malo pudiera ocurrirme.
Pero gran sorpresa fue la que me llevé. Pues encima de la mesa donde comíamos mi vista se topó con un plato que tenía huevo revuelto y rollitos de jamón, al lado derecho de éste yacía una taza con leche caliente. Pero fue el pequeño pastel enfrente de toda la comida lo que despertó mi apetito.
Levanté la vista y me topé con mis padres, bien aseados y arreglados. Mi mamá estaba frente a la estufa, cocinadole seguramemte el desayuno a mi papá.
Inmediatamente me inundó una alegría enorme ya que obviamente no me era común ver a mis padres a estas horas.
Mi mamá notó mi presecencia cuando volteó a verme y me dijo dulcemente.
-El desayuno ya está listo cariño, siéntate a comer. Y apurate para que no se te haga tarde amor.- le mostré un sonrisa y asentí al mismo tiempo en que decía:-Si mamá gracias.-
Al sentarme al lado de mi padre éste inmediatamente bajó el periódico que tapaba su rostro, me sonrió diciéndome:
-¿Qué tal campeón? Hoy es tu día especial mi pequeño.- sólo le contesté que había amanecido muy bien y que estaba súper emocionado por lo que hoy me esperaba.
Mientras desayunaba me puse a pensar que ésta era la primera vez en mucho tiempo que desayunaba así de temprano en compañía de mis padres, y esa reflexión sólo ayudó a mejorar mucho más mi estado de ánimo.
Terminé mi desayuno no pudiendo quitar ese alegre pensamiento de mi cabeza, me paré de la mesa, dándoles las gracias a mis padres al tiempo en que me acercaba a darles un beso en la mejilla a cada uno para despedirme.
Salí de mi casa y me encaminé a la escuela, cuando llegué no encontré por ninguna parte a mis amigos. Se me hizo algo raro, pues siempre nos esperamos para entrar juntos al salón, aunque decidí no darle tanta importancia.
Iba caminando por los pasillos de la escuela cuando de pronto alguien llegó por detrás y me tapó los ojos con sus manos. Pude sentir como acercaba su boca a mi oído y susurraba:
-Sigue caminando.- no reconocí la voz por el tono bajo en que lo dijo. Se me ocurrió que podría ser mi amiga Lucía, ya que ella siempre insistía en agregarle un poco de misterio a todo lo que hacía.
Obviamente obedecí su “orden” y por la dirección en la que me llevaba estaba casi seguro de que nos dirijíamos al salón.
Llegamos al aula y ella me destapó los ojos. Cuando recuperé mi campo de visión me di cuenta que estaba justo frente al pizarrón del salón.
Lo miré y me di cuenta que había unas letras enormes escritas ahí, en las cuales se podían leer la frase: “FELIZ CUMPLEAÑOS, ALEXANDER”
Voltee y me di cuenta de que ahí estaban todos mis amigos mirándome con una sonrisa. Y también noté que la persona que estaba a mi lado era la misma que me había tapado los ojos y en efecto era Lucía.
Mi felicidad era incontenible y no me frenaba en demostrarla dándoles mi agradecimientos una y otra vez a todos mis amigos, que se acercaron a darme mi abrazo de felicitaciones, cada uno diciéndome cosas geniales y deseándome lo mejor.
Ya más tarde cuando salí de la escuela, después de que mis amigos se despidieran de mi muy afectuosamente, tome el camino a mi casa. Al llegar me llevé la sorpresa de que mis papás aún se encontraban ahí.
El resto del día fue grandioso, nos la pasamos juntos y salimos. En serio que no cabía de la, pero era obvio. ¿Cómo un niño de diez años no estaría feliz en el mejor día de su vida?
En esos momentos jamás piensas en lo que la vida te depare.Cuando llegó la noche me dispuse a domir. Me entregué a un sueño tranquilo y feliz. Esperando que el día de mañana fuese igual que hoy.
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Una vida más
RandomUna vida que tuvo muchos problemas gracias al desamor y el poco apoyo de sus padres, en pocas palabras una vida solitaria